Manuel Juliá considera que el axioma de que la realidad es más ficción que la propia ficción es la primera conclusión se puede sacar ante la pandemia de coronavirus.
A pesar de que nos lo habían anunciado en muchas ocasiones en películas y libros, dice, siempre se había situado en el género de la ficción. “Hoy en día –añade- es algo que ya tendría que pasar de la ficción a la realidad”.
A su juicio, hay un segundo elemento, que se refiere a que ha habido muchos momentos en la Historia en los que la humanidad ha pasado por situaciones que se pudieran considerar parecidas: la peste y la gripe española de 1918, por ejemplo.
Con la evolución de la Historia, se pensaba, explica, que este tipo de vivencias se habían superado, pero asegura que parece ser que “tenemos que ser más humildes sobre nuestro poder científico sobre la naturaleza, porque la naturaleza siempre tiene algún instrumento con el que darnos”.
Un tercer elemento a tener en cuenta en estos momentos, entiende, es que el ser humano basa todo su poderío en la sociabilidad y si se analiza, agrega, toda la economía, toda la legislatura social, “toda nuestra realidad histórica está basada en la sociabilización, que caracteriza al ser humano sobre el resto de las especies”.
En ese sentido, indica que el actual virus va “directamente a taladrar ese concepto” y “lo que hace es prohibir que esa sociabilización se pueda realizar”.
Para Juliá, si se pudiera considerar que esto es algo excepcional, que no se va a poder producir de nuevo, no pasaría nada. Pero un elemento fundamental en este virus y sus consecuencias es, a su juicio, la incertidumbre, “ya que en estos momentos existen dudas sobre si existe la inmunidad total o no, no hay una claridad científica absoluta”.
En esta tesitura, en la que hay una incertidumbre total, en opinión de Juliá se puede considerar al virus como “una frontera entre el mundo de ayer y el mundo de hoy”, como lo fueron en su momento el Descubrimiento de América, la Revolución Francesa, el nacimiento de la imprenta o el nacimiento de Internet.
Cada uno de estos hechos “estableció un mundo de ayer y un mundo de mañana” y este virus, resalta, “si se confirma que no es algo excepcional, sino que inaugura un miedo universal a un enemigo hasta ahora no esperado, se puede interpretar también como una frontera entre un mundo pasado y un mundo futuro”.
Mundo que nadie conoce
Un mundo futuro, reflexiona, que como todo lo que está naciendo nadie conoce, pero que “sí se puede aventurar. En primer lugar, lo dice todo el mundo, no descubro nada, habrá un mayor desarrollo de las técnicas de comunicación telemática”. Muchas empresas, puntualiza, se están dando cuenta de que muchos de sus trabajadores pueden trabajar desde casa y se pueden ahorrar una serie de gastos.
En todo caso, agrega, hasta que no se tengan muchas más certezas según vaya avanzando el virus, no se podrán ir vislumbrando las características de ese mundo futuro “que tenemos ya en la puerta, porque la puerta del futuro ya se ha abierto”.
En ese nuevo futuro, en relación con la implantación del teletrabajo, Juliá considera que será necesario negociar unas nuevas condiciones laborales o, en otros aspectos, por ejemplo, reformular el tema de los plazos administrativos.
En relación a ciertas profesiones que puedan verse afectadas de manera indefinida por una serie de restricciones, las mismas tendrán que modificar su manera de trabajar: actores, cantantes. También sus consecuencias en fiestas y ferias de los pueblos.
La clave, la decisión de los científicos
Son planteamientos, insiste, que todo dependerá de si se trata de un período excepcional o no. A su juicio, si los científicos dicen en un momento dado que hay una respuesta clara al virus se podrá dar por concluida la etapa. Si no, habrá que aprender a convivir con él.
“Si los virus han aprendido a atacarnos”, asegura, aunque no sea con la virulencia que se ha producido en este momento, habrá que empezar a aprender a convivir con ellos y habrá “que adaptarse” a esa nueva realidad que afectará a todo, al trabajo, a las relaciones sociales”.
Repercusión en la economía
Para Juliá, tras la crisis financiera de 2008 y la imposición de la globalización, esta situación de la pandemia mundial también tendrá su repercusión en le economía.
