Ángel López es la memoria viviente, el archivo amable y sensitivo de la ciudad de Valdepeñas, en donde ejerce de cronista local de variados asuntos y, especialmente, de los deportivos. Además de presentar durante más de treinta años todos los grandes actos culturales y sociales de la Ciudad del Vino – y como presentador nadie lo iguala gracias a su memoria, siempre de agradables y cariñosos recuerdos, como la de un Néstor de La Mancha -, su viejo amor a las Fuerzas Armadas en general ha hecho que las tres ramas del Ejército, la Guardia Civil y la Policía Nacional lo tengan como amigo verdadero y estén muy presentes en Valdepeñas en actos religiosos, empresariales, culturales y sociales en general.
Ángel ha sabido traer el ejército a la sociedad civil, y ésta lo ha conocido y valorado con simpatía, humanísticamente, y hemos visto en él gracias a Ángel que en el ejército español vence siempre el humanismo a la tecnocracia militar, que está marcada por el tiempo, pero que no es la sustancia del soldado. Y por saber vincular lo civil y lo militar, e integrar lo militar en lo civil, Ángel López ha recibido, por el mérito indesmayable de su pasión, todas las medallas militares que nuestro glorioso Ejército puede conceder a un civil. Las virtudes militares remozan y potencian viejas virtudes de la sociedad civil en decadencia.
Y en esta ocasión, la Policía Nacional lo condecora con la Cruz al Mérito Policial, y la alegría sana de esta concesión Ángel la quiere compartir con todos los amigos, amplio grupo del que me honro en pertenecer.
Como profesor de Clásicas y Antigüedades, siempre me han gustado los hombres que son portadores de la memoria colectiva de su ciudad. Hablar con ellos es como leer a los clásicos, rememorar lo mejor y más identitario de su ciudad, los modelos en que la ciudad debe inspirarse siempre. El individuo sin memoria no puede sostenerse como hombre humano en el presente, sino que se hunde necesariamente en un estadio prehumano, enajenado, indistinto, ciego e inerte. La memoria es la mano que nos permite viajar por el presente, evitando los peligros, y que nos enseña a interpretar cada lugar en un tiempo, además de todos los instantes de nuestra conciencia.
La memoria es la voz que nos transmite en cada instante la responsabilidad de nuestros actos. Si la memoria muriese, sería la muerte de la propia responsabilidad, individual o colectiva. Por eso, el Ejército, nuestro Ejército español, como la más grande Institución Histórica, lo aprecia y le dispensa su cariño, porque su memoria y amor a la Historia lo han hecho amarlo, que es la forma más sublime de conocimiento. En este cronista también reside el sosiego, porque conoce los avatares del pasado, y sabe distinguir los peligrosos de los pasajeros. Hombre de alma navegable, la calma y la educación, no exenta de inteligente ironía, son parte esencial de su carácter.
Secretario General de una de las cofradías más importantes de Valdepeñas, la Muy Ilustre y Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Caído y María Santísima de la Esperanza, ha sabido llenar de uniformes de gala de todas las Fuerzas Armadas y de música maravillosamente ejecutada por las bandas militares las calles en la Semana Santa valdepeñera. La estética militar, con su música, marchas y uniformes, alejada de las batallas, en donde el dolor y la muerte reinan – también el honor -, sabe imprimir belleza y colorido, placer a los sentidos, en la solemnidad de la Pascua que peregrina las calles.
Cuando Ángel López no presenta un acto cultural, social o patriótico en Valdepeñas, el público nota con desagrado su ausencia. Y es que el valor de las personas y lo que representan para la comunidad se mide cuando se las echa de menos, cuando sentimos la necesidad de su presencia.
Valdepeñas de Ángel López es ante todo y siempre una hermosa utopía en sus presentaciones, como lo fueran las de Tomás Moro, Jámbulo, Alcínoo, Campanella o Bacon. Y es que la entidad de las palabras no es su realidad, sino su significación. En este sentido, el lenguaje es esencialmente utópico. Y es que en el corazón mismo del lenguaje de un exaltador de su ciudad hay un proyecto de emancipación hacia otros sistemas de señales distintos de aquel segundo sistema en el que se refleja, en primera instancia, este mundo de traiciones, envidias, ruindades, ambiciones, codicia, maldad y cuevas vacías, que también tiene Valdepeñas, como absolutamente todas las ciudades del amplio mundo.
Pero, ¿qué sería de las ciudades sin sus devotos soñadores, como Ángel López? ¿Y qué sería de la patria, tantas veces ingrata e insensible, sin sus titánicos y fieles soldados enamorados?
Enhorabuena, Ángel, por tu nueva medalla.