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Mi ciudad-isla de amor y llanto

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Joaquín Brotóns Peñasco en su nombramiento como Hijo Predilecto de la Ciudad de Valdepeñas / Lanza
José Agustín Blanco Redondo
La Comisión de Cultura del Ayuntamiento de Valdepeñas acordó, en el pleno del 8 de agosto de 2023, nombrar a Joaquín Brotóns Peñasco “Hijo Predilecto de la Ciudad”. El acto de entrega de este merecido reconocimiento tuvo lugar, durante la noche del 1 de septiembre, en el patio de las Bodegas A7. La misma distinción fue otorgada a Jesús Merlo, expresidente de Cruz Roja Valdepeñas.

    Joaquín ya recibió en 2014 y de manos de Jesús Martín, alcalde de Valdepeñas, la Medalla de las Letras Juan Alcaide, por lo que este nombramiento de Hijo Predilecto enriquece la trayectoria literaria y personal del poeta.

    Joaquín Brotóns es el poeta de la soledad y la nostalgia, del amor y de la vida, de la belleza y la melancolía, de la concordia y la libertad, pero también es el poeta de Valdepeñas. Joaquín es un enamorado de su ciudad natal. En su valiosísima producción poética son frecuentes las referencias a Valdepeñas, bautizada por él con diferentes y siempre líricas palabras: ciudad-destino, mi Alejandría, ciudad-isla, mi ínsula báquica… Como ejemplo, su poema en prosa Said comienza con estas líneas: “La vendimia ya había comenzado y Valdepeñas era un gigantesco lagar que olía a mosto fermentado y que inundaba con su perfume mi amada ciudad, mi ínsula báquica”. Su poema Indecisión termina con los siguientes versos: “Y me quedé a vivir un exilio en soledad/ el destierro interior/ de la amada tierra que me vio nacer;/ me vi atrapado/ por la compleja y extraña/ red de las raíces”.

    En el poema Joaquín Brotóns en su ciudad natal encontramos una sensorial descripción de Valdepeñas: “Duerme la ciudad-isla./ Los últimos bares/ han cerrado sus puertas”, “…por las largas y silenciosas/ calles de la ciudad amada,/ por plazas,/ parques/ y callejuelas/ perfumadas de vino-mosto…”.

    En Fidelidad a la raíz nos muestra sus sentimientos con una belleza íntima, crepuscular, abrumadora: “Poco a poco/ te has ido quedando solo,/ anclado/ en el puerto de tu ciudad-destino,/ aislado en tu Mediterráneo de viñas,/ como un náufrago/ que es empujado por la marea/ a una desconocida y bella isla,/ solitaria…”.

    Los primeros versos de “A Leopoldo Lozanose encienden, quizá, con la luz sesgada de la tarde, de una tarde en su ínsula báquica, en una taberna de su Alejandría de la Mancha: “Te recuerdo en Valdepeñas,/ en una luminosa y solitaria taberna,/ compartiendo con un grupo de jóvenes amigos/ el dorado vino de los dioses”. Y en su poema Para Valentín, nos ofrece esta reflexión sobre el amor y sus incertidumbres: “Y qué me retiene aquí, en mi ciudad-isla”.

    En las publicaciones en prosa y en sus artículos de opinión, Joaquín Brotóns ha procurado siempre enaltecer y divulgar la historia, el legado artístico y los valores culturales —incluyendo el universo del vino— de su ciudad natal.

    En su obra El vino de Valdepeñas en las tabernas de Madrid, Joaquín reconoce el extraño influjo que, desde su niñez en Valdepeñas, el mundo del vino ha ejercido sobre él. Esta publicación es una muestra de su afán por exaltar la tradición del consumo del aloque —o del “néctar sagrado”, como él lo define en su obra—, en la Villa y Corte, a través de un itinerario báquico por tascas, mesones y tabernas.

    Según declaró Joaquín en una entrevista a un medio de comunicación durante el mes de agosto, este nombramiento como Hijo Predilecto era un reconocimiento total a su trayectoria literaria y profesional. Un reconocimiento por ser amante de Valdepeñas. Afirmó que llevaba cuarenta y cinco años publicitando su ciudad en unos dos mil artículos de prensa escritos sobre Valdepeñas, sobre sus bodegas, vinos y museos.

    Y es verdad. Claro que lo es. Sus artículos de opinión aprecian y divulgan el bagaje artístico, histórico y etnográfico de la ciudad y su autor nos ofrece el acierto lírico de denominar a Valdepeñas “mi patria chica, mi Atenas, mi Alejandría, mi ínsula báquica, mi ciudad isla, tierra de grandes viñedos, patria chica de Juan Alcaide, Gregorio Prieto, Francisco Nieva, Sagrario Torres, Tomás de Antequera… Mediterráneo de viñas en la que la milenaria y dionisíaca cultura del vino es arte pleno, sublime. Mi ciudad-isla de amor y llanto”.

    Matías Barchino —catedrático de Literatura Hispanoamericana en la UCLM—, escribe, en el prólogo de la recomendable obra Joaquín Brotóns “Selección”, que nuestro vate “se ha convertido en poco menos que en el poeta por antonomasia de Valdepeñas, su ciudad”.

    Quiero sugerirles, además, que lean Pasión y vida. Antología (1977 – 2017), una muestra representativa de la obra de Joaquín Brotóns que incluye la rigurosa introducción escrita por el poeta, narrador, ensayista y profesor manchego Pedro Antonio González Moreno. Pedro Antonio define a Joaquín como “un poeta sin corazas que en cada verso ha ofrecido lo mejor de sí mismo porque suya es la expresión de la autenticidad…”

    En el artículo de opinión A propósito de Pasión y vida, de Joaquín Brotóns, el escritor Alfonso Manzanares Garvín afirma que “otra de sus características es que lo mismo que don Quijote veía gigantes en los molinos y ejércitos en los rebaños, él proyecta sobre nuestro sufrido paisaje el concepto ideal de la belleza helénica. Ve en su Atenas de La Mancha una arquitectura de templos, academias y ágoras donde hay bodegas y museos”. Añade Alfonso Manzanares unas palabras escritas por Joaquín y que manifiestan, por si hubiera alguna duda, el engarce anímico, inquebrantable del poeta por su tierra, por Valdepeñas: “La gloria, la verdadera gloria, es estar aquí, en mi pueblo, donde están mis raíces y la gente que me quiere de verdad”.

    Joaquín Brotons es el poeta del amor. Y su talento lírico deslumbra cuando lo define con estos versos: “El amor es una estatua de bronce fundido,/ es una escultura/ inamovible, serena como el fuego…”

    Estamos, tal y como lo definió Francisco Nieva, ante un poeta audaz y comprometido, pero creo que también ante un poeta de su tierra. Y su ínsula báquica, su Alejandría de La Mancha, su ciudad-isla de amor y llanto, ha acertado al entregar su reconocimiento, su cariño, su admiración y su lealtad a la inabarcable dimensión lírica y humana de Joaquín Brotóns, el poeta de la concordia, de la soledad, de la evocación, de la autenticidad y de la vida. El poeta del amor. El poeta de Valdepeñas.

     

     

     

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