La sección segunda de la Audiencia Provincial ha despachado con una sentencia condenatoria el caso de violencia de género que denunció una joven de La Solana durante el año que convivió con el daimieleño José Manuel M.C.N.A., en Pozuelo y Torralba de Calatrava.
La sala considera probado que el tiempo que duró la relación, de julio de 2011 a agosto de 2012, José Manuel sometió a la chica a un trato que “alcanza el grado de tortura”, dice textualmente el fallo, y lo condena por los cuatro delitos de los que acusaba la fiscalía: maltrato habitual, lesiones (dos delitos) e inducción al aborto.
El resultado es una pena que suma 13 años, 4 meses y quince días, en vez de los 18 que pidió el fiscal de Violencia sobre la Mujer, en base a que se considera acreditado que en el caso del primer delito, denunciado en agosto de 2012, ha habido dilaciones indebidas por el tiempo que pasado en enjuiciarse.
“Una sentencia muy contundente”
El fallo no recoge el delito adicional que solicitó la víctima, “lesiones que causan un grave daño psíquico y somático”, por lo que su abogado Tomás Fernández-Arroyo, estudia recurrir -si así se lo pide su clienta- para que se endurezcan unas penas que por lo demás cumplen sus expectativas. “Nos parece una sentencia muy contundente que responde a unos hechos gravísimos, con una víctima en la antesala de la muerte que ha tenido y tiene graves secuelas por esto”, ha explicado en declaraciones a Lanzadigital.com.
Grado de tortura
En la sentencia, que se ha notificado a las partes esta tarde, el tribunal dedica párrafos a valorar el comportamiento del acusado en base al testimonio de la víctima apoyado por testigos periféricos e informes periciales. “No estamos ante acciones asiladas sino ante un comportamiento del acusado prolongado y extendido durante prácticamente toda la relación sentimental que mantuvo con la víctima, con una profusión de actitudes plurales en el tratamiento de la pareja, que alcanza el grado de tortura”.
“Despojó a la víctima de toda dignidad”
La argumentación continúa: “No asolo física o moral sino integral, global, en todos los aspectos de la convivencia: física, sexual, económica, social, en el aspecto de la dignidad, de sometimiento, humillación permanente, que ha permitido a los peritos hablar de maltrato sostenido, crónico, prolongado, convirtiendo la convivencia en una verdadera reclusión moral de la víctima despojada de toda dignidad, incluso en su consideración menos exigente hacia cualquier ser humano”.
La cotidianidad del horror
El tribunal remata las explicaciones sobre la calificación jurídica con este párrafo: “Pocas veces podrá existir un convencimiento más firme que el que aquí se tiene sobre la verdadera calificación de estos hechos en un grado extremo. Tanto por la cotidianeidad del sufrimiento, del terror, del horror como las consecuencias desastrosas que han tenido para la víctima, cuya vida va a tener una seria afectación futura”.
La sección segunda considera probado que José Manuel M.C.N.A., de 40 años en la actualidad, y ‘C’ se conocieron en el verano de 2011, cuando ella tenía unos 20 años y el once más. A las dos semanas ya estaban viviendo juntos en una casa de Pozuelo que en pocos meses se convirtió en la prisión de esta chica.
Insultos y menosprecios verbales
Primero empezaron las expresiones despectivas, “eres una cerda”, “subnormal”, “solo tienes una neurona”, “colombiana de mierda”, “te voy a hacer lo de los corderos”, etc. Ya en esos primeros meses José Manuel se convirtió en su sombra, la aisló de su familia, la acompañaba a todas partes y si se marchaba de casa la dejaba encerrada, incluso la vestía y la maquillaba , “vivía prácticamente secuestrada”, relató la joven en el juicio.
Golpes y palizas a los pocos meses
Las “sutilezas” se acabaron unos meses después del inicio de la convivencia, y llegaron los golpes y las palizas, una de ellas el 30 de septiembre de 2011. El motivo que salió un momento a comprar aceite, cuando llegó le recriminó que había ido a ver a otro, y la golpeó con tanta saña que le provocó un traumatismo craneoencefálico (perdió la consciencia) y lesiones visibles en el rostro.
Fue al médico (la acompañó él) pero tan coaccionada que contó, como él le dijo, que se había golpeado con un columpio cuando fue examinada en urgencias del Hospital General de Ciudad Real. No denunció.
La obligó a abortar
Con su familia en La Solana, ajena a todo lo que pasaba, la joven se quedó embarazada y se ilusionó con ser madre. Pero a las trece semanas de gestación se supone que José Manuel lo organizó todo para que fuera abortar, como así hizo el 24 de mayo de 2012, aunque a la familia de ella le contaron después que había tenido un aborto espontáneo.
Perder a un hijo deseado fue el punto de inflexión en la relación, que siguió agravándose, después de eso ella estaba aterrorizada. “Quería dejarlo”, contó en el juicio, pero temía que la quemara con gasolina (en alguna ocasión le tiró combustible) o morir en el intento. Volvió a sufrir otra paliza más grave de lo normal el 11 de agosto (sangró), esa vez la llevó al centro de salud de Daimiel, pero ella ocultó de nuevo que estaba siendo víctima de malos tratos.
Huyó ocultándose entre las viñas
Unos días después, el 15 de agosto, reunió el valor suficiente para huir, aprovechó un viaje en coche para tirar el móvil del acusado por la ventana, él se bajó a recogerlo y ella echó a correr campo a través. Eso le pasó cerca de Miguelturra, se ocultó en una viña, y cuando él dejó de buscarla llamó a un amigo de su hermano que vivía en esa localidad para pedir ayuda. Este hombre avisó después a su hermana, que fue a recogerla y se la llevó a La Solana. La denuncia la puso unos días después, y al poco se tuvo que refugiar en una casa de acogida para que no la encontrase.
Siete años después de estos hechos la joven, que ha peregrinado por varias casas de acogida por miedo a que el acusado la encontrase (no ingresó en prisión hasta 2015 y por otros hechos), padece secuelas psicológicas graves que le impiden hacer una vida normal.
En cuanto a la responsabilidad civil el tribunal fija 103.304 euros que C debería percibir del acusado, que cumple otra condenada de doce años prisión por haber abusado de una niña de once años, hija de otra mujer con la que convivió en Argamasilla de Calatrava en 2015.
La sentencia todavía no es firme.