La Asociación de Industrias Vitivinícolas Europeas (AIVE) ha vuelto a movilizarse en torno a una de las demandas que más ha reclamado en su trayectoria, como que el vinagre sea definido oficialmente “como producto vinícola”, derivado de la fermentación del vino, y que se amplíe su cartera de usos.
Se trata de una reivindicación que centra el recurso de alzada que ha presentado la asociación contra el Ministerio de Sanidad por silencio administrativo, tras la falta de respuesta de éste a la reclamación que interpuso el pasado agosto para que el departamento ministerial impulsara una nueva definición y regulación del vinagre.
Al parecer, según el presidente de AIVE, Lorenzo Delgado, “hasta la fecha no ha habido pronunciamiento o resolución alguna” de Sanidad.
El desarrollo de la petición conllevaría, según este portavoz, la modificación de los reales decretos de 661/2012 de 13 de abril, y 1334/1999, de 31 de julio, y el restablecimiento de algunos puntos de la Ley del Estatuto de la Viña, del Vino y de los Alcoholes, extremos no abordados por la administración.
Por ello, la entidad de los industriales que preside Delgado ‘vuelve a la carga’ para pedir dichas modificaciones en la vía administrativa “que no está agotada”.
Delgado cuestiona que los alcoholes de remolacha o de maíz sean llamados “vinagres de alcohol” y asegura a este diario que “es un engaño al consumidor, que tiene que aclararse”. Insiste que “el vinagre sólo puede estar fabricado con vino”. Por ello, explica, que esta denominación “debería estar prohibida” para los derivados así llamados que no están elaborados a partir de la fermentación del vino, y que, a juicio de dicha organización, deberían llamarse “acéticos”.
El uso “irregular” de la palabra vinagre “es un acto de competencia desleal”, según Delgado, además de “un acto de engaño y perjuicio al consumidor”, al no mostrar “con claridad la procedencia del alcohol” en las etiquetas.
“Es como si el aceite de oliva se mezclara con los de orujo o palma, al margen de lo que ponga en las indicaciones”, señala, al igual que debería “ser obligatorio” que las bebidas espirituosas, como la mistela, el vermú, el orujo o la ginebra, utilicen derivados del vino y no alcohol industrial. “Es otro engaño”, insiste.
Estos productos, con más de 1,2 grado alcohólico, “no incluyen en su etiquetado la lista de ingredientes” y, por tanto, para AIVE, “es una ocultación de información esencial” al comprador, que tendría que saber que estas bebidas pueden “ser perjudiciales para su salud”.
Respecto a la chaptalización, otra de sus luchas, piden que se añada mosto concentrado de uva, una adición “beneficiosa para el consumidor y para el sector”, frente a otros componentes azucarados
“Defendemos la calidad alimentaria y no las falsedades al consumidor”, reitera Delgado en sus declaraciones.