“Ayer tarde la anunciada y esperada ‘Reunión plástica’ de Almagro se inauguró contando con gran afluencia de público interesado, que siguió, contempló y admiró la obra expuesta, tanto en el Corral de Comedias, como en la sala ‘Fúcares’ de este inquieto Norberto Dotor, que está haciendo, mal que les pese a algunos, de Almagro, además de la capital de tantas cosas bellas y entrañables, la auténtica capital manchega de arte bueno y del arte difícil de la pintura”.
Son palabras textuales que el periodista Emilio Arjona escribió el 14 de septiembre de 1975 en el diario ‘Lanza’, en las que preconizó el prometedor futuro del proyecto cultural nacido en Almagro apenas un año antes, que ha trascendido territorios y etapas históricas y que, a punto de cumplir el medio siglo, sigue en pie, con su alma mater al frente, Norberto Dotor (1948).
Este custodio del arte contemporáneo asegura que no son buenos tiempos para un sector en continua búsqueda de nuevos destinos, actualmente en plena crisis, debido a la “deshumanización de las enseñanzas y el desinterés de las instituciones públicas por las nuevas miradas plásticas”.
Para superar el bache, agravado por la crisis sanitaria del coronavirus, el conocido galerista ha optado por la fórmula que mejor domina, como hasido montar la exposición ‘Desembalaje o como compartir la memoria de una galería’, comisariada por el crítico de arte Luis Francisco Pérez, con parte de sus fondos particulares para la venta.
Del éxito de la envidiable muestra -se inauguró el 18 de diciembre y su cierre, previsto para el 22 de enero, se ha alargado hasta el 19 de febrero- dependerá que la prestigiosa sala del número 3 de la calle San Francisco de la ciudad encajera pueda mantener viva su programación y pueda seguir siendo faro ilustrado de los movimientos artísticos de la vanguardia muchas décadas más.
Se trata de “una admirable reunión de magníficos trabajos que pertenecen a lo mejor del arte español durante las últimas décadas, y no únicamente artistas nacionales (también internacionales)”, señala el comisario, que Dotor completa con una explicación más pragmática: “he sacado parte de mi colección para sacar dinero y que la galería sobreviva”.
Entre los numerosos trabajos que el galerista expone hay creaciones de distintos tamaños y texturas, composiciones innatamente provocadoras del pensamiento y gratamente estéticas, pero todas de gran calidad y poso artístico con base reflexiva.
Dotor presume de nombres como Pedro G. Romero -tiene una exposición en el Reina Sofía-, el inconfundible ciudarrealeño José Ortega “que se nició conmigo”, Bonifacio Alfonso, iniciado en el grupo de Zóbel en Cuenca en los años 60, el uruguayo Carlos Capelán, que reside en Estocolmo, Ignacio Tovar, Joaquín Sáez, Pep Agut, que “empezó aquí”, Mon Montoya, Juan Muñoz, uno de los más cotizados, o José Caballero, el pintor de ‘La Barraca’ de Lorca.
Chema Cobo, Pello Irazu, Ferrán García Sevilla, Rafael Alberti, Teresa Lanceta, Juan Ugalde (que cuelga en la galería madrileña Moisés Pérez de Albéniz), Rafael Agredano, o Alicia Martín son otros nombres que pueden encontrarse en esta muestra ‘perfomance’, que se exhibe con todo el esplendor del valioso conjunto.
Y también hay piezas de grandísimos artistas extranjeros a precios muy asequibles como Joseph Beuys, Thomas Grünfeld, Cándida Höfer, Vincenzo Castella, o Jiri Dokoupil.
A la espera de celebrar las bodas de oro de actividad, ‘Desembalaje’ ha sido planteada como un viaje que transita entre un soñado impulso para el futuro de ‘Fúcares’, y el acervo de sus 48 años de vida, que supuso la apertura de Almagro a la modernidad.
Inicios
La ciudad del teatro vio nacer a Norberto Dotor hace 74 años, activista de la cultura en general, y del arte contemporáneo en particular, una pasión que le llevó a apostar por promesas como el entonces desconocido Miquel Barceló.
Su gusto por la pintura lo cultivó en primera persona con la pintura de una serie de cuadros en su época juvenil, con buena acogida entre sus paisanos. “Cuando me fui a la mili pintaba y cuando vine mi madre había vendido todos cuadros en la tienda de comestibles que tenía”.
Fue un acercamiento personal muy prometedor con el arte más novísimo que, con la abstracción y otros movimientos conceptualistas, empezó a teñir de colores la España del tardofranquismo.
El pintor en ciernes estudió Turismo y ante la ausencia de figuras laborales para la promoción del patrimonio de interior de la comarca, decidió montar la galería, una salida laboral inédita en su entorno. Corría el año 1974 cuando el 24 de octubre abrió la sala con el reconocible nombre de la familia de banqueros alemanes del siglo XVI –Fugger- a Almagro. ‘Fúcares’, la galería decana de la región, fue desde el minuto 1 polo del arte más innovador, y sus inmediatos triunfos atrajeron a galeristas de Madrid y Barcelona y, por supuesto, a los nombres de más peso en un sector que entonces empezaba a alzar la voz en el entorno sociopolítico que vivía.
