La “integración sensorial es un proceso neurobiológico que influye en el desarrollo. Se encarga de organizar e interpretar los estímulos, dando una respuesta adaptativa o desadaptativa a cada situación. Se desarrolla hasta la juventud” y se puede mejorar. Es la explicación a varios comportamientos de niños relacionados con la percepción a través de los sentidos. Los estudios sobre esta área son relativamente nuevos, por lo que aún es muy desconocida. María Torres, terapeuta especializada en integración sensorial por la Universidad del sur de California con formación en estimulación basal, multisensorial y atención temprana y especialista en autismo infantil, ofreció el fin de semana una charla sobre este tema en el Centro Social “Virgen de Los Llanos” de Valdepeñas con un enfoque práctico, organizada por la Asociación Socio-Educativa “La Cometa”.
A la charla acudieron familias y profesionales.
Algunas de las familias señalaron que, si hubieran oído hablar antes de integración sensorial, podrían haber actuado de manera diferente con sus hijos y comprender ciertas cosas y hacer las adecuaciones apropiadas para que estuvieran mejor.
Según explicó María Torres, la integración sensorial hace que seamos más o menos sensibles a algunos estímulos, como a tocar ciertas texturas, tener molestia ante las etiquetas, los ruidos, los olores, presentar dificultad para movernos y realizar ciertas tareas como montar en bicicleta, afecta a la coordinación….
Trabaja con los cinco sentidos que todos conocemos (vista, oído, olfato, gusto y tacto), pero también con el sentido vestibular (relacionado con el equilibrio, la postura y el movimiento del cuerpo), el propioceptivo (relacionado con la posición y el movimiento muscular y de las articulaciones) y el interoceptivo (relacionado con lo que sucede dentro del cuerpo), organizando las sensaciones para poder vivir y que la vivencia tenga sentido.
La integración sensorial puede influir en la motivación, las habilidades motoras, las emociones y la conducta de la persona, la cual puede evitar hacer ciertas cosas, puede frustrase o tener rabietas, sobre todo, en el caso de niños, si la integración sensorial no es la adecuada.
Así, la integración sensorial se basa en la neuro plasticidad, en la capacidad para adaptarse de las neuronas.
Influye el nivel de alerta. “No damos una respuesta adaptativa si estamos en un nivel de alerta alto. En este caso, se suele evitar y rechazar el estímulo. Sin embargo, en algunos casos hay que subir el nivel de alerta para que haya una respuesta”.
Pirámide del aprendizaje
María Torres explicó cómo se organiza el aprendizaje según el sistema nervioso central mostrando la pirámide del aprendizaje de Williams y Shellemberger.
En la base de la pirámide están los sentidos, primero el sistema táctil, el vestibular y el propioceptivo, y después el olfato, la visión, la audición y el gusto. Después están las habilidades sensoriomotoras como la seguridad postural, la integración bilateral, el planeamiento motor, el esquema corporal, la maduración integración refleja y las habilidades de discriminación sensorial.
A continuación, el desarrollo perceptivo motor, que comenzaría con la coordinación ojo-mano, el control motor ocular y los ajustes posturales y seguiría con el lenguaje, la percepción viso-espacial y la atención.
La parte superior es la del intelecto y la cognición, que recogen las actividades de la vida diaria y la conducta y, por último, está el aprendizaje académico.
Es necesario ir estableciendo la base para que se pueda ir subiendo en la pirámide e ir adquiriendo más habilidades.
Disfunción sensorial
La disfunción sensorial se da cuando el cerebro no interpreta bien los estímulos.
Puede darse en cualquier persona y es más común en autistas, personas con TDAH, PAS (Personas Altamente Sensibles), personas de altas capacidades….
María Torres explicó cómo se trabaja en las sesiones clínicas en cuanto a la disfunción sensorial. Indicó que primero el especialista debe hacer una valoración, después una intervención y, a continuación, una reevaluación.
En el caso de los niños, sobre quienes se centró la charla, se trabaja a través del juego, para que la terapia sea atractiva para ellos, y la terapeuta ve las reacciones del niño y adapta la sesión al mismo.
En el caso de la inseguridad gravitacional, hay niños a los que les da miedo el movimiento y el terapeuta trabaja, por ejemplo, utilizando pelotas o columpios, realizando movimientos rítmicos y lentos, comenzando antes por un masaje y por mover objetos.
Para la aversión al movimiento se van haciendo movimientos y ante casos de niños hiporresponsivos, que tienen el nivel de alerta bajo porque sienten menos las cosas y hay que subirlo, se activan con movimientos angulares no rítmicos, como saltar, haciendo cambios bruscos. Al activarse, atienden más y tienen una mejor conciencia de su cuerpo y pueden aprender más.
Ante los niños que no quieren tocar ciertas cosas, se empieza con algo propioceptivo como un masaje, se les pide empujar objetos en la sala, explorar texturas, untarse crema o espuma de afeitar…
“Siempre hay que llegar hasta donde ellos quieran porque hay que ser respetuosos y porque, si no, rechazarán la terapia”.
Para trabajar las respuestas postulares vestibulares inadecuadas se realizan ejercicios de movimiento y saltos; para trabajar las respuestas oculares vestibulares inadecuadas, es bueno nadar para hacer un seguimiento visual; para el déficit de integración bilateral vestibular, también es bueno nadar, reptar, subirse a un columpio…
En cuanto al déficit del procesamiento propioceptivo, los niños no pueden organizar su cuerpo para hacer una actividad como peinarse, vestirse, cepillarse los dientes… Se trabaja con masajes, escalada, rodar… Es importante dividir la tarea en pasos. Por ejemplo, para aprender a ponerse al abrigo, primero hay que hacer ejercicios con los brazos.
Para el déficit de discriminación táctil va bien la piscina de bolas, pasar por diferentes superficies…
Trabajar en casa
María Torres también dio pautas para trabajar en casa. Declaró que “lo más importante es anticipar, decir lo que vamos a hacer. También respetar al niño y no imponer las cosas”.
Hay que destacar las “dietas sensoriales”, adaptadas a cada niño, y que éste tenga el control del estímulo.
Las “dietas sensoriales” tienen en cuenta el contexto familiar y se realizan para mantener el sistema nervioso en calma y estimulado, en el nivel óptimo de alerta. Para ello se realizan las modificaciones ambientales que sean necesarias y se evita la sobreestimulación.
“Es un proceso lento. Puede durar meses, pero se van consiguiendo resultados”, indicó.