En la casa Arudecas (Cañada de Calatrava) todo son homenajes. Tributo a la memoria de un hermano, entrega a la recuperación del patrimonio histórico, pasión por la familia en forma de esculturas y símbolos arameos, y testimonio directo del legado artístico español de los últimos dos siglos y medio.
Es en una finca de una hectárea al pie del arroyo de Santa María y un inmueble de 1.650 metros cuadrados donde Antonio Ruiz de Castañeda Soliveres ha concentrado su esfuerzo para rehabilitar el espacio histórico, y para guardar un valioso fondo de 200 piezas pictóricas, que empezará a exponer para dar sentido al propio arte.
Este coleccionista ciudarrealeño, abogado de comercio exterior, habla con pasión y proverbiabilidad de su compromiso personal con las artes plásticas, una afición que a lo largo de las dos últimas décadas le ha llevado a atesorar piezas únicas de renovadores fundamentales del arte español y exponentes de las principales vanguardias como Picasso, Miró, Dalí, Manuel Valdés, Pérez Villalta, Mon Montoya o el mismo Antonio López.
Los trabajos de estos nombres, desde el surrealismo, la abstracción, o el realismo, se han ido sumando sin estridencias a obras del precursor de esos movimientos como es Francisco de Goya, hasta conformar la selección pictórica de Ruiz de Castañeda, que desde los próximos días el público tendrá la oportunidad de conocer.
Será con la ‘Colección Arudecas, una mirada al arte español contemporáneo’, una exposición de 90 obras comisariada por Julián Díaz Sánchez, director del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), que se inaugurará el próximo 24 de marzo en el Museo de Arte Contemporáneo ‘El Mercado’ de Villanueva de los Infantes, donde comenzará una itinerancia por la provincia que podría ampliarse a otros puntos de la región (Museo Santa Cruz de Toledo), y de toda España (Museo de la Pasión de Valladolid), e incluso podría recalar en Uruguay (Museo Maldonado).
En esta primera parada, la muestra cuenta con el apoyo del Ayuntamiento de la histórica localidad ciudarrealeña, cuyo alcalde, Antonio Ruiz, estará presente en la apertura de la misma.
Es la forma de que el arte “esté vivo”, aduce Ruiz de Castañeda, o tal vez su contribución a la necesidad humana de luchar contra la muerte (dixit Annette Mesager), porque “una cosa es el fondo de galería, y otra es la obra permanente abierta, así como también se pueden organizar exposiciones itinerantes o acoger en mi casa obra cedida por otros museos para que sea vista”.
Con las adquisiciones de pintura, Ruiz de Castañeda ha emulado la tradición familiar desde hace siglos de reunir mobiliario y patrimonio material de valor cultural e histórico, un quehacer avalado por la ‘Asociación 9915 Coleccionismo, a la que pertenece como coleccionista privado de arte contemporáneo. Precisamente, su mentor, el infanteño Julián Castilla, propietario de la reconocida colección ‘Himalaya’ y directivo de esta entidad, le está apoyando y le ha servido de vínculo para empezar “a mover” sus cuadros.
En un repaso al interesante legado por las diferentes estancias de su finca, Ruiz de Castañeda reclama el valor de los grabados de uno de los autores “que han creado doctrina a nivel mundial” como es Picasso, con piezas de ‘La Suite Vollard’ o la litografía ‘Guerra y paz’, donde aparece la paloma en una imagen de fuerza y gran carga erótica.
También resalta las obras de Miró inspiradas en los animales, ‘La Menina abanderada’ de Manuel Valdés (Equipo Crónica), el Dalí que trata el sexo de manera cruda en los grabados de la serie ‘Roi je t’attends á Babylone’, el particular homenaje de Tapies a Picasso de 1973, un Pérez Villalta que le llegó de Uruguay de la mano de Flavio Pazos Arias, trabajos de Barceló como una estampación a dos caras sobre la figura de un asno de 1991 de Miquel Barceló, o la litografía ‘Egimen’ de 1969 de Eduardo Chillida.
Otra joya que el coleccionista destaca son los grabados de la serie de ‘Los disparates’ de Goya, y ‘La tauromaquia’, otra de sus obras, que reflejan el contexto histórico de la época del pintor, a principios del siglo XIX.
Todas estas obras tienen un sentido pedagógico pues encarnan lo “más enigmático y significativo” de cada autor.
Museo privado
Igualmente, en los fondos de Arudecas hay títulos tan valiosos como ‘La madre’ o ‘Bodegón’ (con sus estudiados membrillos) de Antonio López, ‘El cazador de pulpos’ de Joan Miró, un Manuel Hernández Mompó sin título de 1974, o “La Pique’ (El picador) de Picasso, grabado del que solo se sabe la existencia de dos, una en Londres y ésta de Cañada de Calatrava. Varias de estas piezas fueron adquiridas de la colección particular de la nieta del famoso artista, Paloma Picasso.
“Existe una obra original única, u otra original reproducida, que también sigue siendo arte y mucho más accesible, a la hora de hacer la propia adquisición, los transportes, los seguros y la representación”, señala quien pretende levantar en su casa de Cañada de Calatrava el primer museo privado de arte contemporáneo de Castilla-La Mancha.
