En casa, recuerdo, teníamos una radio sobre una repisa en la “cocinilla”. Yo no alcanzaba a ella y no recuerdo llegar a cambiar sus emisoras. Mi padre solía “encenderla” para escuchar algún noticiario durante las comidas: ¡Vamos a poner el parte a ver qué nos cuentan!, solía decir… “Radio Nacional de España”, la única que se escuchaba algo mejor, que finalmente terminaba yéndose de emisora, haciendo ruido y apagándola: ¡Mira, no quieren que nos enteremos de lo que pasa!, comentaba con reparo. ¡A ver si un día con tiempo buscamos “La Pirenaica” y nos enteramos de lo que pasa por el mundo! se remediaba. Yo en realidad no entendía y no era consciente de lo que pasaba, ni a qué se refería mi padre.
Pero, sobre todo, no era consciente, de lo que había pasado anteriormente, y no hacía tanto tiempo, que era el quid de la cuestión y a donde mi padre quería llegar con su reproche: Había una gran desinformación, y fue siempre una curiosidad y una incertidumbre, silenciada y ocultada por el régimen: averiguar, poder saber, qué sería de aquellos exiliados que habían salido tras la Guerra y tras de las fronteras, fuera de su querida España… Y, que, en sí, eran los que estaban detrás de La Pirenaica y de todos aquellos Republicanos que, después de aquella guerra cruenta: ¡de aquella ofensiva y de aquel agravio al pueblo español! en los que se vieron envueltos, seguirían luchando como refugiados, (unos en el ejército francés y otros recluidos en los campos de concentración), con el mismo fin y contra el mismo enemigo en la II Guerra Mundial: la amenaza Nazi y el Fascismo fanático, que empezaba a expandirse por toda Europa. Y, que, incluso por esos avatares del destino, algunos de estos exiliados republicanos españoles, también llegarían a enfrentarse contra La División Azul franquista, que, en su incongruencia y desvarío, fue la expedición con la que el dictador quiso apoyar a la Alemania Nazi y devolverle el favor a Hitler…
¡Todo un despropósito y una tiranía elevada a su máximo exponente! Un capítulo paradójico y sin desperdicio de nuestra ignorada, y no tan lejana, historia de España. ¡No me extraña que mi padre quisiera escuchar La Pirenaica!, y que estuviese intrigado por el destino y la suerte, tan terrorífica y tan dramática, que pudieran correr aquellos expatriados españoles: Hubo siempre una gran desinformación, urdida y maquinada por el régimen. Memoria que, hasta nuestros días y en nuestra Democracia, aún no hemos sabido restablecer, y aun no se les ha reconocido su dignidad: ¡Su gran valor y la firme lealtad que mantuvieron a su pueblo y a su gobierno democrático! ¡Su lucha y, en parte también, su victoria contra el fascismo!, aunque aquí no tuviésemos esa suerte y no llegase a cruzar las fronteras: La memoria se vuelve frágil y olvidadiza con el tiempo, se desvirtúa y se pierde, (si es que alguna vez se tuvo). Sí, fuimos la excepción que confirma la regla: y aquí nos quedamos, bajo su mandato y la tiranía de su dictadura, aislados del resto del mundo y de las democracias europeas. 40 años fue el despotismo de su régimen, su vilipendiado arresto y las constreñidas consecuencias, que aún no hemos conseguido restaurar: ¡digerir, superar, a pesar de nuestra consolidada Democracia!
La historia suele ser apasionante a pesar de sus efemérides a veces denigrantes, infames y tenebrosas. La historia es historia a pesar de sus detrimentos, atrocidades e incongruencias. La historia es historia, memoria de lo acontecido. Memoria que no debemos olvidar, y de la cual debemos aprender, para no reincidir en los mismos errores y, sobre todo, en los terroríficos horrores de las guerras. La historia debe ser crítica y fehaciente con los acontecimientos. Por eso las democracias, las consolidadas Democracias al contrario que las dictaduras, deben ser honestas y hacer justicia: ¡Reparar la Memoria Histórica! y restablecer la dignidad de aquellos patriotas leales a su gobierno, que lucharon y dieron su vida por la libertad y la democracia de este país, siendo silenciados, denigrados y vilipendiados por la opresora dictadura franquista.