La trasformación que supone la revolución industrial cambia las ciudades, su estructura, su imagen y la forma de vida de sus gentes. Los nuevos materiales como el hierro y el hormigón modifican las construcciones y surgen nuevas estructuras para los puentes y los puertos. Las máquinas se van modificando con nuevos usos, con estructuras cada vez más elaboradas y posibilidades de aplicaciones nuevas y se convierten en elementos admirados y fuente de inspiración para los artistas. La ciudad que sueñan los artistas, los arquitectos y urbanistas es una ciudad en la que la industria tiene un protagonismo esencial y por ello se sueña de diferentes maneras. Y los pintores dejan constancia de la nueva ciudad en la que las industrias con sus chimeneas humeantes forman parte del entorno urbano.
Deineka y Rivera
En países diferentes, perspectivas distintas y por ello Deineka pinta la revolución industrial rusa, el proceso de electrificación del país y la creación de sus fábricas y Rivera en Detroit pinta la gran industria automovilística americana en sus murales. Dos realidades esenciales en el desarrollo industrial de los países: la electricidad como fuente de energía y de modernización de hogares y ciudades y el automóvil como revolución de las comunicaciones y de la imagen del territorio. Dos visiones diferentes en lugares alejados pero que son muestra de avances esenciales en el proceso que inicia la revolución industrial. La energía eléctrica supone un cambio en muchos sectores tanto de la vida privada, como de las ciudades y de la producción industrial Y en las necesidades del trasporte, junto al ferrocarril que ha iniciado su desarrollo a mediados del siglo XIX, el automóvil va a ser el gran motor de la movilidad personal y del desarrollo industrial en diferentes países.
Con todos estos cambios surgen nuevos paisajes industriales, una visión del territorio en la que los elementos construidos, las nuevas ciudades, las grandes líneas de comunicaciones han definido una nueva visión. Y un cambio en el que la presencia de los trabajadores con los problemas que ha generado la revolución industrial ha estado presente en sus formas de organización, en sus vidas y sus reivindicaciones.
El tiempo y los cambios de representación
Un proceso del que la pintura ha dejado constancia de muy diferentes formas y que se puede recorrer a través de obras representativas de los tiempos y lugares en los que el patrimonio industrial está más presente. En el final del XIX los impresionistas pintan los puentes metálicos que la nueva industria del hierro está permitiendo realizar. Pisarro y Monet pintan en las últimas décadas del XIX la llegada del ferrocarril y Van Gogh las factorías de Asnières. Y junto a ello las grandes acererías que representa Lionel Walden en Cardiff o las grandes explotaciones carboníferas de países europeos que Meunier pinta en la zona belga. Las fundiciones como espacios interiores en los que la luz y el color crean espacios de gran atractivo para los pintores dejan paso a las representaciones de las grandes acererías con complejas y grandes instalaciones.
A principios del siglo XIX el ferrocarril se hace presente en numerosos cuadros como los de Baluschek, Bracht o el español Regoyos. Las trasformaciones del paisaje de las grandes explotaciones carboníferas y las fundiciones europeas están retratadas por Meunier y Paulus junto a Charlot. Los arquitectos sueñan la nueva ciudad industrial como Sant’Eliá o Garnier. Propuestas utópicas en las que la fábrica es elemento esencial de la nueva ciudad con las formas que la producción industrial sugiere a la nueva arquitectura. Y el avión ha empezado a estar presente en la iconografía de Malevich y Gontcharova.
El trabajador y la máquina
El trabajador con sus duras condiciones y sus reivindicaciones está presente en las primeras décadas del siglo XX en la obra de Paulus y seguirá en décadas posteriores en reivindicaciones como la huelga en las obras de Laermans de finales del XIX o en la de Deineka, Kolling, Cutanda y Uría o en esa presencia tranquila de Lowry ya en la década de los años cuarenta. Los grupos de pintores que reivindican los derechos laborales se hacen presentes en diferentes países centroeuropeos con la imagen del esfuerzo del trabajo o la imagen de la huelga. En las primeras décadas del siglo XX la atracción de la máquina llegará de la mano de Léger en sus diferentes cuadros que tendrá una prolongación especial en la pintura americana de Scheeler en los años treinta con sus cuadros de las grandes fábricas y de las máquinas de las industrias nuevas en la vida americana. Una representación que quiere ser imagen de la trasformación del país desde las grandes áreas industriales como la electricidad, el ferrocarril o la aviación.
Las dos guerras mundiales del siglo XX tienen su reflejo en las transformaciones económicas y sociales de Europa y de América. Los pintores europeos pintan la realidad industrial de cada uno de los periodos de forma diferente. La pintura europea de Paulus o de Baluschek presenta las duras condiciones de trabajo de las primeras décadas del siglo XX que también refleja Munch. Sironi, Grossberg, Scholz, Gaertner y Wunderwald pintan la industria de las primeras décadas del siglo XX con sus paisajes industriales, sus fábricas y la presencia de los trabajadores.
El interior de las instalaciones industriales
Si Deineka pinta las trabajadoras textiles en 1927, Scheeler está pintado las grandes instalaciones americanas de Ford River. Radziwill pinta en los años 30 la huelga y Benton la construcción de la ciudad mientras Kolling pinta a los trabajadores en el drenaje. Visiones desde diferentes puntos del mundo de una transformación que llega de la mano de la industria. Diego Rivera llega a Detroit para dibujar los murales de la industria del automóvil financiado por Rockfeller y Grossberg está pintando en esta década las máquinas de papel y las de textil. El proyecto americano de la New Deal genera más de 15.000 pinturas que en diferentes edificios públicos hablan del progreso del país y de sus nuevas instalaciones.
Treveyland pinta en Inglaterra las fábricas de cerámica y Sheeler retrata en nueve imágenes casi fotográficas el progreso americano del ferrocarril, de las turbinas y de la aviación. La lucha de los obreros por mejorar sus condiciones continúa presente en las obras de Ben Shan cuya exposición se presenta en estos meses en el Reina Sofia de Madrid. Y las guerras mundiales presentan a las mujeres en las fábricas de armamento como hace Stanhope en 1918, o Charlton en 1943 en la fábrica de paracaídas, mientras Lowry dibuja repetidamente la ciudad de Manchester con su vida cotidiana rodeada por las chimeneas de las fábricas. La aviación se hace presente en numerosos cuadros como instrumento de defensa y destrucción bélica. Y numerosos pintores se acercan a la realidad de los barcos y los puertos.
Así en diferentes lugares del mundo, con diferentes contenidos, la realidad industrial se hace presente en la pintura, documentando un cambio que ha supuesto una trasformación de las ciudades, de la economía y de la realidad social. Un recorrido por obras especialmente significativas que nos permite un acercamiento a este proceso complejo que sigue vivo con una dinámica renovada en nuevos sectores y nuevas formas pero que, por ello, es especialmente atractivo en esta visión histórica que ofrece la pintura.