Enciendo el televisor. Al otro lado, escucho el debate de nuestros representantes en el seno del Congreso. La apago rápidamente. Me exacerba el ánimo, me genera tensión y angustia.
Nos gobierna una generación de políticos que son fruto del fracaso del sistema educativo del este país, a pesar de tantas leyes o precisamente por eso. En estos momentos, está en la palestra la octava ley en cuarenta años. Hagan una división. Su futuro será similar a las anteriores si no nace fruto de un consenso general. Es curioso, donde menos interés despierta es en los componentes de la comunidad educativa, profesores, padres y alumnos. Están ya vacunados. Cambia el partido de gobierno, cambia la ley de Educación. Como quien escucha llover. Los hijos y los nietos de esta generación de políticos en uso seguirán sufriendo las consecuencias, como, al parecer, les ha ocurrido a ellos. Es una frustración para cualquier sociedad.
El enfrentamiento gratuito, la descalificación, las palabras gruesas, el tú más, la falta de respeto en el fondo y en las formas no debieran ser propias de una generación de dirigentes, entre los treinta y los cuarenta y pocos, que ha tenido todas las facilidades en su formación y educación. ¿Qué hemos hecho mal? ¿Representan a esa generación de la que decimos que es la mejor formada de siempre? Formación y educación no siempre van de la mano. Tengo claro que en educación en valores hemos avanzado poco o estamos en un periodo de regresión. Nuestros políticos se comportan como les hemos enseñado. Pero, la miseria de nuestros políticos es nuestra miseria. Por eso vuelvo a preguntarme, ¿qué hemos hecho mal?
Se balancean siempre entre un “ahora, sí”, un “ahora, no”, aspectos que confunden al ciudadano. No les henos enseñado a decir “me he equivocado”. Lo que hoy defienden como verdad, mañana lo negarán impasiblemente. Su mundo es como un corral de pollos, todos pican al que cojea. ¿En verdad, representan lo que somos y lo queremos?
Tenemos un problema. El ciudadano de a pie se asemeja cada vez más al hincha de un equipo de fútbol. Es fiel a sus colores hasta el extremo. Da igual cómo juegue el equipo. Lo importante es ganar de cualquier forma o manera. Esto lo intuyen los jugadores de campo que, al igual que mercenarios, incitan con sus gestos y expresiones las bajas pasiones de la hinchada que les permiten mantenerse en su regalada posición. No hemos aprendido nada, tal vez porque no deseamos aprender, a pesar de que ya vamos hacia la octava ley de Educación. Esto lo saben nuestros políticos, salven ustedes a quienes deseen.
Está claro; de sus mayores no han aprendido nada, por lo que es muy probable que la historia haya que repetirla. ¿Qué hemos hecho mal?