En especial el de Cavalleria Rusticana un delicado pasaje dotado de extraordinaria belleza sinfónica, que lo ha convertido en una de las piezas clásicas más escuchadas, y que la OFMAN supo paladear con agrado. Tampoco se le quedó a la zaga el intermedio de Pagliacci, si bien al ser menos conocido, seguramente cuenta con menos elementos de comparación, que proporcionan un deleite más contenido.
En todo caso, la OFMAN -que comenzaba ayer su nueva temporada- marcaba así el inicio de un nuevo calendario que le llevará a numerosos escenarios, y no sólo de la geografía nacional… Y es que hace tiempo que viene demostrando que una buena orquesta se hace con estudio y con tesón. La sutil, pero enérgica figura de Francisco-Antonio Moya, destacaba claramente a los pies del escenario, debajo del cual los esforzados instrumentistas quedaban en el foso, fuera del alcance del espectador. Al contrario que en otras ocasiones, con orquestas más numerosas procedentes del Este, que han necesitado un espacio complementario en el patio de butacas. Todo estaba ayer en su sitio.
EXCELENTE PLANTEL
De la mano de la albaceteña Producciones Telón y bajo la dirección escénica de Ignacio García (ex director del Festival de Almagro), la Orquesta Filarmónica de La Mancha (OFMAN), con su director titular Francisco-Antonio Moya a la cabeza, inauguraba la Temporada 2023-24 (dieciséis años después de su creación), con dos títulos operísticos ‘veristas’: Cavalleria Rusticana de Mascagni y Pagliacci de Leoncavallo, Dos autores que, juntamente con Puccini -tal vez el más conocido- representan el auténtico ‘verismo’, tradición operística posromántica italiana, que defendía el naturalismo de escritores como Émile Zola o Henrik Ibsen, y su incorporación a la ópera. Vamos, la tragedia en su estado más puro.
Debido a su similar elenco artístico y argumento, es tradición que estas dos óperas italianas, de aproximadamente una hora de duración cada una, se interpreten de forma consecutiva. Así, la soprano María Ruiz bordó los papeles de Santuzza en Cavalleria y Nedda en Pagliacci. El tenor Eduardo Sandoval interpretó magistralmente a Turiddu en Cavalleria y Canio en Pagliacci. Por su parte, el barítono Manuel Mas elevó al máximo el nivel de Alfio en Cavalleria y de Tonio en Pagliacci. En Cavalleria igualmente desempeñó un excelente papel la soprano Alicia Hervás en el rol de Lola, e Inés Olabarría, en el de Mamma Lucia. Finalmente, el tenor Miguel Borrallo se nos presentó como Beppe y el Arlequino en Pagliacci.
En ambos casos, se trata de dos óperas del más puro repertorio operístico italiano, y de una enorme dificultad vocal y musical. Al interpretarse de forma consecutiva, requieren de una importante concentración durante sus más de dos horas, incluido el cambio de chip de una obra a otra, casi sin solución de continuidad. Todo ello supone un auténtico reto para los intérpretes de primera fila a los que pudimos aplaudir, y, desde luego, para la OFMAN como punto de partida de su nueva temporada. Si bien esta formación musical ya nos tiene acostumbrados a géneros y estilos bien diferentes. Pero vayamos por partes.
PIETRO MASCAGNI
El compositor y director de orquesta Pietro Antonio Stefano Mascagni (Livorno, 7/12/1863, Roma, 2/8/1945) ocupó a finales de los siglos XIX y XX un lugar destacado en la escena musical de la época. Muy especialmente gracias al éxito inmediato y popular obtenido en 1890 con su primera ópera, Cavalleria rusticana, adaptación de la novela homónima de Giovanni. Por cierto, “Cavalleria” se escribe con “uve”, al tratarse de una palabra italiana que traduciríamos en nuestro idioma por “Nobleza o caballerosidad rústica”.
El término no se relaciona directamente con la formación de caballos, y sí con el apelativo de “cavalieri” con que el que se conocía al empresario y político Silvio Berlusconi, fallecido el pasado 12 de junio. Encontramos, no obstante, otra obra musical escrita con “be”, titulada Caballería ligera, opereta escrita por el austrohúngaro Franz von Suppé en 1866.
