La pandemia ha colocado a la ciencia en el ojo del huracán y en el último año la comunidad científica internacional ha librado una carrera contrarreloj para frenar un virus “tremendamente exitoso” que ha dejado helado a todo el mundo por “su altísima capacidad para transmitirse”. El objetivo desde el principio ha sido común: la vacuna.
El Covid-19 ha servido, sin lugar a dudas, para dar un tremendo empujón a la ciencia y Christian Gortázar, veterinario y catedrático de sanidad animal en el IREC (Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos), destaca que las investigaciones de los últimos meses van a dar lugar a “hallazgos inesperados que todavía ni podemos imaginar”.
La pandemia ha significado “la puesta en sociedad de un concepto de vacuna absolutamente rompedor y nuevo, las vacunas de ARN”. El científico de cabecera de Lanza subraya que “el uso del ARN como medicamento va a suponer un antes y un después, un salto de gigante” para muchísimas enfermedades, y no solo las infecciosas.
Así, en los últimos meses, médicos han detectado la reversión y la atenuación de las lesiones que producen algunos linfomas en pacientes infectados por Covid. Entender los “mecanismos moleculares” que explican estas situaciones permitirá “abrir nuevas puertas a los tratamientos contra el cáncer”.
De un ensayo en clase a vivirlo en persona
Habituado a lidiar con los coronavirus como veterinario, que trabaja fundamentalmente con enfermedades compartidas entre animales y personas, Gortázar reconoce un año después que hasta el 7 de marzo de 2020 apenas prestó importancia a la transmisión del nuevo coronavirus SARS-CoV-2.
Mientras preparaba una de las clases del curso internacional de epidemiología que iba a empezar en la UCLM, decidió que el Covid podría ser “un ejemplo interesante para los alumnos” para hacer un ensayo sobre una situación epidemiológica real y entender la transmisión exponencial. Entonces fue consciente del problema.
El mismo 9 de marzo, sus alumnos salieron de clase con la frase “qué exagerado es el abuelo” en la boca. Cuatro días después tuvieron que clausurar el curso porque el virus había llegado a España y la situación estaba descontrolada. “¡Cuánta razón tenías!”, exclamaron los estudiantes.
Nuevas líneas de investigación en el IREC

Con la sociedad paralizada, la comunidad científica ha tenido que centrar todos sus esfuerzos y recursos, “en más de un 90 por ciento”, en la lucha contra un único problema. Desde el IREC, Gortázar ha tenido que compaginar sus líneas de investigación abiertas con el estudio de la evolución del virus en el ambiente en coordinación con Flori Villanueva y con muestreos en Horcajo de los Montes.
El científico, que ha visto aumentada su actividad profesional “entre un 20 y un 25 por ciento”, también analiza desde el IREC el papel de los animales domésticos y silvestres en relación al virus, como origen o potenciales reservorios, que pueden dar lugar a mutaciones.
Además, en coordinación con profesionales de inmunología y microbiología, busca en la actualidad marcadores que permitan conocer las características que influyen “en el tipo de pacientes o en la gravedad del cuadro clínico”. El compuesto “alfa-gal”, un glúcido que aparece pegado a las proteínas en el flujo sanguíneo, y que tiene que ver con la microbiota intestinal, podría dar respuestas. Asimismo, Gortázar considera que uno de los aspectos más positivos de este tiempo ha sido la mayor interacción entre profesionales de diferentes ramas, “muy motivadora”.
“El peor de los escenarios”
A la hora de valorar la pandemia, Gortázar admite que los veterinarios tienen “una pequeña ventaja” porque conocen los coronavirus y cómo se comportan en los animales. “Sabemos que son virus capaces de irse adaptando y que tienen una cierta capacidad de escape frente a las medidas de control”, explica.
El mundo se ha sorprendido ante las sucesivas olas, “pero era uno de los escenarios”. “Desafortunadamente, el peor de los escenarios”, añade. Frente al SARS. CoV-1 y el MERS-CoV, que eran más patogénicos y letales, el nuevo coronavirus ha destacado por una transmisión “absolutamente mayor con respecto a la de sus predecesores”.
Mientras confiesa la preocupación por las nuevas variantes, por ejemplo, la británica, “que se transmite un 30 o un 40 por ciento más que las tradicionales”, Gortázar reconoce que una ‘cuarta ola’ es posible y hace referencia a la estrategia del “martillo” y la “danza” de la que habla el francés Tomás Pueyo.
Cuando los casos empiezan a ascender de forma exponencial es importante aplicar el “martillo”, medidas estrictas, y cuando empiezan a bajar y lo hacen hasta un punto aceptable, la sociedad puede “danzar”, avanzar, hasta que vuelva a repetirse el mismo ciclo. La vacunación es la única arma para romper esta rueda.
La crisis ha puesto de manifiesto que la inversión en innovación da “una mejor capacidad de respuesta frente a cualquier problema no previsto” y genera “una ventaja económica sobre otros países”. España invierte menos del 2 por ciento del PIB. Dentro de doce meses “me gustaría decir que gracias a la ciencia hemos sido capaces de superar uno de los mayores retos de la humanidad”, concluye Christian Gortázar.