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Teo Serna: “La perfección evidentemente no existe, creo que hay que aspirar a la sinceridad”

Teo Serna Pepe J. Galanes
El versátil creador manchego Teo Serna / Pepe J. Galanes
Nela Torres / MANZANARES
El polifacético artista nunca deja de buscar entre las pequeñas cosas de su alrededor alguna oportunidad para crear algo nuevo

Teo Serna (1954) es poeta, narrador y artista plástico. En su faceta de pintor ya ha realizado más de 80 exposiciones, tanto individuales como colectivas, y en el campo de la literatura cultiva la poesía (visual y discursiva) y el relato corto, sobre todo de género fantástico o realismo mágico. A su primer libro titulado ‘Historias extrañas, improbables y ciertas’ le han seguido 22 títulos más y algunos premios, entre ellos el Premio de la XXV edición de los premios Ciudad de Alcalá de Poesía en 1994 y el XXV Premio de Poesía ‘Juan Alcaide’ en 2004. Como artista se mueve entre lo cotidiano y lo surrealista, dándole vida a objetos inanimados y hablando de la realidad y de la intimidad a través de ellos, de su poesía y de su prosa.

Pregunta.- Cuando uno se dedica al arte, en muchas ocasiones digamos que hay ciertos temas que obsesionan, sobre los que se escribe y se reescribe. En tu caso, ¿cuáles serían?

Respuesta.- Yo creo que siempre se ha hablado sobre lo mismo, desde los griegos hasta ahora: el amor, la muerte y el tiempo. Es cierto que yo ahora mismo estoy muy obsesionado con el tiempo. Uno tiene ya cierta edad, es verdad, pero incluso desde joven estaba obsesionado con el tema del paso del tiempo. Quizás tenía algo que ver con el hecho de que mi padre arreglaba relojes y aunque parezca una tontería siempre he estado rodeado de estos objetos.

P.- Hablando del paso del tiempo, ahora vivimos en una época globalizada, en la que tenemos acceso a una cantidad de información casi inmanejable. Cuando la poesía o la música, por ejemplo, están al alcance de todos, hay quienes piensan que reinventarse, ser original, es un proceso cada vez más difícil. Para alguien con una carrera tan prolífica como la tuya, ¿el hecho de tener que reinventarte es una obligación o una presión? ¿O simplemente lo sientes más como una inquietud?

R.- Obligación ninguna, inquietud siempre. Desde que empecé a dibujar y a pintar siempre estoy buscando cosas nuevas, pero no porque sienta la obligación de buscar sino porque es una necesidad innata. Supongo que cualquier artista está buscando continuamente. Yo no concibo que alguien haga siempre lo mismo, aunque pueda llegar a perfeccionar lo que hace. Por supuesto es muy difícil encontrar algo nuevo ahora, pero siempre, si yo lo descubro, para mí va a ser nuevo.

P.- Has dicho que no concibes que alguien haga siempre lo mismo, aunque pueda llegar a la perfección. ¿Sientes el tema de la perfección, de alcanzar ese ideal, como una losa o es algo a lo que se aspira pero sin que llegue a asfixiarte?

R.- La perfección evidentemente no existe, creo que hay que aspirar a la sinceridad.

P.- ¿En qué momento de tu vida colocarías ese, podríamos decir, impulso por escribir, por usar la imagen, lo cotidiano para crear y hablar sobre lo que quieres hablar?

R.- Que yo recuerde haber empezado a hacer algo artístico, entre comillas, con ocho o nueve años. Ya entonces tenía conciencia de ser artista. Quizás está mal que yo lo diga y suena algo rimbombante (risas), pero esa conciencia de querer ser artista también me vino dada por una frase tremenda que leí siendo niño y que está atribuida a Leonardo Da Vinci. No sé si la conoces, decía más o menos: “La mayoría de los hombres, cuando mueren, dejan solo letrinas llenas de mierda.” De alguna forma, al leer aquello, pensé que yo quería dejar algo que no fuera solo eso.

P.- Claro, al final el arte está muy relacionado con la obsesión del ser humano por perdurar.

R.- Sí, sí, por la inmortalidad. Esa inmortalidad, si es que se puede conseguir, viene por hacer algo que sea tuyo de verdad. Que quede, aunque sea un verso, ya es mucho.

