Acabo de enterarme de la reciente celebración de dos reuniones auspiciadas por la Asamblea de IU de Valdepeñas y dirigidas a artistas de la localidad para debatir la posible puesta en marcha de una iniciativa de intencionalidad cultural. La idea que se ha planteado consiste en promover que, por parte del ayuntamiento, se constituya un “catálogo de artistas”, valdepeñeros (de nacimiento o ligados a la ciudad por práctica continuada de alguna actividad artística). Este catálogo serviría para un mejor conocimiento del censo de artistas de la ciudad y, como instrumento en continua actualización, para conocer también las características y circunstancias del mercado profesional en el que nuestros artistas intentan desarrollar sus trabajos.
Creo que es una idea a tener en cuenta porque el “catálogo” puede convertirse en un DAFO (diagnóstico) de la situación socio cultural de la ciudad, los artistas y el público. Y si es conveniente tener clara la lista de necesidades socioculturales de una comunidad, no es mala ocurrencia invitar a los artistas a que describan su situación y sus propuestas.
Estamos viviendo una situación en la que destaca la mercantilización absoluta de los recursos materiales, culturales y afectivos, la implantación de la ley del más fuerte y una disminución de la capacidad efectiva del Estado para garantizar los derechos cívicos y sociales de su población.
Y resulta que el Arte y la Cultura vienen a ser considerados por no pocas administraciones como productos de lujo prescindibles que son reemplazados por propuestas de ocio y entretenimiento cada vez más burdas en las que se ensalzan referencias a comportamientos chabacanos, maleducados y hasta agresivos.
En el mundo post-COVID en el que vamos a encontrarnos frente a la insostenibilidad del sistema económico actual, cada vez se hace más patente la necesidad de caminar hacia otros modelos de producción, distribución y consumo que pongan la sostenibilidad de una vida que merezca ser vivida en el centro de nuestra actividad económica. Para dar respuesta a este reto surge hace años una de las principales propuestas de transformación económica que emana de las prácticas de la economía solidaria a la que denominamos Mercado Social.
El concepto de Mercado Social (por el momento, una referencia lejana para nosotros) nos lleva a “una red de producción, distribución y consumo de bienes y servicios y aprendizaje común que funciona con criterios éticos, democráticos, ecológicos y solidarios, en un territorio determinado, constituida tanto por empresas y entidades de la economía solidaria y social como por consumidores/as individuales y colectivos. Cuyo objetivo es cubrir una parte significativa de las necesidades de sus participantes dentro de la red y desconectar la economía solidaria de la economía capitalista, tanto como sea posible”. Así está planteado en la ciudad de Madrid desde hace diez años.
Debemos trabajar la idea de que será necesario recurrir a la Cultura y el Arte, entre otros recursos y potencialidades, para sacar adelante la vida digna de una ciudad que, como tantos otros territorios, tendrá que plantearse una remodelación de su sistema productivo y una construcción social que requiere éticas y estéticas adaptadas a las alternativas socioeconómicas y políticas que tendremos que plantearnos o contra las que tengamos que luchar si siguen basadas en criterios de desigualdad y de pobreza aplicadas a una masa social dominada por una minoría dedicada a una explotación insostenible.
Por desgracia, asistimos a un desmantelamiento de las enseñanzas artísticas, acompañado por manifestaciones de responsables políticos que las tildan de irrelevantes y residuales. Frente a ello tenemos la estrategia de incorporar a personas y entidades relacionadas directamente con el mundo del Arte y de la Cultura y promover actuaciones e intervenciones que aportan nuevos aires y una motivación adicional para nuestros conciudadanos.
Por ello, la presentación de una propuesta de catálogo, que inicialmente sería un instrumento de conocimiento y promoción de nuestros artistas locales, debería permitirnos extender el análisis sociocultural sobre las necesidades de Valdepeñas, al colectivo de artistas y al tejido asociativo y empresarial con el que, en su momento, cabría trabajar en colaboración.
¿Cuándo y por qué? Cuando se tenga que asumir que la reconstrucción sociocultural es imprescindible y que para ello tenemos que fijar estrategias municipalistas que impulsen una economía local colaborativa. En ella hay que incluir a la industria cultural y tener en cuenta las perspectivas de un sector profesional que tiene mucho que decir en la elaboración de nuevos planteamiento de construcción social necesarios para la “nueva normalidad” de un mundo post-COVID.
Concha González, artista, jubilada, residente estacional en Valdepeñas.