Este proyecto es más ambicioso, asegura, y necesita la colaboración de instituciones como la Diputación provincial, además de patrocinadores privados que le ayuden a diseñar un espacio visitable, para todo tipo de colectivos y escolares, en el que disfrutar no sólo de piezas de Rafael Canogar, Eduardo Arroyo, Gordillo, Miró, Mon Montoya, Chillida, Saura, Pérez Villalta, Palazuelo, Tapies, Barceló o Goya, sino para admirar todo el patrimonio familiar de los siglos XVII al XIX que se guarda en los tres salones, once dormitorios y 18 cuartos de baño del inmueble, además de dos porches, unos jardines de 4.500 metros cuadrados con diversa vegetación como nogales, magnolios, cipreses u olivos centenarios (de más de 450 años) y un estanque de piedra de 120 metros.
“Hablamos de una representación muy digna del arte español contemporáneo”, sostiene Ruiz de Castañeda, que tiene la intención de definir el formato más idóneo para realizar visitas guiadas, desde el convencimiento de que “una colección cerrada es una colección que muere”, para lo cual está en negociaciones con la Diputación Provincial de la mano del responsable de Cultura, David Triguero, para cerrar los términos de la colaboración.
Por ello, este apasionado del arte lleva veinte años preparando de manera cuidadosa el interior y exterior del recinto de la población cercana a la capital en una conjunción de estilos que configurarán el proyecto final como galería.
En los espacios abiertos ha instalado un conjunto de esculturas de estilo grecorromano procedentes de España, Portugal, Italia, Grecia , Egipto y China, como la réplica de Amaltea, la ninfa representada con cuernos que amamantó a Zeus, además de otra escultura de mármol italiano que simboliza la lucha “por la supervivencia”, o la imagen pétrea en el Patio de Aromas del mito de Apolo y Dafne, en el momento en que ella se transforma en el árbol del laurel.
Otras figuras marmólicas en el entorno de la casa Arudecas son reproducciones encargadas por la familia del Rapto de las Sabinas, o representaciones de “las cuatro estaciones de los niños”, en homenaje a las nuevas generaciones de los Ruiz de Castañeda (tiene diez sobrinos), además de otras dedicadas a las mujeres de la familia como las alegorías de las tres virtudes, fe, esperanza y caridad.
Por su parte, la piscina, con acceso para minusválidos, está ‘vigilada’ por una composición escultural a modo de fuente, realizada por la doctora Antúnez, una de las restauradoras de la Catedral de Fátima, decorada con hojas de vid y un cántaro, así como en el fondo del agua hay un rosetón de piedra policromado con mármol de Guatemala, negro Zimbabue, crema marfil egipcio y rojo.
Todo el exterior de la finca conforma un espacio único, rodeado por 250 metros de muralla, a la entrada de la pequeña localidad de 100 habitantes, ideal para acoger distintas celebraciones o presentaciones de productos y marcas, tal y como ha proyectado su promotor.
Dentro, pueden encontrarse alguna butaca estilo Napoleón I, un juego coctelería de Christie’s, muebles del estilo Luis XV, de la época en la que su bisabuelo estaba al frente de la Comercial Marítima de Levante, y viajaba por el Mediterráneo y la costa atlántica europea, alfombras, tapices y diverso mobiliario heredado de sus antepasados, además de diferentes colecciones de armas, como un sable de la guardia personal del último zar de Rusia, catanas o sables.
En el comedor para visitas hay un belén “de mi tatarabuelo” expuesto de manera permanente, cuyo nacimiento tiene unas figuras que son reproducciones de Francisco Salzillo, además de un misterio de coral en una sola pieza del siglo XVIII, y una pequeña biblioteca de incunables, entre los que se encuentran los estatutos de la orden de San Juan y de la Orden de Calatrava del año 1650 y un libro prohibido de la Orden de Caravaca de la misma época encuadernado en cuero y pedrería semipreciosas y un cierre con llave que fue forzado.
“Nos hemos sentado en estos muebles, y hemos crecido con la idea de recuperar ese patrimonio y tener sitio para poder vivirlo”, sostiene Ruiz de Castañeda sobre este inigualable legado.
Testimonios históricos
La casa Arudecas es fruto del trabajo que Antonio Ruiz de Castañeda inició hace veinte años cuando compró la finca en Cañada de Calatrava, la dedicó a su hermano Alfonso Ruíz De Castañeda Soliveres fallecido en febrero de 1994 y la habilitó para guardar arte español de los últimos 250 años, en contraste con los estilos más clásicos del valioso patrimonio mobiliario particular de los siglos XVIII y XIX.
Este legado procede, explica el propietario, de las casas de Cartagena, Burgos, Ciudad Real y Santander que cerró la familia, y que ahora constituye una decoración evocadora que sirve de escenario para el arte contemporáneo español más representativo.
Precisamente, en las labores de restauración encontraron testimonios históricos de cierta relevancia, como unas monedas de la época de Juan II de Castilla, padre de Isabel La Católica, que están limpiando.
Para valorar todo este material, y abrir las puertas de la casa como un museo visitable, Ruiz de Castañeda ha contactado con las instituciones, con el fin de realizar un estudio del espacio y su impronta en la historia, en base a los restos que quedan de la población que se llamó Cañada El Moral, y que a partir del Gobierno de Felipe II pasó a denominarse Cañada de Calatrava.