A su juicio, en esta situación, uno de los elementos a tener en cuenta sería el del autoabastecimiento de los países. “Si me preguntara por algo fundamental en este momento, yo diría que las sociedades tienen que autoabastecerse de lo fundamental. Si hay un enemigo común, tú no te puedes encontrar con no tienes batas, mascarillas, etc”, puntualiza.
“Cuando hablo de autoabastecimiento –remarca- estoy hablando de bloques económicos. Si España está en la UE, nuestra economía depende de la UE”.
Otra cosa como país, dice, es que ese autoabastecimiento sea tener sostenidas cuestiones básicas, como es el tema de la sanidad. En este sentido, considera “penoso” que los políticos españoles tengan que ir comprando mascarillas o test a China, que hace competencia desleal por sus condiciones laborales y “nos imponga su mundo”.
Su conclusión es que “los bloques económicos tienen que empezar a cerrarse un poco, proteger su sistema frene a la competencia desleal, el dumping económico. Si hay que poner aranceles a países o sistemas que tienen sistemas productivos casi medievales habrá que ponérselos, porque habrá que proteger tu sistema, al que tú has llegado en base a mucho sufrimiento, mucha sangre y mucha lucha por derechos durante muchos siglos y has llegado a entendimientos entre clases sociales que tienden al enfrentamiento”.
Sobrevivir ¨Ciudad Real
En cuanto a la supervivencia económica de zonas como la provincia de Ciudad Real, dentro de este contexto nacional y mundial, Juliá indica que lo que se ha debido hacer, y se ha hecho despacio, ahora es más urgente. “Ciudad Real –explica- es una provincia agrícola con varios productos y el problema que hemos tenido es la generación de valor añadido. Hay que ir elevando el valor añadido que se da a los productos, sobre todo al vino, al aceite, hortalizas, a través de una industria agroalimentaria, que los productos se transformen aquí, y generando una revalorización absoluta de recursos humanos, intelectuales, que conlleven la mejora de esos productos. Yo creo que no es tan difícil”.
Un último elemento, a su juicio, sería la explotación de la biodiversidad, una de las más valoradas de toda España, aunque no tanto como método para el turismo, sino para su estudio y mantenimiento.
Comercio del vino
Como director de la Feria Nacional del vino (FENAVIN), Juliá considera que esta actividad sí ha sabido aprovechar esos elementos de mejora de la comercialización y sacar partido a los recursos intelectuales de la provincia.
En este aspecto, la feria, como exponente del comercio mundial del vino, considera que, en estos momentos, es muy difícil saber qué es lo que se tiene que hacer “por la sencilla razón de que hay muchas incertidumbres”.
Ante la situación actual, con mucho vino acumulado ante la paralización de las exportaciones, Juliá considera que FENAVIN puede ser una solución al actual momento, aunque considera que es difícil tomar ahora medidas sobre su estructura ante las dudas sobre cómo puede evolucionar la situación.
Ante ello, en principio, considera que hay que tomar una “decisión de prudencia”, dejando abierto el momento en el que celebrar FENAVIN, dentro de lo posible, y, una vez conocido, cuál puede ser la salida a la crisis sanitaria, “aprovechar al máximo las posibilidades del comercio del vino que va a haber en el mundo, no solo para los que venden, sino también para los que compran”.
En este momento, considera, las empresas deben de estar planteándose formas de vender de forma diferente que no sea la de asistir a ferias especializadas.
A lo mejor, indica, el modelo FENAVIN, basado en la presencia de vendedores, puede tener su momento. A su entender, este ha sido uno de los principales éxitos de la feria, su “profunda profesionalización” y, “a lo mejor, en este momento, es conveniente profesionalizarse aún más, porque no se pueden concentrar multitudes, pero sí se pueden traer a 2.000 compradores y establecer un número de compradores por cada expositor”.
En todo caso, mientras se mantengan las incertidumbres, “siempre hay que tener un plan A, un plan B y un Plan C, no como ahora, que se dice que solo hay un plan A. Si me apura, FENAVIN debe tener hasta un plan D”.