La sencillez y el minimalismo son dos adjetivos que definen el arte plástico de Manuel Hidalgo. Por eso no extraña que la cultura del vino, en esta tierra de llanuras infinitas teñidas del verde de la viña en pleno verano, sean su leitmotiv.
El escultor ciudarrealeño, o como prefiere él, artista plástico, habla a Lanza de ‘Aromas’, la última obra que ha salido de su taller para llenar de “plasticidad” un nuevo espacio que pretende ser el corazón de Ciudad Real capital, el nuevo pabellón ferial Ifedi.
De color rojo, como el vino, ‘Aromas’ es una gran pieza de acero al carbono, de 5 metros de alto por 2 de ancho y que pesa nada más y nada menos que “2.800 kilos”. “La escultura se delata por sí sola, al girar 360 grados percibes que es una copa rota”, explica.
Construida por líneas básicas, la simetría y disparidad se entremezclan en esta obra que Manuel Hidalgo propuso a la Diputación provincial, como responsable del espacio, tal y como ha hecho en otras ocasiones a otras administraciones a medida que el despliegue urbanístico ha dejado espacios vacíos.
Una obra inacabada: la del Quijote Arena
Eso mismo ocurrió con la escultura de Manuel Hidalgo que hay en las inmediaciones del pabellón Quijote Arena, inaugurado en 2003. Un brazo y un balón ensalzan la cuna del balonmano en Ciudad Real, aunque Hidalgo advierte que “está inacabada”.
El afán del artista por dar a conocer su obra le llevó a aceptar en su día que la escultura no incluyera la segunda mano, vacía, que la completaba, como se puede contemplar en la original en pequeño formato que tiene en su taller, aunque no se resigna a darla por perdida.
‘Ante Rocín’, los caballos del Quijote
Pero quizás no es esa, sino ‘Ante Rocín’, la pieza por la que Manuel Hidalgo se hizo conocido en la ciudad. La gran escultura de dos caballos, y no dos palos de golf, embellece una de las rotondas de la entrada a la capital, a 500 metros de la Puerta de Toledo.
Cosas de la interpretación del arte por el común de los mortales, muchas veces algo “frustrante” para los autores, esta obra de 10 metros de altura y 4 toneladas de peso nada tiene que ver con el deporte y sí con la literatura. De hecho, se colocó en el cuarto centenario de la publicación de la primera parte del Quijote.
Cargada de simbolismo, reproduce el momento en el que el hidalgo de La Mancha va a su cuadra y se encuentra con un jamelgo algo destartalado, de manera que le busca “un nombre sonoro, significativo, como Rocinante, para convertirlo en un caballo a la altura de Babieca de El Cid”, capaz de afrontar innumerables afrentas.
El viaje a Italia de Manuel Hidalgo que lo cambió todo
Un autor gana cuando sus obras se distinguen y Manuel Hidalgo, que se curtió en la escultura mientras ejercía como maestro de taller de ebanistería en la Escuela de Arte Pedro Almodóvar de Ciudad Real, entre referentes en el realismo como Fernando Kirico, lo consigue con la pureza en las formas.
En la escuela siempre fue un ‘verso suelto’, pues pocos desembocaron en la abstracción y en el minimalismo. De hecho, el mismo Manuel Hidalgo cuenta que un viaje que hizo a Italia en 1992 fue lo que le hizo cambiar la forma de acercarse al arte.
“Aquel viaje de estudios impulsado por la Escuela de Artes fue para mí un shock, porque yo venía trabajando en el realismo y en lo clásico, en la talla y en el volumen, como me enseñaron mis compañeros, pero a los 2 o 3 días de estar en Italia y contemplar el arte renacentista, realmente me sentí nadie”, confiesa.
En aquellas maravillosas jornadas, se replanteó “qué estaba haciendo”, pues según dice con humildad, “yo no llegaba ni a aprendiz de cualquiera de esos maestros”. A la vuelta, decidió que tenía que cambiar su línea de trabajo y apostar por la línea recta.
Trabajar y aprender en una escuela “con mucha solera”
Trabajar en la Escuela de Arte de Ciudad Real fue toda una fuente de conocimiento para Manuel Hidalgo, formado en Valdepeñas como maestro industrial y graduado en Artes Aplicadas. En la plaza de la Provincia surgieron interesantes proyectos, como el de sillas de diseño, en colaboración con el también profesor Pedro Lozano y por el que cosechó varios premios.
Ya jubilado, mientras bromea con cómo “abusaba” de sus compañeros, arquitectos y licenciados en bellas artes, con continuas preguntas, Hidalgo aprovecha para destacar el “peso” de este centro con 110 años de historia. “Desde que se puso el bachillerato artístico, la escuela ha ido a más, de manera que hoy podemos disfrutar de una escuela con mucha solera”, añade.
Llevar a la máxima expresión “menos es más” de Van der Rohe
En la actualidad, Hidalgo lleva a la máxima expresión el “menos es más” del arquitecto germano estadounidense Ludwig Mies Van der Rohe. Concibe la escultura “como un volumen tridimensional, que tiene que estar cargado con un lenguaje”, y a partir de ahí busca la singularidad.
Cuenta que al principio recarga mucho las piezas y que luego empieza a restar, a reducir el ornamento, hasta quedarse “con lo fundamental, la mínima expresión”. A pesar de que “quitar ornamento es complicado, supone una lucha interior”, confiesa que piensa “radicalmente en el minimalismo”.
En su taller diseña y construye las piezas en pequeño formato, y luego trabaja con empresas como Metálicas Parme de Pozuelo, Manufacturas García-Naranjo de Bolaños o Tecnología y Diseño Cabanes en Ciudad Real, que las llevan a “escala real”. Para concretar los tamaños en los entornos urbanos, trabaja con Photoshop, que le permite visualizar las proporciones.
“Una ciudad plástica siempre va a ser más agradable”
El también autor de ‘La vaquilla junto al tambor’ de Chillón, siempre piensa en trasladar sus líneas a la calle. Los espacios vacíos que generan los nuevos desarrollos urbanísticos le producen inquietud y confiesa que “una ciudad plástica siempre va a ser más agradable en beneficio de todos”.
Por eso entiende que las administraciones públicas tendrían que hacer más por llevar la escultura a los espacios públicos, sobre todo en localidades con “un patrimonio escultórico escaso”, que a su juicio deberían aprender de otras como Valdepeñas.
Del pellejo a la barrica: una exposición sobre los recipientes del vino
Las horas y horas que pasa dedicado al diseño Manuel Hidalgo no pasan en balde y adelanta a Lanza que para el próximo otoño prepara una exposición con 25 esculturas relacionadas con esa cultura del vino que le inspiró desde que diseñó ‘Brindis’ para la bodega de Pago del Vicario, la simétrica obra de 5 metros y 1.400 kilos con la que nació su interés.
El hilo conductor de la colección serán los recipientes utilizados a lo largo de la historia para el vino, desde la antigüedad a la actualidad, con esculturas inspiradas en pellejos, ánforas, barricas, copas y otros elementos. La paleta cromática va a ser reducida, rojo, negro y dorado, pues para él el color siempre es como un “acento”.