Hitler llegó a en un tren especial a la estación de Kainzenbad. Sin entretenerse, se dirigió a Garmisch-Partenkirchen. Era el 6 de febrero de 1936, el día de la inauguración de los IV Juegos Olímpicos de Invierno. Por entonces, el país que organizaba los de verano, también lo hacía con los de invierno. Garmisch-Partenkirchen eran una prueba, y una de fuego, para los de Berlín. Unos meses antes de su celebración, un reportero británico difundió una fotografía en la que se podía ver el cartel del club de esquí de Garmisch-Partenkirchen con una “adenda” en la que se leía “No se permiten judíos”. Por miedo a que no acudieran a Berlín muchos comités olímpicos, hubo una especia de “operación limpieza”. Adolf Wagner, uno de los gerifaltes nazis, ordenó que se retiraran todos los símbolos anti judíos.
Hitler llegó a las 10:55 y fue recibido con “un huracán de alegres voces gritando: Heil”, si hemos de creer el informe oficial, que recoge Der Spiegel en un artículo titulado “La estación de esquí alemana que reprime la memoria de los JJOO de inverno de 1936”. Hay una foto de Hitler en un precioso Mercedes descapotable, matrícula A 22006, en pie, con ese amago de saludo que gastaba, el brazo en 90 grados, remedo del que da la mano floja, sin fuerza, abrigo largo de cuero y corbata, flanqueado de brazos arriba y banderolas nazis.
En la ceremonia de apertura 1.100 atletas y técnicos marcharon en el estadio en una mañana de temperatura sorprendentemente templada. Entre ellos, seis españoles. Entre ellos, Enrique Millán Alarcón, nacido y criado en Campo de Criptana. Sí, en Campo de Criptana, provincia de Ciudad Real, famosa por sus molinos, por su Sara Montiel, por su Luis Cobos, pero no por su nieve. Enrique Millán fue el primer olímpico ciudadrealeño y el único, hasta el momento, que ha participado en unos Juegos de invierno.
Un manchego de montaña
Enrique Millán tenía 28 años cuando compitió en Baviera. Había nacido el 9 de febrero de 1908. No tenemos demasiados datos sobre su infancia, pero sí sabemos, gracias al trabajo del historiador del olimpismo Fernando Arrechea, que contó con la colaboración de José Flores Sánchez-Alarcos, que tiene un blog muy documentado sobre Campo de Criptana, que Enrique Millán Alarcón fue el menor de tres hermanos. Según Flores, el mayor de ellos, Jerónimo, fue abogado y administró la bodega que tenía la familia en la calle de las Flores de la localidad manchega.
Enrique Millán se trasladó a Granada para estudiar Medicina, donde se aficionó al esquí. Quizás lo hiciera antes, si hemos de creer al autor de Deportistas andaluces en los Juegos Olímpicos de la Era Moderna, donde hay una entrada dedicada a Enrique Millán. En ella se lee que desde muy joven participaba en la “Semana Deportiva” que se organizaba en la ciudad andaluza. “Se conoce que corre en pruebas infantiles y cadetes, tanto en el ámbito provincial como territorial”, dice el citado artículo. Claro, que también explica que nació en Granada y cosas como “Sus primeros aprendizajes fueron gracias a la ‘escuela familiar’ y la ‘escuela del entorno’, presididos por el juego, el divertimento, el disfrute y el deseo de aprender para dominar el medio en el que se encontraba periódicamente”. Eso, después de afirmar que no conoce la fecha de nacimiento por “falta de documentación y fuentes vivas”.
El caso es que más que probablemente nuestro hombre compitió con el Club Penibético y la Sociedad Sierra Nevada, siempre con el esquí de fondo como especialidad.
Enrique Millán debió de cambiar de ciudad y de carrera. Se mudó a Madrid y estudió Farmacia. En la capital abrió una farmacia. Y de Sierra Nevada pasó a Guadarrama y Gredos, lugares predilectos de la Sociedad de Alpinismo Peñalara, fundada en 1913. Enrique Millán pasará a ser un “peñalaro”, pero no uno más, sino uno de los más destacados.
El 6 de marzo de 1931, el criptanense se proclama campeón de España. Lo hace en un torneo internacional que se disputa en Guadarrama, donde acuden los campeones franceses y austriacos. La prueba, que organizó el Peñalara, estuvo muy marcada por las malas condiciones climatológicas, que obligaron incluso a cambiar el itinerario. “En total, unos 18 kilómetros”, nos dice la crónica de La Libertad, ilustrada, por cierto, por una foto de Alfonso, el más conocido de los fotógrafos de la época, ciudadrealeño accidental, pues nació en la capital, donde actuaba su madre.