“Alquilé un local por 400 pesetas enfrente de la actual galería (número 2), y no sabía cómo iba funcionar. Con las 15.000 pesetas que me dio mi padre compré una maqueta roja usada de un pub, y pinté de blanco unos flexos para iluminar el espacio”, recuerda Dotor.
Sin más dilación, se hizo un hueco y apenas con las primeras temporadas de gestión “empezó a tomar cuerpo” y proyección. La actividad fue intensa y arriesgada y las exposiciones reunieron tanto a artistas locales y provinciales -como Vela Siller, Gloria Merino, Francisco Valbuena-, como de otros territorios, con presencia de nombres como el escultor Pablo Serrano, José Antonio Pérez de Vargas, Eduardo Rovira, Joan Zúñiga, Juan Gutiérrez Montiel o la parisina Tatiana.
Lo Kitsch en Almagro
Pero Dotor fue más allá y apostó por montajes originales, incluso provocadores, dentro de su concepción pedagógica de llevar el arte más innovador al público, tal como fue la muestra con que cerró el primer curso como galerista. Titulada ‘Lo kitsch en Almagro’ podría haber sido una propuesta controvertida, dado que corría el año 1975, pero inopinadamente fue exitosa y resultado de un trabajo colaborativo.
Por el lado académico contó con el asesoramiento de Juan Antonio Ramírez, catedrático de la Universidad Complutense y experto en el movimiento, mientras que en el lado organizativo atrajo el interés de tres de sus vecinas y un sacristán.
La exposición se estructuró en tres espacios, lo público, lo íntimo y lo religioso, y al margen de miradas recelosas, su visionado fue didáctico porque “se empezó a utilizar un término que no deja de ser entrañable”, al formar parte “de un engranaje visual y colectivo de una época”.
En el escenario de este horror vacui (miedo al vacío) particular no faltó la televisión, ni las muñecas de cerámica al estilo de las negritas de Carmen Miranda, ni las fotos de sus propios padres tras su boda, o de él mismo en su primera Comunión, como muestra de los ritos religiosos, además de una alcoba, con una cama y una llamativa manta, y una Santa Cena en bajo relieve que se iluminaba.
Muy propia fue también una banca con cojines de ganchillo y un botijo sobre un platillo y el pajarito de plástico en el pitorro.
Y la acogida no fue sólo exitosa en un mundo cultural supuestamente tamizado a nivel popular, sino entre la vanguardia cultural: “trascendió mucho en la prensa nacional” y una galería madrileña montó una réplica de la exposición, con un desfile y un concurso al mejor modelo kitsch, cuyo jurado estaba compuesto por Gloria Fuertes y Gregorio Prieto. El premio fue pasar un fin de semana en el Valle de los Caídos.
La escritora y coleccionista malagonera Ana Moyano escribió sobre esta original propuesta en Lanza y destacó en un artículo del 3 de julio “el eco” de una idea “que anteriormente nunca se había celebrado en España, una exposición tan original”. Atrajo, según recogía el diario, a críticos como Campoy Castro Arines, Chevarri, a los directores de las galerías Kreisler de Madrid y de Laietana de Barcelona, y al mencionado profesor de Barroco de la Universidad de Madrid, Juan Antonio Ramírez. “Pienso, señaló Moyano, que es muy interesante, ya que lo kitsch es algo muy desconocido, pero que tuvo su tiempo, su época, aunque ahora a nosotros nos parezca cursi y divertido”.
Dinamismo cultural
Quien fuera representante del recordado cantaor de flamenco José Meneses recuerda el dinamismo cultural y artístico de los años 70, 80 y 90 en su galería, una de las más veteranas, que mantuvo durante décadas simultáneamente con su segunda sede en Madrid, abierta en 1987, que cerró con la llegada de su jubilación.
En las décadas finales del siglo XX “venían profesores de los colegios de Almagro con sus alumnos”, rememora el coleccionista, que despertaban un interés intelectual en los jóvenes, así como nombres como Miquel Barceló o José Ortega pasaban temporadas en la localidad, en una casa que el propio Dotor tenía alquilada en la Plaza Mayor para acoger a sus artistas, y por la que incluso pasó Manuel Marín, quien fuera presidente del Congreso de los Diputados, fallecido hace un lustro.
Por ello, el prestigioso galerista lamenta que esta efervescencia cultural haya ido perdiendo fuerza, en buena parte “por la eliminación de la filosofía y la falta de atención a las enseñanzas de las humanidades”, que “enseñan a pensar y a conocer nuestra historia”.
A su juicio, los cambios de modelo educativo y la desaparición del contacto directo de los escolares con las propuestas culturales, además de la influencia de las nuevas tecnologías y otros gustos menos reflexivos, han hecho que las nuevas generaciones se hayan alejado del gusto por el arte contemporáneo.