Pero volvamos a Mascagni. Compuso en total 17 óperas, si bien realmente sólo ‘Cavalleria’ se mantiene en el repertorio musical actual. Mascagni también escribió una opereta, música vocal e instrumental, canciones, romances y composiciones para piano. También compuso música sacra (por ejemplo, la Messa di Gloria), y fue el primer compositor italiano en escribir para el cine mudo (Rapsodia satanica, después de Nino Oxilia). Mascagni, que había aceptado ser el músico oficial del régimen fascista de Mussolini, murió en Roma desilusionado y en la indigencia.
CAVALLERÍA RUSTICANA
Cavalleria Rusticana es un melodrama en un acto con música de Pietro Mascagni y libreto en italiano de Giovanni Targioni-Tozzetti y Guido Menasci, basado en un relato del novelista Giovanni Verga. Está considerada como una de las clásicas óperas del verismo, y se estrenó el 17 de mayo de 1890 en el Teatro Costanzi de Roma. Su principal pasaje es el Intermezzo Sinfónico, y son sus principales personajes: Turiddu, Lola, Alfio, Santuzza, Lucia.
Es la historia de un amor robado y vengado u ‘ópera verista’, que es como se denominan las óperas que relatan una historia real del pueblo en los años actuales. Lo que desde el principio le dio un gran atractivo ante el público, que hizo que se representase de forma casi continua. Una historia de amor y de celos, como las que habitualmente hoy podemos contemplar en la pequeña pantalla, y en la gran pantalla de nuestras ciudades.
Naturalmente la calidad y belleza musical, así como la dificultad de las arias de sus protagonistas, están reservadas a los mejores cantantes de ópera, que la han encumbrado como una de las óperas más queridas y representadas en el mundo cada temporada. Cavalleria Rusticana, la composición más famosa del músico Pietro Mascagni, se ha convertido en un fenómeno social.
Su música ha traspasado las fronteras de un Teatro de Ópera, llegando a ser la música de películas tan conocidas como El Padrino III, interpretada por Al Pacino y Andy Williams, o anteriormente Toro Salvaje de Robert de Niro. Y lo mismo sirve de fondo al anuncio de Dior en TV, que a las fragancias de Carolina Herrera. Pero, eso sí, Sicilia, el lugar del drama, no aparece por ninguna parte, ni el honor, ni la vendetta, aunque usen su música de raíces, tratada luego con gran sofisticación… que resumen en melodías inolvidables. Concretamente, el famoso ‘Intermezzo de Cavalleria Rusticana’ representa uno de los pasajes más felices, junto con la oración Regina Coeli Laetare, el fragmento más famoso en el cual Santuzza y el coro entremezclan sus voces con sus plegarias.
El título alude al código de honor de una pequeña comunidad italiana, una aldea de Sicilia, donde transcurre el drama a finales del siglo XIX. Antes de marchar a cumplir el servicio militar —antes de ser soldado—, el campesino Turiddu fue novio de Lola, a quien juró —como se dice en el libreto— fidelidad eterna. Cuando regresa, Lola se ha casado con otro. Su marido es un hombre de cierta posición económica: el carretero del pueblo, Alfio. La tragedia estalla al fin, y la sangre ahoga a la pequeña población.
RUGGERO LEONCAVALLO
Nuestro siguiente compositor (Nápoles 23/04/1857, Montecatini Terme, 9/08/1919) fue uno de los principales exponentes del ‘verismo’ en la ópera, como reacción frente al Romanticismo dominante de su época. Hijo de un magistrado napolitano, estudió en el conservatorio de su ciudad natal, donde entró a los 9 años. Cursó composición con Lauro Rossi y, carente de recursos, llevó una vida azarosa hasta que influido por la ópera Cavalleria Rusticana de Pietro Mascagni, escribió la ópera Pagliacci. Tras el éxito obtenido tras su estreno en Milán en 1892, no ha disminuido su popularidad.
