Hace unas semanas un amigo me recomendó, y se lo agradezco, la extraordinaria novela “Días de llamas” (1979), de Juan Iturralde, —seudónimo de José María Pérez Prat— un escritor desconocido, casi clandestino, que solo publicó otros dos relatos y uno póstumo.
Esta obra narra la vida de un juez, Tomás Labayen, en plena Guerra Civil Española. La acción transcurre en dos planos temporales que se van alternando. El primero se produce en Madrid y Toledo, desde la sublevación militar de 1936, hasta que es detenido y condenado pocos meses después. Y el segundo se desarrolla en una checa de Madrid, donde espera su ejecución, durante varios días.
De ideas progresistas, Tomás, tiene contradicciones que le harán evolucionar hacia posiciones más moderadas. Es miembro de un Tribunal Popular en Toledo, creado ad hoc, para enjuiciar a los desafectos a la República por sus actos e ideas políticas, con el que se quería ofrecer una apariencia de legalidad formal a estos procesos que, hasta su constitución, eran actos extrajudiciales.
En un relato extenso, intenso y trepidante, nos cuenta la vida del protagonista. Hijo de un coronel jubilado, vive con su familia en el centro de Madrid, donde ejerce como juez de instrucción. Se relatan sus relaciones familiares, con vecinos y amigos, así como sus amores secretos y sus problemas de conciencia, en un escenario hostil generado por la guerra.
Pero si la novela es apasionante, lo es, tanto o más, la vida del autor. Según recoge el historiador, Juan Carlos Buitrago Oliver, en su obra “De la A a la Z. Los protagonistas de una larga Guerra Civil. Ciudad Real 1936-1944”, José María Pérez Prat, nació en Salamanca en 1917 y falleció en Madrid en 1999. Al iniciarse la Guerra Civil, tenía diecinueve años; estudiaba Derecho; presidía la Federación de Estudiantes Católicos de Ciudad Real; y formaba parte del requeté de la capital.
Nos dice que era sobrino de los marqueses de Treviño, en cuya vivienda familiar residía, desde que, en 1932, llegó a la capital, junto a su madre viuda y a sus seis hermanos. En julio de 1936 fue detenido pero puesto en libertad poco tiempo después. Reconoció el buen trato que le proporcionaron un militante comunista y un miliciano durante su breve reclusión.
En el Centro Documental de la Memoria Histórica, en la Sección Político Social, aparece fichado por haberse incorporado al ejército republicano. Según cuenta su hijo, sirvió en artillería, en una batería de la costa alicantina de Denia hasta el final de la guerra. En ese tiempo empezó a cambiar por la influencia de lecturas como las de Huxley. Evolucionó a posiciones menos conservadoras, que lo alejaron de sus creencias religiosas.
Durante todo este periodo el miedo va a marcar su vida y así lo reflejará en esta novela y en una entrevista de 1980 que le hizo el diario El País, en la que decía: “lo que había vivido como miedo en la zona roja iba a seguir siéndolo en la zona nacional”. La novela, finalizada en 1973, no se publicará por ese temor, hasta 1979.
Quedó exento de responsabilidades por su pasado carlista y rechazó los cargos políticos que le ofrecieron tras la guerra. Terminó Derecho en Madrid y preparó y aprobó las oposiciones de Abogado del Estado en 1942. Su primer destino fue en las Palmas de Gran Canaria, luego se trasladó a Madrid, donde ejerció su profesión y vivió hasta el final de sus días.
En esta obra podemos reconocer su paso por Ciudad Real. El autor va dejando miguitas, como cuando utiliza expresiones manchegas genuinas, al hablar de Almagro o cuando cuenta el asesinato del obispo Narciso de Estenaga en Peralvillo. Recuerda a su familia al incluir a un noble en la checa de Madrid, que espera su fusilamiento. Pero lo más importante tiene que ver con los aspectos más personales del autor.
Tomás Labayen, tiene un perfil jurídico como él, vive las mismas contradicciones con sus creencias y la guerra le hará evolucionar, aunque en el sentido contrario que al autor. Al final, ambos acaban en esa tierra de nadie que fue la tercera España.
Crea a un personaje idéntico a sí mismo. Julio César Sol es un joven de diecinueve años, estudiante de Derecho, requeté y miembro de la Federación de Estudiantes Católicos, al que juzga el Tribunal Popular de Toledo que preside Tomás. Los miembros del tribunal solicitan y se le concede la conmutación de la pena de muerte. Pero al ir a comunicársela al reo, le dicen que ya lo habían fusilado. Este suceso trágico es alegórico. El autor acaba con la vida de este joven, que es la suya propia, pero para iniciar una nueva.
Aunque esta obra no tuvo el éxito editorial esperado, fue muy bien valorada por la crítica. Carmen Martín Gaite (que prologaría la edición de 1987) decía en un artículo en Diario 16: “No hay lugar suficiente aquí para analizar tan detalladamente como merece el estilo de esta excepcional novela que coloca a su autor, de la noche a la mañana, entre los maestros de un género tan discutido como perpetuamente capaz de resurrección”.
Ciudad Real, 28 de enero de 2024