P.- Y cuando empiezas a desarrollar toda esa faceta artística tan versátil, en tus inicios, ¿de qué bebías más? ¿Qué o quiénes eran tus principales fuentes de inspiración?

R.- La verdad es que en esto he sido totalmente autodidacta y anárquico. Aunque, bueno, quizás los que más me influenciaron en su momento fueron todos los movimientos de vanguardia: el dadaísmo, por ejemplo, fue para mí fundamental. También el futurismo y el surrealismo, pero principalmente el dadaísmo. Al final ha sido el más anárquico y además el único movimiento que fue capaz de acabar consigo mismo cuando la gente lo empezó a aceptar. De ahí la famosa frase de Tristan Tzara, “Dadá mata a dadá”. En cuanto vio que la gente empezaba a aceptar sus obras se terminó. Esa pureza me llama la atención y he querido emularla de alguna forma, claro que no tan visceral.

P.- ¿Y ahora tienes alguna fuente de inspiración?

R.- Continuamente los paseos por el campo. Cualquier cosa que vea. Yo viajo mucho de Manzanares a Alcázar de San Juan y toda la última obra pictórica que he hecho está reflejando lo que veo durante esos viajes. Y sobre todo ver mucho de otros, porque la única forma de aprender no es ir a una escuela de Bellas Artes, es ver mucha escultura, mucha pintura, leer mucha poesía y tratar de tener las orejas siempre bien abiertas.

P.- A escribir se aprende leyendo, ¿no?

R.- Obviamente. Creo que es algo que ahora se está perdiendo. Eso de decir: “Bueno, yo ya tengo una experiencia así que voy a hacer un poema de esa experiencia”. Casi nunca sale bien, todo el mundo ha escrito un poema de amor a los catorce o quince años, pero ese poema, por norma general, no suele valer absolutamente para nada.

P.- ¿Tú crees que la experiencia vital no es suficiente?

R.- Nunca es suficiente. Incluso te diría que tampoco es necesaria.

P.- No es la primera vez que escucho a alguien decir que para hacer arte hay que vivir muchas experiencias. ¿Crees que solo se puede escribir de lo que se conoce?

R.- No, para nada. René Magritte fue un hombre absolutamente gris que estuvo toda su vida encerrado en una oficina y fíjate todo el mundo surrealista que tenía dentro. Kafka, vendedor de seguros, lo mismo. Por supuesto también podemos irnos al otro lado, a los poetas malditos: Rimbaud, Verlaine… Tuvieron vidas intensas.

P.- Sí, lo que ocurre es que se ha vendido mucho esa idea del escritor con una vida turbulenta y llena de vicios.

R.- Desde el punto de vista del espectador es más literario. Pero tendríamos que ver quién tiene más vida interior, si Magritte o Rimbaud.

P.- Hablando de estos poemas y escritores, quería decirte que algunas de tus composiciones, como los poemas objeto, me recuerdan un poco a las greguerías de Ramón Gómez de la Serna, con quien compartes apellido, además. ¿Te inspiraste en él de un modo consciente o ha sido pura casualidad? O quizás sientes que tampoco hay tanta similitud.

R.- Ramón Gómez de la Serna es uno de mis mayores referentes literarios de la literatura española que no está lo suficientemente reconocido, creo. Siempre se relaciona a Gómez de la Serna con las greguerías y uno puede llegar a pensar que solamente hizo eso. Yo tuve una época en la que me puse modo greguería y me hice doscientas o trescientas, lo que pasa es que la greguería es tan de Ramón, que parece que si haces una estás plagiándolo. Pero, contestando a tu pregunta, un poco sí que tiene que ver. Las greguerías son un género literario y Ramón decía que una greguería era lo que una cosa grita confusamente desde su interior. Eso define totalmente los poemas objeto.

P.- Hablando de tu faceta de escritor, ¿cómo fue el proceso escribiendo el primer libro que publicaste ‘Historias extrañas, improbables y ciertas’?

R.- Lo de la literatura fue una cosa curiosa porque yo empecé pintando y en un principio, fíjate qué cosas, consideraba la literatura como una tontería. Me refiero a la literatura de ficción, incluso la poesía. Tuve una época muy de joven en la que solo leía libros científicos porque consideraba que una novela era perder el tiempo (risas).

P.- ¿Y esa idea de dónde venía?