Leoncavallo compuso una decena de óperas, y otras tantas operetas. Dos de sus óperas, La Bohème homónima de la obra de Giacomo Puccini (1897), y Zazà (1900) consiguieron un éxito relativo, pero el gran proyecto de su vida era componer una trilogía renacentista. Se llamaría Crepusculum; solo se estrenó la primera parte, I Medici (1893), que no tuvo gran éxito. Leoncavallo murió a los 61 años, contrariado por no haber podido repetir el éxito de Pagliacci.
Curiosamente, Leoncavallo es el autor de la conocida canción Mattinata, escrita en 1904 para el famoso tenor Enrico Caruso. Melodía que, con letra de Vito Pallavicini, se hizo famosa en todo el mundo en 1969, gracias al cantante Al Bano Carrisi: (“La aurora su sol va pintando al mundo cubierto de azul…”). Antes de su relación con Romina Power, la inexplicable desaparición de su hija Ylenia Maria en 1994, y antes de convertirse en un exitoso productor de vino (Vinícola Albano, Apulia, Brindisi, sur de Italia).
PAGLIACCI
Es el título original en italiano, del español “Payasos”, drama en dos actos con prólogo, música y libreto en italiano pertenecientes al compositor Ruggero Leoncavallo. La obra relata la tragedia de un payaso y la infidelidad de su esposa, en una compañía teatral de la Comedia del Arte. Con un coro que interviene en dos ocasiones, al principio de la obra y al comienzo del segundo Acto.
Veamos algo de su historia. Alrededor del año 1890, cuando Mascagni estrena Cavalleria rusticana, Leoncavallo era un compositor poco conocido. Después de ver su éxito, se decide a escribir una ópera con tragedia similar. Inicialmente tendría un solo Acto, y estaría compuesta en estilo ‘verista’. Pero fue demandado por plagio del libreto de Catulle Mendès, cuya obra de 1887 titulada La Femme de Tabarin comparte muchos temas con Pagliacci, principalmente la “obra dentro de la obra” y el payaso que asesina a su esposa. Sin embargo, Leoncavallo basó su defensa alegando que la trama de la ópera estaba basada en una historia verdadera, que él mismo había visto de pequeño.
De modo que Leoncavallo afirmó que un criado lo había llevado a una representación de la ‘comedia del arte’, en la que los acontecimientos de la ópera habían realmente ocurrido. También dijo que su padre, que era juez, había llevado a cabo la investigación criminal, y que tenía documentos que apoyaban estas alegaciones, aunque ninguna evidencia apareció nunca. Hoy la mayor parte de los críticos están de acuerdo en que el libreto se inspiró verdaderamente en la obra de Mendès, puesto que Leoncavallo vivía en París en la época de su estreno, y muy probablemente pudo ver la obra.
LA FUNCIÓN DEL QUIJANO
Insistimos en la desazón que nos produjo el no ver el aforo completo, a pesar de que las obras estaban acreditadas, y el elenco interpretativo era excelente… Obvio es recordar que supone un gran aliciente para los artistas en escena, encontrar a un público abundante y enfervorizado. Pero, ciertamente, la función estuvo magnífica. Buen sonido y cuidado vestuario, correcta escenografía y decorados sencillos y prácticos.
Y aquí incluimos a la OFMAN, cuya solidez, constancia y universalidad ya hemos admirado reiteradamente. Pero también incluimos al selecto cuadro de solistas -algunos de ellos ya muy familiares por aquí, como María Ruiz, Manuel Mas o Miguel Borrallo (con ascendencia en el toledano municipio de Recas)… Sin olvidarnos del joven venezolano Willingerd Giménez y, desde luego el singular y magnífico tenor Eduardo Sandoval. Ni, desde luego, del poderoso Coro Amao, dirigido por Javier Benito.
Tan sólo una pequeña anécdota más. Cuando visitábamos el escenario para conversar con los solistas y realizar algunas fotos, cercana ya la media noche, percibimos un ligero olor a quemado en los camerinos. La causa -según se nos dijo- no era otra que algún miembro del equipo había usado una bolsa de maíz para obtener una bolsa de palomitas en el microondas. El exceso del tiempo seleccionado en el contador, provocó que las palomitas se quemasen, haciéndolas inservibles, y causando una cierta inquietud entre los intérpretes, que se cambiaban a toda prisa para la cena y el descanso.