Las 42 Jornadas de Teatro Clásico de Almagro tendrán este año una clara orientación. Con motivo de la especial atención que como país invitado de honor tendrá México, y además por méritos propios de la escritora mexicana, Sor Juana Inés de la Cruz será el objeto de estudio. ‘Sor Juana Inés de la Cruz y el teatro novohispano’ parece una fascinante elección para los jornadistas, que por espacio de tres días (9, 10 y 11 de julio) debatirán en el Palacio de Valdeparaíso sobre su vida, obra y proyección.
El acertado cartel del festival con Sor Juana, y su eslogan ‘El mundo iluminado, y yo despierta’ tomado de su pluma, nos lleva a ocuparnos biográficamente de la autora, ya representada en ésta y otras ocasiones en Almagro. Sor Juan Inés fue una religiosa de la Orden de San Jerónimo, y brillante escritora en la lírica, prosa y dramática del Siglo de Oro español. Para conocer su historia hemos recurrido a la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (con textos y poemas recogidos por Ramón García López).
Nació nuestra protagonista en San Miguel de Nepantla, provincia de Chalco, México, en el año 1648, siendo su verdadero nombre Juana Inés de Asbaje y Ramírez. Hija natural de Pedro Manuel Asbaje, capitán vasco nativo de Vergara (Guipúzcoa), casado al llegar y conocer a Isabel Ramírez de Santillana, criolla nacida en Yacapixtla, al sur de Nepantla, con quien tuvo tres hijas siendo Juana la segunda de ellas.
Su precocidad, como la de Lope de Vega, influyó mucho en su educación. A los tres años de edad garabateaba sus primeras letras, y a los siete años ya escribir poesía. A pesar de que las mujeres tenían prohibido el acceso a la Universidad, Juana fue enviada a la ciudad México para iniciar sus estudios, donde vivían sus tíos maternos, María Ramírez de Mata y Juan de Mata.
Del conflicto, la luz
Pero donde más se desarrolló su inteligencia fue en la biblioteca de su abuelo. Al criarse con los hijos de los sirvientes y esclavos de la casa, indígenas y mulatos, captó desde niña sus lenguas nativas. El abandono de su madre doña Isabel por parte de su padre, trae la consecuencia de nuevos amores con el capitán Diego Ruiz Lozano. El nacimiento de tres hijos de otro hombre distinto a su padre, fue provocando el rechazo de la niña hacia su madre…
Al cumplir los quince años, Juana es admirada tanto como por su inteligencia como por su belleza. Por entonces es nombrada dama de honor de la Virreina, Leonor Carreto de Toledo, Marquesa de Mancera, pasando a residir durante algún tiempo en la corte. Y es allí donde en cierta ocasión el virrey, Antonio Sebastián de Toledo, Marqués de Mancera, manda a cuarenta eruditos interrogarla en toda clase de disciplinas. Tales fueron de inteligentes y discretas sus respuestas, que desde entonces fue admiración de todos los intelectuales de la corte, cuando Juana contaba tan sólo con 17 años.
Durante su estancia en la Corte, don Antonio Núñez de Miranda, jesuita y confesor, le aconseja y convence para que entre en la vida religiosa. Y es en agosto de 1667, con 19 años, cuando ingresa en la Orden Carmelitana como novicia. Los motivos por los que Juana toma esta decisión (estando en una posición envidiable y siendo admirada por todos), nunca han sido bien explicados por sus biógrafos… Pero dada la dureza de la regla disciplinaria de la Orden, Juana es trasladada pronto a la Orden Jerónima, menos rigurosa en sus estatutos. Allí profesaría en 1669, tomando el nombre de Sor Juana Inés de la Cruz.
Versos y caridad
Empieza su biblioteca particular, llegando a contar en su celda con más de 4000 volúmenes. Pero las nuevas autoridades eclesiásticas, el arzobispo Francisco de Aguiar y Seijas, escrupuloso y moralista con todo lo que escribe Juana, le aconseja dedique más su labor poética a la poesía sagrada que a la profana. Lo que provoca en Juana la decisión de renunciar a su vida literaria, vendiendo su biblioteca y pasando al cuidado de enfermos y a la oración. Precisamente cuidando a unas monjas enfermas llegó a contagiarse, falleciendo a consecuencia de la enfermedad en la ciudad de México en 1695, con 47 años.
En la composición de sus sonetos -estimaron los críticos de la época y posteriores-, está la fluidez de Lope de Vega, el conceptismo de Quevedo y el culteranismo de Góngora y Calderón. Algunos de estos sonetos alcanzaron gran renombre y fama posterior sobre todo los que comienzan con: ‘Detente, sombra de mi bien esquivo’, ‘Cauteloso engaño del sentido’, ‘Diuturna enfermedad de la esperanza’, ‘Estas que fueron pompas y alegría’, ‘Rosa divina que en gentil cultura’, …
Escrito en prosa fue la Respuesta a la muy ilustre Sor Filistea de la Cruz (1690). En cuanto a la producción teatral de Juana, encontramos títulos como: El divino Narciso (1690), San Hermenegildo, el mártir del Sacramento, y El cetro de José, en una aproximación propia de la época a Calderón. Aunque siguiendo la tradición de Lope de Vega incluye en sus comedias algunos sonetos, concretamente en El Divino Narciso, y en Los Empeños de una casa (Sonetos LXXI y LXXII, 71 y 72).
Y también comedias
Con anterioridad a su ingreso en el Convento, ya había escrito dos comedias, Los empeños de una casa y Festejo de amores más laberinto, esta última en colaboración con su primo Juan de Guevara. Y aunque varias veces fue tentada por la Orden para el cargo de Abadesa, indefectiblemente fue rechazada esta oferta por Juana, prefiriendo desarrollar su labor dentro de la Orden como contadora y archivera.
Lo cierto que Sor Juana dedicó toda su vida a la Santificación y a las Letras. Por su inspirada e ingente producción fue conocida como ‘Décima musa’ y como ‘Fénix de América’. Pero, sobre todo, es venerada como la autora más grande del Barroco Hispanoamericano, siendo publicadas sus obras en los años, 1689, 1691 y 1700, esta última publicación tras el fallecimiento de Juana.
