¿Se han parado ustedes a escuchar en estos días el sonido de nuestras calles? Efectivamente, es el silencio. Ese silencio de las calles de Puertollano que a todos resulta extraño. El trasiego, ir y venir de los ciudadanos por las zonas más peatonales y llenas de vida es ahora un escenario totalmente silencioso, a merced del canto de los pájaros, son las únicas notas que se pueden escuchar en las mismas. Además del ruido de algún vehículo que ocasionalmente transita por estas zonas y que, ahora más que antes, se deja sentir y sorprende al viandante.
Las calles de la ciudad de Puertollano permanecen quietas, como si el tiempo se hubiera detenido también en ellas, y cuando los ciudadanos salen, después de varios días para realizar alguna compra de alimentos, perciben que algo diferente llena estas calles: la soledad más absoluta comparada con la imagen que todos tenemos de las mismas en nuestro anhelado día a día.
Comercios cerrados que han dejado de dar vida, ciudadanos que siguen confinados en sus casas durante varias semanas más esperando a que esta situación remita y, mientras tanto, los niños continúan en sus viviendas a la espera de poder recibir la buena noticia de que pueden volver a salir, a correr, a respirar el aire y percibir el sol en su piel.
Puertollano ha vivido y sentido siglos atrás la peste y cómo ésta asoló a la población de la ciudad; ahora la nueva peste del siglo XXI, ésa que jamás pensábamos que veríamos llegar, nos encierra en nuestras viviendas para evitar ser contagiados, el coronavirus ha llegado y a todos nos ha trastocado nuestras vidas, también la de toda una ciudad. Una imagen desoladora pero a la vez esperanzadora para poder ver el final de este negro túnel, de este túnel de la falta de contacto social, de las vivencias más personales y largas horas dentro de un hogar.
Y en cada una de esas viviendas que dan forma a nuestras calles, la soledad también se cuela en algunas de ellas. Personas mayores que viven estos días confinadas tan solo con su propia compañía y que evitan de esta manera poder ser contagiados al tratarse de uno de los sectores de mayor riesgo de la población. A solas con sus propios sentimientos, a solas con sus propios miedos, a solas como las calles de nuestra propia ciudad.