El mundo ibérico y el medieval, fundidos en yacimiento y parque arqueológico de Alarcos en algunas zonas, han ido juntos este año en un mismo proyecto de campaña arqueológica financiado por la Junta de Comunidades tras el parón de 2020 por la pandemia.
Juntos pero no revueltos, los equipos, unas treinta personas en total, se han desplegado por sus respectivos sectores del cerro para retomar investigaciones pendientes de la campaña de 2019.
En el caso del equipo de Antonio de Juan, el arqueólogo de Alarcos, ya jubilado como profesor pero disponible para seguir excavando un yacimiento en el que se estrenó en 1984, en la primera campaña, se ha centrado en el cementerio almohade ubicado a los pies del castillo y de la fosa de despojos de la cruenta batalla del siglo XII.
Cuesta imaginar cómo quedó la ladera tras el choque a sangre, hierro y fuego, entre almohades –la civilización islámica que sustituyó al poder almorávide en la península- y cristianos. Es posible que el hedor de los cadáveres en pleno mes de julio durase semanas, pero después llegó la calma, y la vida cuartelaria y posiblemente muy sencilla de los musulmanes, se cree que unos pocos soldados y sus familias, que habitaron Alarcos entre 1195 y1212, cuando tras las Navas de Tolosa la frontera con Al Andalus bajó a Despeñaperros.
Muertos musulmanes entre 1195 y 1212
En esos diecisiete años un puñado de almohades murieron y se enterraron en un cementerio pequeñito, discreto, posiblemente sobre otro cementerio musulmán anterior, que se ha conservado intacto ochocientos años después.
En ese cementerio, en el de los últimos musulmanes de Alarcos, se centra la investigación, en este caso con vistas a una futura musealización con paneles explicativos, al modo del castillo, la ciudad o la fosa de despojos de la batalla.
“Es posible que podamos introducir alguna visualización virtual del cementerio, para que se entienda que estamos ante un cementerio que en lo básico no difiere mucho de los que hoy se pueden contemplar en Marruecos, con tumbas encaladas e inscripciones en almagra”, indica De Juan.
“Un bombón” para los arqueólogos
Considerado “un bombón” para los arqueólogos, porque aparece en un contexto perfectamente datado, con lo cual se sabe a qué época perteneció, este año la intervención arqueológica ha permitido delimitar cuarenta tumbas, muchas con cipo funerario (hito de piedra hincado).
Otra singularidad es el diseño de las tumbas, algunas en forma de ‘macabrillas’, hileras de piedras amontonadas, unas más grandes y otras más pequeñas, con las que se va construyendo una especie de pirámide. “Estas macabrillas de Alarcos son únicas en esta zona, en Andalucía es más común encontrarlas”.
La tercera campaña de excavación del cementerio almohade ha excavado cuatro sepulturas (en 2019 fueron nueve), “ahora sí se aprecia que esto es un cementerio”, dice De Juan. Los siete estudiantes y tres arqueólogos, junto a De Juan, Diego Lucendo y Lucía Muñoz, han seguido aclarando el “batiburrillo” de polvo, piedras y tierra del camposanto, de cuya existencia se tuvo constancia en 2008.
Se ha individualizado cada cubierta, de manera que ya a simple vista se ven los túmulos de piedras, que hay que imaginar estucados, encalados y con las inscripciones rojizas en árabe señalando el nombre del difunto. También se ha constatado la existencia de un cementerio anterior al almohade de origen musulmán.
Las personas, adultos y niños (llama la atención la cantidad de niños para el poco tiempo que vivieron los almohades en Alarcos), estaban enterrados según el rito islámico: en tierra virgen, con sudario (ni el mínimo rastro de ajuar), de cubito lateral derecho, y mirando hacia la Meca, poco más se sabe, ante la falta de ajuares en los ritos funerarios islámicos.
Por su parte la antropóloga forense Lucía Muñoz sigue investigando los huesos en el laboratorio. En algunos hay signos de que participaron en la batalla, “tenían restos de violencia en algunos huesos, alguno incluso puntas de flecha”.
Como tener la piedra Rosetta
No hay un ejemplo más relevante de cerámica y modo de vida almohade a este lado de Sierra Morena que Alarcos. Las mejores piezas, las que más se prestan a museos de todo el mundo, incluido el Louvre, son armas, puntas de flecha y cerámicas halladas aquí, en un espacio temporal claramente definido entre dos batallas, Alarcos y las Navas, “es como tener la piedra Rosetta”, comenta el arqueólogo.
Siguiendo el hilo conductor de los almohades también se ha excavado una habitación en el entorno del castillo de Alfonso VIII hasta llegar a ese nivel de ocupación islámico.
Paula Gómez, primera campaña
El entusiasmo que transmite De Juan mientras alaba la pericia de una estudiante que se mueve con agilidad por una tumba bastante profunda es el mismo que la aludida, Paula Gómez, estudiante de 25 años de la Universidad Autónoma de Madrid.
“Estudié Historia del Arte y conservación del patrimonio, y después un máster en Historia Antigua, y esta es mi primerísima campaña arqueológica”, una experiencia que describe como “muy chula”, “la que verdad es que lo he pasado muy bien y he aprendido mucho”, remata.
Especializada en Historia Antigua, conocía Alarcos por la importancia del yacimiento, pero es manchándose las manos con la tierra de las tumbas cuando ha aprendido todo lo demás.
Gómez todavía guarda el instante en el que tras días y días de excavación en una fosa muy profunda, de 1,60 metros, se topó con el esqueleto de una persona enterrada según el rito musulmán en los primeros años del siglo XIII. “Hemos sacado el esqueleto por secciones, los huesos se desintegraban un poquillo pero ha salido bien. Ha sido muy emocionante, en el futuro me gustaría trabajar en yacimientos en el terreno y dedicarme a la conservación”.
De Juan da por cumplidos los objetivos que se marcaron al principio, tras doce días de investigación a la par que en el sector ibérico, que también ha servido para seguir formando a estudiantes.
En esta campaña el equipo del Alarcos medieval también ha utilizado drones para fotografiar con mayor precisión lo que se excava, obtener planos cenitales y secuenciar de manera gráfica todo lo que se ha hecho, “los drones no facilitan mucho las cosas, con ellos podemos hacer hasta reconstrucciones en tres dimensiones”.
Desde ladera sobre la que se asienta el pequeño cementerio, a un nivel inferior al del castillo, y más elevada que la zona ibérica, De Juan, que empezó hace casi cuarenta años a excavar como arqueólogo de un yacimiento que se ha convertido en parque arqueológico, echa la vista atrás: “¡Hay que ver lo que hemos trabajado!, esto no era más que un montículo de piedra, no se veía nada, absolutamente nada”. Ahora decenas de personas pasan cada mes, en el nuevo modelo de visita guiada, para visitar las estructuras descubiertas fruto de décadas de investigación. Las piezas de valor, sobre todo el armamento, se exhiben en el Museo de Ciudad Real, reorganizado desde hace unos meses y gratuito, como las visitas a Alarcos, hasta final de año.
