Desde que el proyecto comenzó a finales de 2018, han colaborado en el mismo durante estos años en diferentes momentos el Ayuntamiento de Valdepeñas, el Centro Provincial de la UNED de Ciudad Real (con sede en la ciudad del vino) y actualmente la Asociación para la Investigación y el Desarrollo Cultural “ORISOS”.
Hasta ahora se han celebrado dos rutas turísticas sobre las cuevas y respiraderos en colaboración con el Ayuntamiento de Valdepeñas con motivo del Día Mundial del Enoturismo, que se conmemora en noviembre.
En estas rutas se informa de que el primer uso de las cuevas fue para almacenar vino y de que Valdepeñas floreció a la sombra del vino. Luego, a partir de los años 30, con la Guerra Civil, muchas cuevas se convierten en refugios antiaéreos y, a partir de los años 60-70 empezó la decadencia de las cuevas hasta que, recientemente, se están poniendo en valor como recurso turístico y patrimonial.
El Equipo de Investigación de las Cuevas de Valdepeñas está formando por Domingo Fernández, Licenciado en Geografía e Historia por la UNED, D.E.A en Arqueología y profesor tutor de la UNED; Tonka Ivanova Angelova, Diplomada en Turismo y Graduada en Historia del Arte por la UNED y Máster en Métodos y técnicas de Investigación histórica, artística y geográfica; y Ana María Medina, Graduada en Antropología Social y Cultural.
Domingo Fernández y Tonka Ivanova Angelova han explicado a Lanza que el proyecto surgió a finales de 2018 y que se materializó en 2019, aunque siguen trabajando en él actualmente. La idea era hacer un inventario y catalogación de las cuevas.
“Comenzamos recopilando información y bibliografía de las cuevas y bodegas de Valdepeñas y lo fuimos compaginando con el trabajo de campo. Íbamos inventariando las cuevas que íbamos conociendo, tanto de particulares como las que son de propiedad municipal. El trabajo de campo se ha complementado con otra planificación que hicimos, que fue ir inventariando y fotografiando todos los respiraderos de cuevas que veíamos en el exterior de las fachadas de las viviendas de Valdepeñas, lo que nos ha proporcionado una información muy valiosa”.
En total han documentado hasta el momento en un torno a unos 500 respiraderos, a los que habría que añadir los de aquellas casas y bodegas que tienen los respiraderos de las cuevas en el interior y a los que no han podido acceder, de momento, más todas aquellas que desde los años 70 en adelante, con el boom de la construcción, desaparecieron y no se conocen.
“Todo eso nos lleva a cuantificar una cantidad que estará en torno a un millar de cuevas. La más antigua, que estaría situada a la Casa de los Vasco, posiblemente se corresponde con el siglo XVI y, ya a partir de ahí tendríamos algunas documentadas del siglo XVIII y del último tercio el siglo XIX, que es el boom aquí en Valdepeñas, que coincide con la epidemia de Filoxera en Francia. Por lo tanto, se empieza a demandar mucho vino de Valdepeñas, crece mucho lo que es el viñedo y, lógicamente, se necesita mucho más espacio, se generan muchas más bodegas y muchísimas más cuevas, porque el objetivo de la cueva es mantener y conservar el vino en un espacio donde la temperatura y la humedad es constante y la tranquilidad es también constante”.
Así crecen muchísimo las bodegas en Valdepeñas, crecen los barrios y se generan, sobre todo, barrios de bodegueros, como el del paseo de la Estación, porque la llegada del ferrocarril también influye decisivamente en la expansión del vino de Valdepeñas y en su venta y, a partir de ahí, esas cuevas se van generalizando.
Luego hay otra zona también hacia el norte, toda la zona de la Salida de Membrilla, la carretera de La Solana. Ahí es donde están también las grandes bodegas, como Navarro López, Navarro Hermanos, Corcovo… Necesitan una extensión grande de terreno para las bodegas y el pueblo crece hacia esas zonas. Esas bodegas están también muy relacionadas con la necesidad de que los carruajes de aquella época lleguen a esas bodegas.
Domingo Fernández indica que las bodegas y las cuevas son de multitud de tamaños y, sobre todo, se ubican en la parte posterior de las viviendas.
En los años 20 llega la epidemia de Filoxera a Valdepeñas y se empieza a paralizar y las cuevas se mantienen hasta los años 50-60, hasta que, en los años 80 y 90 empieza a entrar la posibilidad de almacenar vino en otro tipo de recipiente como el acero inoxidable y, a partir de ahí, esas bodegas se van abandonando, explica Fernández.
