Está de moda la palabra “resiliencia“. Son muchas las personas quienes la llevan tatuada, ya sea en la piel o en su pensamiento. Quizás sea una de las más repetidas en las noches de insomnio de los empresarios ganaderos que han visto como el sector ha ido generando grandes pérdidas durante los últimos años y se han aferrado a un clavo ardiendo para seguir manteniendo viva su actividad empresarial, donde los números se han encajado de forma forzosa.
Han caído las contrataciones de corridas de toros, se han incrementado los costes en la alimentación del ganado y la sequía tampoco ha ayudado al crecimiento de pastos que, otras veces, fueron la despenda para los animales en las fincas ganaderas.
De ahí, que Julio César Sánchez no dude en dedicar sus primeras palabras para esos empresarios que apuestan por mantener las ganaderías abiertas pese a todas las dificultades a las que se miden desde hace años. Sobre la situación que atraviesan en la provincia y que es extrapolable a lo que ocurre en otros territorios, explica Sánchez, que “llueve sobre mojado. Antes de esta última crisis ya tenían una situación muy, muy difícilmente sostenible y la pandemia ha sido un paso más en cuanto a dificultad que soportan”.
Pese a ello, la mayoría mantienen de ganaderías apuestan por seguir adelante, aunque los números lleguen teñidos de dígitos rojos en negativo. “Los ganaderos son los verdaderos protagonistas del libro, siguen estando al piel de cañón, siguen levantándose temprano, echando de comer a los animales, preocupándose de los saneamientos, de muchísimas tareas que para la mayoría del público son desconocidas. Tiene muchísimo mérito que sigan manteniendo explotaciones, que en la mayoría de los casos no son rentables, o son muy, muy difícilmente rentables”.
En su mayoría, subaya, “son gente que podrían vivir bastante holgadamente vendiendo esas fincas en las que tienen su ganado de lidia, y que sin embargo, se dedican a mantenerlas, ya sea por tradición familiar o por la muchísima afición que tienen”. Por eso, incide, “los verdaderos protagonistas de este libro son los ganaderos, los mayorales, que son los que están más a pie de obra con este tipo de ganado tan particular, todos los días y cómo no, los toros”.
Esperanzas de futuro en las ganaderías de la provincia
El crítico taurino, Julio César Sánchez, es uno de los mejores conocedores de la situación por la que atraviesan las ganaderías de la provincia y de gran parte del territorio nacional. Preguntando por las características y por el futuro de las explotaciones de Ciudad Real, lo tiene claro. “No podemos comparar las ganaderías de la provincia con las de Cáceres, Badajoz o Cádiz, porque no lo son, pero sí que contamos con ganaderías, muy relevantes en nuestro territorio. Estoy muy ilusionado con varias de ellas, porque creo que de aquí a unos años pueden dar que hablar”.
Para que llegue ese momento, apunta, “dependerán de factores como la suerte y de la posibilidad de tener riñones, porque es una actividad difícilmente rentable y muy complicada”.
Este libro es una actualización del que Sánchez publicó en el año 2008 , gracias a la biblioteca Autores Manchego, que se llamaba “Ganaderías de lidia en la provincia de Ciudad Real“, en el que hacía un repaso más o menos pormenorizado de todas las ganaderías que en aquel momento había en la provincia. Este nuevo volumen, “Retrato de bravura“, subraya su autor “se actualiza aquel volumen que, como es lógico, después de 15 años, ha visto desaparecer algunas ganaderías y en otros casos, como es ley de vida, han aparecido otras nuevas”.
No busca convencer sobre la tauromaquia, sino hacer visible el trabajo ganadero
Cualquiera que conozca o haya leído a Julio César sabe, que detrás de este apasionado de los toros, hay sobre todo una persona abierta de mente, que acepta a quien piensa diferente, porque de ello también se aprende. Por eso, con sus textos, no busca sentar cátedra ni convencer de nada, simplemente, expone, como en este caso, una realidad y la cuenta desde la sencillez que lo caracteriza.
“En la introducción del libro comienzo diciendo que la tauromaquia no hay que defenderla, simplemente hay que enseñarla”. No se trata, dice, “de convencer absolutamente a nadie, igual que a los que nos gustan los toros tenemos el derecho a ir, hay gente que no les gustan los toros y están en su perfecto derecho”.
Sin embargo, expresa, “algo que no se conoce es muy difícil llegarlo a amar y aunque yo tampoco pretendo que la gente con este libro ame la tauromaquia, sería demasiado pretencioso, sí que busco que se despierte un poquito de curiosidad o que se sorprenda de aspectos desconocidos en cuanto a la crianza de este animal totémico que no deja indiferente a nadie, con eso, me doy por satisfecho”.
Más allá de la lidia en una plaza, el autor hace hincapié en la importancia que tienen los toros a nivel medioambiental o a nivel social, “no deberíamos olvidar que los toros son un agutinante social y familiar. En las ganaderías de lidia hay distintas labores que sirven de excusa, entre comillas, para que la familia se junte, tipo herradero o tentadero, etcétera, pero es que también, por ejemplo, en la provincia de Ciudad Real contamos con varias localidades donde el toro es aglutinante, como son los encierros de Almodóvar del Campo, considerado el más antiguo de España, o Fernán Caballero, donde la cultura del toro tiene muchísimo peso, la ha tenido y yo confío en que la siga teniendo”.
Para que siga habiendo futuro, una de las claves, apunta, es que haya seriedad. “Hay que intentar hacer las cosas con seriedad, y si la hacemos así, tendremos posibilidad de continuar en el futuro, pero creo que una de las señas de identidad y uno de los valores más importantes que tenemos en la tauromaquia es la seriedad, ya sea en la crianza o en los festejos”.
La crianza evoluciona pero mantiene su esencia
La crianza del toro de lidia sigue siendo una actividad muy tradicional, que sin embargo se va adaptando al tiempo. Por ejemplo, expone, “antes a los toros, a lo mejor hace 50 años, se les alimentaba de una manera un poco menos cuidada, por decirlo de alguna manera. Hoy día los piensos que se les suministra, están perfectamente estudiados, están equilibrados en cuanto a las distintas vitaminas que requieren”.
En cuanto al trabajo diario con ellos, “a los toros se les ejercita, porque al fin y al cabo están trabajados para que hagan ese ejercicio”. Para conseguir que estén bien presentados, “se los mueve, se los corre, incluso hay algunas ganaderías que tienen lo que se llaman tauródromos, en los que varias veces a la semana, se les hacen circuitos para mejorar su condición física”.
Uno de los detalles que se ha pulido con el paso de los años es la presencia de los astados es la de los pitones. “Una práctica nueva, que contamos en el libro, es la de los los enfundado de los pitones. Antes los toros, hasta que salían a la plaza con 4 o 5 años, estaban en contacto con muchísimos elementos que erosionaban el pitón, para evitar esto y que los toros salgan a la plaza de la manera más íntegra posible, ahora se les mete en el cajón de curas y se les ponen unas fundas que evitan que el pitón sufra desgaste”.
Pese a los cambios, concluye Sánchez, “el trabajo ganadero sigue siendo una actividad tradicional, en la que se van incorporando ciertas técnicas, ciertos aspectos, que hacen que se evolucionen y que se mejore el producto final, que en este caso es un toro”.