La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el trastorno mental como “una alteración clínicamente significativa de la cognición, la regulación de las emociones o el comportamiento de un individuo y que, por lo general, va asociado a angustia o a discapacidad funcional en otras áreas importantes”. Además, resalta el aumento de casos en el año 2020 debido a la pandemia COVID-19, concretamente se ha producido un aumento del 26% y del 28% de la ansiedad y los trastornos depresivos.
Trastornos alimenticios
Las afecciones que afectan a la conducta alimentaria también están entre las más comunes. Estas las sufren especialmente las mujeres y, desde hace poco, los casos en hombres homosexuales han aumentado, según explica Víctor Notario, psicólogo de Clínica Origen.
Trastornos mentales durante el verano
A su vez, quienes las padecen tienden a empeoran en la época estival. Notario dice que la principal razón es la mayor exposición del cuerpo durante las vacaciones. “En primavera y otoño son las épocas que más afectan a determinados trastornos mentales. Sin embargo, los alimentarios son los que ahora mismo preocupan más. Esto se debe a que nos vamos a exponer más al estar en la piscina o en la playa”, afirma.
Ante esto, aplicar medidas preventivas es crucial para disminuir los efectos que pueda tener la excesiva exposición social en las personas. “Lo más importante es identificar los factores de riesgo, es decir, qué es lo que a mí me va a desencadenar una posible crisis. Una vez que los tengo claros, puedo anticipar cómo voy a actuar ante esa situación para evitar una recaída”, aclara el psicólogo.
La comorbilidad
Es necesario destacar que ciertas enfermedades mentales propician la aparición de otros padecimientos. Esto pasa a menudo con los trastornos alimenticios, que pueden desencadenar ansiedad y depresión. Angelina Randame, una estudiante francesa de 26 años que actualmente reside en España, sufría bulimia, anorexia, ansiedad y depresión desde los 15 años. La joven estudiante define la situación como un “círculo vicioso” del que cuesta mucho salir. “La depresión afecta la autoestima, lo que favorece que no quieras comer y, como no comes, estás mal y la depresión empeora”.
Proceso de recuperación
Por su parte, Eva María Rodríguez, otra joven que sufrió trastornos alimenticios, señala lo “duro” que es el proceso ya que “tiene sus subidas y sus bajadas”. “Lo que más costaba era la aceptación social: el que se pudiera contar, a quien se lo podías contar… no estaba muy bien visto el estar mal en el instituto”, comenta.
Al mismo tiempo, el viaje de la francesa hacía la recuperación fue complicado. “No es lineal. Hay muchos baches y recaídas. Una vez que sufres ansiedad o depresión, estos pueden volver fácilmente pero ahora los detectas mejor y sabes que mecánicos te funcionan para combatirlos. Es una lucha constante”.
En su caso, lo que más le sigue afectando es la ansiedad, que ella define como un “miedo permanente”. “Se diferencia del estrés en que es más profunda, no desaparece y parece imposible de manejar”. Randame cuenta que esta aparece sobre todo a la hora de socializar. “Si voy a una cita, me tengo que mentalizar horas antes. Mi cerebro está siempre preocupándose y poniéndose en la peor situación”, cuenta.
Identificar el problema
Uno de los principales retos es admitir que tienes un problema. Notario recibe dos tipos de pacientes generales en la consulta: “los que identifican perfectamente lo que les pasa” y aquellos que “no saben cuál es el problema, pero se dan cuenta de que algo no va bien”.
Randame descubrió lo que le pasaba gracias a que empezó a estudiar la carrera de psicología. “En el fondo siempre supe que lo que hacía estaba mal, aunque no quisiese verlo. Pero al analizar casos que coincidían en casi todo con el mío, era imposible continuar en negación”, confiesa.
Alicia Rodríguez, psicóloga en la consulta Mar Milla, cree que lo primero que hay que hacer en terapia es entender el malestar que el paciente está sintiendo y, a partir de ahí, fijar un objetivo. “El poder entender por qué han llegado a sentirse así les da mucha información y, a menudo, aunque vienen por un problema concreto, descubren otras cosas que también van necesitando”.
Diferencia con otros países
La percepción que se tiene de dichos trastornos varía dependiendo de donde nos encontremos. Randame considera que “los españoles hablamos con total libertad sobre la salud mental”. “En Francia no se toca el tema. La gente te juzga mucho. Aquí no sentís vergüenza al decir que vais al psicólogo”, comenta.
Las redes sociales
Las redes sociales, en palabras de Notario son una herramienta que ha ayudado a “crear conciencia sobre ciertos padecimientos” y a “darte cuenta de que no estás solo”. No obstante, son un arma de doble filo que, al igual que salva a mucha gente, también difunde mensajes negativos. “Es importante saber que lo que vemos en las redes no es la realidad. La gente sube fotos de los mejores momentos y no de los días malos. Las fotos están sacadas desde ciertos ángulos que favorecen e incluso pueden tener Photoshop”.
En relación con el mal uso de Internet, la estudiante francesa recuerda meterse en páginas web donde las “chicas con anorexia se animaban entre ellas a no comer”. “En estos blogs, la gente subía lo que había perdido de peso y trucos para seguir adelgazando. Era todo muy dañino”. Como consecuencia, terminas por ver el problema como algo positivo y no quieras solucionarlo. “Ignore todas las alarmas: el mirarme mucho al espejo, el pesarme diariamente, incluso el hambre… Sabes que algo va mal cuando disfrutas de la sensación de estar hambriento”, dice Ramdame.
La mejora en el campo de la psicología es abismal. Las nuevas tecnologías están permitiendo que haya una mayor concienciación sobre temas que históricamente habían sido tabú. Sin embargo, a pesar de los avances en este ámbito, sigue siendo muy poco asequible obtener ayuda psicológica. Tanto Rodríguez como Angelina dejaron de ir por este motivo.
Además, la mayoría no consigue encontrar un experto que le entienda en el primer intento, hecho que supone un mayor gasto económico y desanima a aquellos que necesitan ir por sus circunstancias personales.
Randame solo fue al psicólogo una vez y no le gusto la experiencia. “Me miraba con pena mientras le contaba lo que me pasaba. Recuerdo lo mal que eso me hizo sentir. Después, decidí dejar de ir. No me podía permitir seguir probando hasta encontrar lo que se ajustase a mis necesidades”.
Notario y Rodríguez coinciden en la idea de que en España no hay suficiente personal y está a la cola de Europa. “La salud mental es bastante mala y las necesidades no están cubiertas. No hay suficientes psicólogos con respecto al número de habitantes y, muchas familias, aunque quieren ir, no pueden permitírselo”, comenta Rodríguez. Por este motivo remarcan la importancia de que el tratamiento de enfermedades mentales mejore en la sanidad pública. “Es primordial que alguien que este mal, tenga acceso a trabajar su salud mental. No hay que esperar a estar muy mal para hacer algo”, reitera la psicóloga.
Del mismo modo, ambos expertos animan a las personas a tratarse bien a sí mismas, a no fustigarse y a saber autocompadecerse (en cierta medida). Esto significa intentar ser conscientes de lo que les pasa y, si no son capaces de verlo, aceptar la ayuda de otros. Buscar ayuda beneficia a la persona involucrada y a todo su entorno. Por lo tanto, este enfoque compasivo hacia uno mismo y hacia los demás crea un ciclo positivo de bienestar emocional y crecimiento personal.