Yo le conocí personalmente la mañana del entierro del gran cervantista Luís Astrana Marín. Era un día otoñal y en el cementerio había muy poca gente. Recuerdo que entre aquel reducido grupo de admiradores se encontraban el poeta Federico Muelas, al que yo acompañaba, y el citado Victorio Macho. Viendo tan desolado panorama, el célebre escultor pronunció estas rotundas y dolientes palabras: ”Áspero pueblo, ingrato pueblo, así despides a tus hombres ilustres”.
Dos grandes amores fueron creciendo en la vida de Victorio Macho: su amor a Toledo y a Iberoamérica. La guerra civil de 1936 le obligó a exiliarse de España, instalándose en Colombia tras haber residido en Francia y en la Unión Soviética. En Colombia organizó la Academia de Bellas Artes, manteniendo un intenso contacto con la vida cultural y artística de todo el continente. Allí realizó obras tan célebres como el monumento a Uriba y la escultura a Belalcázar, en Bogotá; la del poeta Valencia en Popayán; el monumento a Grau, en Lima; el de Bolívar, en Venezuela, y una Venus americana por la que él sentía una especial preferencia.
Se trata de un desnudo de mujer, realizado en bronce en el que Victorio Macho veía el símbolo de la realidad americana. Solía decir que “en América la Naturaleza era y tan virgen al mismo tiempo, que puede dar su floración convertida en ser humano”. Y en América contrajo matrimonio con Zoila Barrón Conti, hija del eminente médico peruano Oscar Barrón.
“Por querencia de ella –decía el escultor—retornó a España en 1952 y fue entonces cuando se instaló definitivamente en su cigarral de Toledo, denominado Roca Tarpeya. Se trataba de una finca maravillosa, situada en la ribera el Tajo a la que acudía muchos atardeceres el doctor Gregorio a charlar con el ilustre escultor. A Roca Tarpeya llegaban también desde Madrid amigos y admiradores de Victorio Macho, celebrándose tertulias de gran altura intelectual y artística, realzadas por la impresionante belleza del paisaje y de las numerosas obras que el escultor que el artista conservaba para sí mismo.
Muchas e importantes esculturas dejó Victorio Macho para la historia del arte. Con respecto a España y a Castilla La Mancha, es obligado citar las estatuas de Benito Pérez Galdós para Madrid y Las Palmas, el sepulcro del poeta Tomás Morales, la Fuente de Ramón y Cajal, los bustos de Miguel de Unamuno, Valle-Inclán Gregorio Marañón y otros célebres personajes. Y sobre todo las estatuas yacentes de su madre y de su hermano. De la primera solía decir que era su obra cumbre, la que más amaba, la que había realizado con mayor entrega. Muchas veces se apoyaba en ella como si estuviera viva.
En Palencia, donde Nació en 1887, fue sepultado Victorio Macho. En la capilla de la Sierra del Otero al pie del gigantesco Cristo Rey Castellano, una de sus obras preferidas. Se cumplía así uno de los deseos del escultor. Pero también como expresión de su amor a Toledo dejó dispuesto, que cuando faltase su esposa, su obra pasara a ser propiedad de Toledo, correspondiendo así al espíritu abierto y generoso de la ciudad.