R.- No lo sé, tal vez porque siempre tuve un ramalazo científico, matemático. Pero, claro, de pronto descubrí las vanguardias y pensé que quizás la literatura no estaba tan mal. Aunque es cierto que en casi todo lo que escribo hay siempre un componente matemático, científico de alguna manera. Yo creo que eso de soy de letras o soy de ciencias es una dicotomía que no tiene mucho sentido: los griegos estudiaban poesía y astronomía. Ahora con tanta especialización puede llegarte un médico que sabe mucho del dedo meñique, pero nada del corazón.

P.- En todo lo que haces siempre está presente el lenguaje, el lenguaje de diversas formas. Haces poesía visual, como por ejemplo en ‘Alfabeto’, donde juegas y experimentas con él constantemente. ¿Para ti la base de la literatura está en ese juego?

R.- No sé si es la única base, pero desde luego es una muy importante. El niño aprende jugando y es probable que de ahí pueda derivar gran parte del arte que conocemos.

P.- Como poeta, ¿qué importancia crees que tiene o quizás debería tener la poesía hoy en día? ¿Sientes que de alguna forma se está perdiendo el gusto por leerla?

R.- No solamente se está perdiendo, sino que se está banalizando. He leído algunas cosas de la poesía que se hace por internet y me parece una poesía bastante banal. Una poesía que enseguida se capta, no tienes que darle más vueltas y no sé si eso es consecuencia de internet, que exige mensajes cortos. El caso es que hay muchísimos poetas ahora y parece que todo queda un poco por encima.

P.- Hablando ahora más de tu faceta como dibujante, aunque es cierto que en tu caso varias de tus facetas se solapan, podríamos decir. Fuiste profesor de arte. Esta es una pregunta que muchos se han hecho, pero, ¿crees que el arte, la sensibilidad artística, se puede educar o es algo sobre lo que ya se tiene una cierta predisposición?

R.- Yo lo tengo muy claro, se nace. Se puede aprender la técnica, pero nada más. Estuve mucho tiempo en La Solana dando clase y allí hay un dicho que es muy basto, pero muy cierto: donde no hay mata, no hay patata. Eso quiere decir que si tú no tienes una inquietud, una semilla, algo que te mueva a ti por dentro, por mucha técnica que aprendas no va a ser lo mismo. Eso no hay facultad en el mundo que te lo pueda enseñar. Lo más importante de un artista es la creación.

P.- Cuando alguien mira tu obra, algo que llama la atención es que hay cierta variedad en cuanto al estilo.

R.- Sí, la hay, aunque siempre hay un común denominador. No se puede decir que sean absolutamente distintos. Son técnicas distintas porque yo manejo muchas técnicas, pero siempre hay una base. Esto lo he discutido mucho con pintores, sobre qué es lo más importante, si seguir insistiendo en un estilo hasta perfeccionarlo o andar en una continua búsqueda. Yo me inclino por la segunda opción. Aunque lo que uno persigue siempre es el estilo.

P.- Has hecho también escultura y algo a lo que llamas ‘libros intervenidos’. ¿Se podría relacionar esto último con la escultura?

R.- De alguna manera sí, estás tratando con un objeto tridimensional, aunque no es un objeto escultórico en sí, pero sí que podría ser escultura en papel. Es un libro transformado al que se le ha dado una segunda vida. Está entre la poesía, la escultura y lo conceptual.

P.- Como lo que decía Miguel Ángel cuando hablaba de esculpir. Eso de que la figura ya está dentro de la piedra y él solo tenía que sacarla.

R.- Hacer arte es un poco eso, quitar o poner.

P.- Has incursionado también en el mundo de la poesía sonora, haciendo música concreta con esas ‘Propuestas sonoras’ con las que mezclas la palabra y el sonido. ¿Cómo han sido esos procesos? ¿Cómo llegas a este tipo de composiciones?

R.- Yo soy un músico frustrado (risas) y también un gran melómano, sobre todo de la música clásica. Siempre he tenido mucha ilusión por componer, pero técnicamente no puedo porque no tengo los estudios necesarios para ello. Entonces, claro, el descubrimiento de la música concreta, que empezó a surgir a principios de siglo con músicos como Pierre Schaeffer, se hace a partir de sonidos naturales, de transformarlos. Esa idea me atrajo mucho. La música, al final, no es más que un ruido organizado. Entonces yo lo que hago es transformar sonidos que he grabado previamente. De ahí a la poesía estamos a un paso porque es una forma de entender la poesía, pero sin palabras.

