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La reciente situación de la economía, en caída sostenida con motivo de la crisis sanitaria de la pandemia COVID-19, invita a pensar en cómo se prepara uno para una recesión o una fuerte desaceleración económica (dentro de las posibilidades de prepararse para un suceso incierto e inesperado).
Reducir la deuda como primer paso
El exceso de deuda es como una cadena con una bola atada al tobillo. Si no se controla, esta deuda puede hundir una economía doméstica al eliminar cualquier margen de maniobra en su presupuesto mensual. Algunos expertos financieros recomiendan reducir, o mejor incluso eliminar, todas las deudas personales, excepto la hipoteca de la vivienda. Aquí juegan un papel también las tarjetas de crédito.
A continuación, la deuda en la que centrarse es la que proviene de préstamos personales, como los préstamos para comprar un coche.
Crear un fondo para emergencias
Disponer de un colchón suele ser garantía para evitar situaciones incómodas. Se dice que, dentro de lo posible, ese colchón debería equivaler al importe de entre tres y seis meses de gastos de vida, incluyendo la hipoteca o alquiler, suministros, comestibles y transporte.
Estos fondos están mejor depositados en una cuenta corriente de fácil acceso, aunque no produzcan intereses, porque la idea del colchón es poder acceder a él fácilmente y sin trámites ni penalizaciones.
Identificar los gastos clave y vivir por debajo de las posibilidades
Los gastos a discreción son aquellos que se pueden eliminar o reducir ya que forman parte de patrones de conducta que se consideran “no necesarios” o no básicos para la vida.
Para la mayoría de las personas, esto incluye cosas como comer en restaurantes, ir al cine y conciertos y otros tipos de entretenimiento. Las suscripciones en exceso para todo, desde múltiples servicios de música y vídeo hasta clubes deportivos, TV, hasta los planes de telefonía móvil y datos, también deben ser cuidadosamente analizados. Conocer estos gastos es el primer paso para decidir cuáles son imprescindibles y cuáles no están siendo utilizados.
Por otra parte, muchas personas terminan viviendo más allá de sus posibilidades, comprando más cosas de las que se pueden permitir. Es una recomendación estándar ajustar los gastos y el nivel de vida al nivel de ingresos, planteando de forma cuidadosa aspectos como el coche que se escoge, la casa que se compra o alquila o las vacaciones que se llevan a cabo en verano.
Nunca es mala idea poner estos aspectos en una balanza para encontrar el punto de equilibrio, es decir, de tranquilidad y comodidad personal.