Este fenómeno se ha reflejado en su cartera de clientes, con una evolución “hacia atrás”. Así, si “a principios de los 80 teníamos dos millones de pesetas de suscripciones de gente de la zona que pagaban un dinero al mes, y cuando había exposiciones, venían y elegían los trabajos que les gustaba”, ahora “tenemos a cuatro”, deplora.
También critica “las políticas de artes plásticas que se hacen en la región”, que frente a la promoción de herramientas -como su galería- para “generar contexto y debate”, “se ha impuesto el cortoplacismo”, una posición que directamente “influye en los impactos visuales y sociales”.
“Tienes que sembrar para recoger, reflexiona Dotor junto a sus obras apiladas en la pared-, pero hemos ido en retroceso”, con “el agravante” de la irrupción de la pandemia de la Covid-19, y su huella que “se ha dejado notar en los malos momentos que estamos pasando”.
En este contexto, denuncia que Castilla-La Mancha haya sido “la única comunidad autónoma que no ha presupuestado ni un céntimo para el sector”. Su hermana, Paloma Dotor, que es ahora la titular de la galería, sí ha recibido ayudas como autónoma.
Dotor se queja igualmente de las ausentes visitas institucionales, tanto a nivel municipal, como provincial y regional, que visualiza “la pobreza estructural del arte”.
Las manifestaciones artísticas, en su opinión, son “igual de importantes que la geografía o las matemáticas”. El arte “ayuda a dimensionar, enriquecer y engrandecer nuestra imaginación”, agrega, y la creatividad impulsa la “búsqueda de alternativas ante la realidad”, además de “ayudar a mirar, que no es lo mismo que ver”.
Por ello, insiste en cuestionar a quienes se alejan “del análisis coherente, enriquecido con el debate o con otras opiniones contrastadas, que es lo que falta una sociedad educada y sensible al arte”. La educación, para ello, es vital, a su juicio, porque hay que crear escuela y “si quiero que mi hijo desarrolle el oído, habrá que enseñarle a escuchar a Bach o a Mahler”.
En su amplia reflexión, Dotor asegura que “todo se educa”, desde el ojo, a la mente y el gusto. En este sentido, echa en falta un centro público de arte contemporáneo regional “que alimente el contexto y el debate”, frente “al privado (Centro de Arte Moderno y Contemporáneo de Castilla-La Mancha -CORPO-) en Toledo y en Cuenca que cuesta un dineral, como el empleado en los graffitti de los silos”.
Por medio mundo
El galerista almagreño habla de su propia trayectoria profesional, tras salir de la región y “moverme a pelo, sin ayudas institucionales, por el mundo del arte en medio mundo”.
Recuerda su colaboración con la Junta de Comunidades como comisario de un par de exposiciones, una del surrealista Benjamín Palencia en la etapa de los años 30, y de su intención frustrada de montar una exposición con nuevos nombres salidos de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca “para que surgiera el espíritu generacional fresco”.
La apertura en el 87 de otra sala en Madrid reforzó el carácter internacional de su labor, con “más ventas y otros contextos”, con viajes a muestras en Chicago, Nueva York o Turín, como la destacada Art Basel, la feria de arte contemporáneo que cada año se desarrolla en Basilea (Suiza), Miami Beach (EEUU) y Hong Kong (China), además de participar en la española ARCO y formar parte de su comité organizador.
De entre los nombres con los que ha trabajado, destaca a Barceló, siempre referente, el expresionista almeriense Abraham Lacalle, el renovador madrileño Miguel Ángel Campano, el puertollanense Manuel Prior, el expresionista José Guerrero en 1979, o el arrobeño representante del Realismo socialista de la posguerra española Pepe Ortega. Precisamente, este artista protagonizó la inauguración del cambio de sede de ‘Fúcares’, del número 2 al 3, en 1980 con una retrospectiva de sus obras en estos dos espacios y en la Iglesia de San Agustín.
Presume del eco en la última edición del Festival de Teatro Clásico la Galería de Arte Fúcares de las propuestas de más de medio centenar de artistas que reunió con obras inspiradas en el emblemático bodegón ‘El Cardo’ de Sánchez Cotán, que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Granada.
A su juicio, esta original muestra estimulada por una de las obras del monje cartujo de Orgaz “debería haber sido itinerada”, y debería haber atraído la colaboración pública.
50 años en la ínsula Barataria
Pero ante un presente en parálisis, Dotor ya trabaja en otro hito, el que marcará toda una vida de la emblemática galería. Será en el año 2024 cuando sople el medio centenar de velas y abra una muestra ‘de oro’ que se titulará ‘50 años en la ínsula Barataria’.
Sin desvelar el nombre de quién la va a comisariar, ni los artistas que serán invitados a crear obras inspiradas en la trayectoria del espacio, “estarán los habituales con los que trabajamos”, Dotor avanza que los creadores serán invitados a reflexionar sobre “una parte de su memoria y de la soledad de su tiempo cuando abordan un trabajo”. La colectiva será la metáfora “de su propia ínsula”, con nombres novísimos y otros más veteranos.