P.- Claro, al final en ambas disciplinas existe el ritmo, y si hay ritmo también hay pausas y silencios. ¿Cómo percibes tú esos silencios? ¿Cómo los empleas y qué relevancia tienen en tu obra?

R.- Beethoven decía que la fuerza de la música está en el silencio. Para que haya un discurso musical tiene que haber silencio, igual que en el discurso poético. Tú cuando escribes un poema lo primero que te planteas es el ritmo, y puedes renunciar a la rima, pero no al ritmo. Con la música pasa igual y con los ruidos que yo hago también. En los ruidos también me interesa mucho la textura musical, el timbre, por así decirlo. Tengo una que se llama ‘Geografía de la madera’ que está hecha con los ruidos de los bolillos que sirven para hacer encaje. Me fui una tarde a un taller donde se hacía esto y estuve grabando a las mujeres que había allí. Luego lo transformé, pero eso tiene su propio ritmo: las subidas y las bajadas.

P.- Al haber hecho tantas cosas, al ser tan versátil, ¿cambia mucho tu proceso creativo de una disciplina a otra?

R.- Para mí no cambia nada. Es el hecho físico de coger una pluma o un pincel, pero lo que yo quiero primero lo tengo que tener muy claro en la cabeza y cuando ya lo he digerido, entonces lo suelto.

P.- Lo que dices es que el cambio es un cambio exterior, pero lo que ocurre por dentro no se altera.

R.- Claro, es una necesidad interior. Rafael Pérez Estrada, un poeta malagueño, decía que, cuando llega la poesía, o haces un poema o te lo haces encima (risas). Y es verdad. No me gusta la palabra ‘inspiración’, lo de la musa, pero el caso es cuando ese algo llega te da un latigazo y entonces sientes la necesidad.

P.- Dentro de tu obra también está muy presente el humor. Te puedo decir que yo me he reído bastante con ese humor inteligente, sutil con frecuencia, a veces también algo gamberro, que destilan ‘100 poe+100’. Quizás el humor, la comedia, es uno de los géneros más infravalorados. ¿Lo sientes también así?

R.- No sé quién dijo que el humor es demasiado serio como para tomárselo a broma (risas). Ahí tienes a Ramón Gómez de la Serna, que tiene un gran sentido del humor, la ironía y la inteligencia. Yo lo que no concibo mucho es el humor burdo. Pero el humor con ironía, el humor crítico, me parece una de las mayores muestras de inteligencia del ser humano.

P.- Mucho más poderoso.

R.- Y además si el que presencia el humor tiene la suficiente inteligencia, no tiene más remedio que aceptarlo.

P.- Ahora mismo, ¿en qué estás trabajando?

R.- Ahora mismo estoy con un poemario que se llama ‘Para un bestiario’ y son todos poemas sobre animales, pero visto desde un punto de vista atípico.

P.-Para ir terminado, el último libro que has sacado se llama ‘20 meteoros’ y lo has hecho en colaboración con Miguel Ángel Curiel y Teresa Almeida Rocha. ¿Cómo nace este proyecto?

R.- Es un libro un poco raro porque hay poesía y hay pintura. Es un proyecto que no es exactamente mío y lo hice a sugerencia de Curiel, que es el otro poeta. La primera idea fue que él me pasó a mí diez poemas suyos y yo le daba a él diez poemas míos, él ilustraba los míos y yo los suyos. Eso luego no acabó siendo del todo así porque yo ilustré los suyos, pero él solo ilustró dos de los míos. Almeida, esta artista portuguesa, fue la que hizo el resto. Al final es un libro en el que se han juntado dos modos, porque los míos son diez sonetos clásicos y, como oposición radical, los poemas de Curiel no tienen nada que ver. Si acaba funcionando será por contraste.

P.- ¿Y tienes proyecto de próximo libro?

R.- Mi próximo libro saldrá en enero, es de poesía discursiva y se llama ‘El azogue y la plata’. Lo presentaré en Madrid ya cuando tenga una fecha más concreta.

P.-Estaremos pendientes, entonces. Muchas gracias por concederme la entrevista.

R.- A ti.

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