Con un ambiente a favor que reconocía la trayectoria de Julián en todo el orbe taurino, no solo en Madrid, El Juli abandonó a hombros el ruedo que, como él mismo ha reconocido en muchas ocasiones, más le presionaba y motivaba. Y lo hizo tras cortar dos orejas al segundo de su lote, un toro manejable sin más, ante el que Julián anduvo cómodo, pero que tuvo su punto de inflexión en un cambio de mano que tornó un palenque de ánimos templados, en otro de entrega. De hecho pocos -incluido el arriba firmante- podían prever que la faena culminaría con la concesión de las dos orejas. Pero claro, la ocasión, otro cambio de mano monumental, varios naturales extraordinarios, y una estocada a la primera lo propiciaron. Es lo que tienen estos toreros; que pueden porque tienen la capacidad necesaria, y si además, por el motivo que fuere, están por la labor de hacer el esfuerzo por lograrlo, lo consiguen. Ayer fue uno de esos días. Las Ventas, después de todo, no es tan dura, y afloja en días como estos.
Antes, en el primero, se le pidió una cariñosa oreja por una entonada faena, pero habría sido más fruto del citado cariño que al relieve de lo sucedido en la arena.
Tomás Rufo puso colofón a la tarde paseando una oreja tras sobreponerse a un ambiente hostil vivido en su primero, con el que anduvo muy entregado, sublime con el capote por momentos, y al hilo con la muleta también en otros puntuales. Pero en el sexto el toledano se erigió en uno de los posibles herederos del que ayer se iba. No se arrugó y lo recibió de rodillas, pegando derechazos que parecían de pie, aguantando las intempestivas acometidas del de Puerto de San Lorenzo ya erguido. La emoción y las apreturas conmovieron y convencieron a unos tendidos a la contra apenas una hora antes, poniendo en sus manos una oreja.
Qué cosas. Se apretó al novel, y se consintió a la figura consagrada. Esas cosas a veces pasan en Madrid.
Por su parte, un superclase como es Uceda Leal dejó escapar la oreja del que abrió plaza, el de más clase del desigual encierro, en un trasteo correcto, con destellos deslumbrantes, pero al que le faltó rotundidad y redondez.
El cuarto se rajó pronto y el de Usera solo pudo, suponemos, porque no es tonto, lamentar la oportunidad perdida en el primero.
La culminación a la tarde vino con El Juli saliendo a hombros de Las Ventas, por tercera vez en su dilatada carrera de 25 años de matador de toros. Era de justicia.
Hoy toca despedirse de Sevilla.