“A eso se une la llegada a Valdepeñas de grandes emporios, que luego se van a convertir en Félix Solís, etc., lo que provoca que muchas de esas familias que han ido heredando las cuevas de sus antepasados, van dejando el campo porque ya no es rentable, y al final terminan por abandonar, no solamente eso, sino el lugar donde viven y la cueva y la bodega. Por lo tanto, entran en el declive, y muchas de ellas se venden a partir de los años 60 a los años 70 para edificar y se empiezan a tirar, sin miramiento ninguno, porque en esa época no se tiene conciencia de que todas esas cuevas pueden formar parte del patrimonio de Valdepeñas”.
Documentar
“Todo eso es lo que hemos ido documentando. Todavía estamos en ese proceso porque, como decimos, todavía hay cientos de cuevas que no hemos podido documentar, entre otras cosas porque ya hay muchas casas abandonadas y, sobre todo, también porque todo eso necesita su tiempo, necesitamos también la conformidad de los vecinos y que nos autoricen a inventariarlas. El proceso es, al final, intentar conseguir una especie de base de datos, donde tengamos reflejadas todas esas cuevas e intentar que, en la medida de lo posible, se mantengan, porque la mayoría de las cuevas hoy en día ya no están activas. Queda alguna activa, pero el sistema de almacenamiento y de mantenimiento del vino ha cambiado a acero inoxidable”.
Entonces, “la mayoría de esas cuevas se han abandonado y algunas, afortunadamente, se están recuperando para otro uso, como pueda ser en plan museístico o para empresas privadas que las están poniendo en valor, reutilizándolas como lugares para catas de vino, como restaurantes, etc. A esa idea de mantener las cuevas tenemos que añadir que hoy en día es un patrimonio arquitectónico, un patrimonio histórico y cultural de nuestros pueblos”.
“Afortunadamente hoy en día, como ya se valora, se utilizan como recurso turístico y se procura fomentar sus posibilidades. Por tanto, hay una reglamentación en Valdepeñas donde se recoge la protección de esos espacios, que es el POM (Plan de Ordenación Municipal). Eso lleva a que la gente se conciencie de que hay que preservar. Hay una normativa y, salvo permiso expreso del ayuntamiento, se tiene que preservar. Hay mucha gente que las tiene muy arregladas y las tienen para el disfrute de ellos, para hacer sus cenas…. Eso contribuye a que no se pierdan”.
Fernández ha comentado que el ayuntamiento ha recuperado algunas cuevas y las ha puesto en valor haciéndolas visitables. Se ha referido a las cuevas del Museo Municipal, de Los Llanos o del Museo del Vino.
Los respiraderos
“Al exterior lo vemos por los respiraderos, que son los que dan vida a la propia cueva porque necesitaba oxígeno y tener un aliviadero hacia el exterior. El vino estaba allí almacenado y permitía que los trabajadores pudieran trabajar en las cuevas. Los respiraderos también sirven porque, a través de ellos, se metía o se extraía el vino por mangones”.
Cuando se hacían esos respiraderos lo que se hacía era intentar que formasen parte estéticamente de la propia fachada.
La mayoría están a ras del suelo, en posición vertical en la fachada, algo distinto a lo que pasa en Tomelloso, que suelen tener los respiraderos en posición horizontal en la acera.
Conferencias y usos de las cuevas como refugio
Domingo Fernández y Tonka Ivanova Angelova han explicado que han dado conferencias y han asistido a congresos y a eventos de investigación, donde han presentado varias comunicaciones y ya han salido varias publicaciones al respecto.
El último congreso que hicimos fue el de ICOMOS en Cartagena y llevamos una comunicación, de la que se hizo una publicación, donde ponemos en evidencia otro uso, que se le dio a las cuevas, que fue como refugios en la Guerra Civil ante posibles bombardeos aéreos.
“Había una alarma en el pueblo y la gente sabía a qué cueva tenía que ir para refugiarse. Tenemos datos de que se refugiaban con espuertas y con picos y palas por si bombardeaban y se obstruía la entrada a la cueva”.
Seguir documentando
“La idea que tenemos ahora, una vez que tenemos documentadas muchas cuevas, es seguir documentado y haciendo estadísticas de las cuevas, para lo que necesitamos que los vecinos nos dejen pasar a sus casas, a catalogarlas, a inventariarlas, fotografiarlas, medirlas y ver en qué estado están para ir haciendo un catálogo de esas cuevas. La idea que tenemos es que ese catálogo pudiera ser visible en un futuro a través de una página web o de algún elemento audiovisual. Lo estamos haciendo con nuestros propios medios y nuestros propios recursos”.
“Queremos poner en valor que la gente se conciencie de que tenemos un recurso cultural y patrimonial y que es un recurso turístico más y que puede utilizarse como se hace en otros lugares como La Rioja o Navarra, donde la gente incluso promueve rutas de cuevas y la gente puede pasar a ver cuevas particulares, como se hace con la Ruta de los Patios en algunos sitios. Sería interesante hacerlo, alternando cuevas municipales y privadas”.