Aquel día, Enrique Millán fue el primer español con un tiempo de 1:46:46, aventajando en menos de un minuto a otro “peñalaro”, Teodoro Martín, que paró el crono en 1:47:30. No fue, ni mucho menos el primero, porque la prueba la ganó el austriaco Poumgarten con un tiempo de 1:22:25. El campeón de Francia, Barthet, fue segundo, con 1:41:51, seguido de su compatriota Davos, con 1:42:57. Millán fue cuarto.
No sería su único campeonato de España, porque el esquiador criptanense iba a repetir tres años después, en 1934. En esta ocasión fue el 2 de marzo, también en Guadarrama y también organizado por el Peñalara, aunque ese viernes sí hizo buen tiempo. Ganó Enrique Millán con un tiempo de 1:54, seguido del asturiano Jesús Fernández con 1:57 y del también “peñalaro” Félix Candela con 1:58.
Millán estaba en lo más alto del esquí nacional y se mantuvo entre los mejores por más de un lustro. En 1936 le llegó la oportunidad de formar parte del equipo español que iba a participar, por primera vez en su historia, en unos Juegos Olímpicos de Invierno. Seis fueron los elegidos. Los hombres participaron todos en la prueba de fondo, los 18 km, aunque en el Comité Olímpico Español aparece solo 15. Fueron convocados los “peñalaros” Enrique Millán y Tomás Velasco, el asturiano Jesús Suárez y el catalán Oriol Canals. Las mujeres, Margot Molés y Ernestina de Herreros, participaron en el descenso. Todos ellos dirigidos por Neuer, el entrenador del equipo español.
Llegó el día
No era martes 13, pero para Millán el jueves 13 de febrero de 1936 fue igual de aciago. Era el día más esperado. Garmisch-Partenkirchen había dejado de ser un escenario más de representación política y el deporte había tomado el testigo. Era el día de España, el del esquí de fondo. Lo mejor es escuchar a Juan Fina, a la sazón corresponsal especial en Garmisch-Partenkirchen para el Mundo Deportivo: “Salieron cuatro españoles y llegaron tres. Millán vino caminando por el margen del recorrido cuando llegaban los últimos, con el esquí roto y, él, cariacontecido. El chico está muy apenado porque su desgracia ocurrida dos o tres kilómetros de la meta, le Impide participar con sus compañeros en esta primera clasificación olímpica. Su carrera tenía la regularidad de los otros e indudablemente estaría también muy cerca de ellos en esta clasificación tan explícita, que denuestra — a pesar de que salieron todos ellos muy espaciados y cara al viento- como están de niveladas las fuerzas entre los bien elegidos representantes de España en su debut olímpico de ski”.
Efectivamente, la primera, y única, aventura manchega en los Juegos Olímpicos de invierno, terminó caminando, con los esquíes en los hombros de Enrique Millán, el criptanense que levantó molinos en la nieve.
Velasco, que era el campeón de España, fue el primer español. Entró en la meta en el puesto 62 de la prueba de fondo, porque aquello era un lío, ya que además de los fondistas, había corredores que competían para puntuar en la combinada. Teniendo estos en cuenta, Velasco fue el 92. Suárez entró justo detrás de Velasco, mientras que Canals fue el 65.
Los españoles no regresaron directamente, sino que poco después se desplazaron a Chamonix (Francia), para disputar el Campeonato del país galo, abierto a los extranjeros. Allí, el mejor fue Suárez, que después, durante la dictadura fue presidente de la Federación Norte. Terminó el 27º. Millán fue 37º.
La Guerra
Restaba muy poco para que España se rompiera por la mitad en la guerra más incivil que le ha tocado vivir. Fue también el final de la carrera deportiva de prácticamente todos los participantes en Garmisch-Partenkirchen, pioneros del esquí, entre los que se encontraba un peculiar manchego.
Después de la Guerra Civil, Enrique Millán es elegido para dirigir un equipo en Granada, de la Sociedad de Montaña Mulhacén. Se formó una escuela que dirigió Millán, si bien esta información procede del citado Deportistas andaluces en los Juegos Olímpicos de la Era Moderna, que ya sabemos que no es una fuente demasiado fiable en lo que respecta a nuestro hombre, un criptanense peculiar, uno que no ha recibido el reconocimiento que se le debe en su localidad y en la provincia, un gigante no demasiado grande sobre esquíes, nuestro primer olímpico.