En una reciente entrevista Adela Cortina comentaba a propósito de la democracia: La democracia puede dar lo que puede dar y no más. No es una doctrina de salvación. Lo que hay que pedirle a la democracia es lo que puede dar, y lo más que puede dar la política es una democracia liberal y social. Que respete los derechos civiles y de participación y que proteja los derechos sociales.
Democracia y diálogo
Las diferencias de pensamiento, de objetivos y formas de plantearlos en la sociedad española actual llevan a una amplia diversidad de opciones en las diferentes elecciones. Y ello hace aún más necesario que nunca el diálogo entre cada una de estas propuestas. Nuestro sistema electoral nacional nos permite elegir a los representantes del parlamento y son ellos los que deben acordar el gobierno y las diferentes normas.
Cuando algunos partidos han excluido toda posibilidad de diálogo con los restantes grupos, salvo con la extrema derecha a la que se ha bendecido y a la que se ha unido en comunidades autónomas y municipios han cerrado una de las puertas esenciales de la democracia en nuestro país en el momento actual.
El necesario diálogo requiere cesiones y flexibilidad en los planteamientos para llegar a puntos de entendimiento. Es verdad que grupos con una reducida representación pueden tener un poder excesivo en las decisiones finales. Pero en nuestro sistema electoral hemos optado por el mantenimiento de todas las opciones por pequeñas que sean. En otros países, la segunda vuelta o las primas concedidas a los más votados acaban por anular su presencia. En España esa presencia se mantiene hasta sus últimas consecuencias lo que obliga a acuerdos, pactos y soluciones finales difíciles, pero que son muestra de la pluralidad de ideas y de lo que han votado los ciudadanos. El aferrarse a sus propuestas como única opción posible lleva a los partidos de derecha y extrema derecha a un aislamiento que empobrece la democracia y que hace dudar de una voluntad de diálogo que acoja a todos.
Pero también es cierto que los acuerdos deben tener sus límites en planteamientos opuestos a una democracia y convivencia real, como hacen propuestas de extrema derecha que pueden bailar pasodoble o sardana pero que son excluyentes y alejados de las condiciones esenciales de convivencia.
Democracia de sociedad
La democracia surge desde la comunidad que establece sus canales de participación, sus modos de decisión basados fundamentalmente en el acuerdo común. Por ello lo común en este proceso es elemento esencial junto a la libertad de cada uno de sus miembros. Libertad que establece como límite fundamental el respeto a los valores comunes y a cada uno de sus miembros.
Las discrepancias, las exposiciones de opiniones diferentes son saludables en este modelo de convivencia. Siempre desde el respeto a lo que los demás puedan pensar y razonar. Cuando esas opiniones se expresan como manifestaciones de opinión por los cauces que se consideren oportunos sean conferencias, publicaciones, presencia en medios de comunicación etc., participación parlamentaria, merecen el respeto y el análisis razonable de las mismas. La descalificación por el hecho de ser diferentes a las nuestras muestra una escasa capacidad de tolerancia y de rigor intelectual.
Otra cosa es la voluntad de utilizar las diferencias de pensamiento como elemento de enfrentamiento social, de ruptura de la convivencia con agresiones verbales e incluso físicas en ocasiones como estamos viendo por parte de algunos colectivos ante determinadas propuestas. Las propuestas cuyo objetivo es la ruptura de la convivencia, son propuestas alejadas de un sistema democrático maduro que respeta las normas que colectivamente hemos aprobado. Parece que algunos han elegido el camino del enfrentamiento como vía para desprestigiar al que piensa diferente utilizando los medios más extremos que están deteriorando gravemente la convivencia. Y cuando ese es el camino se autodefinen como alejados de la democracia real y del deseo de convivencia que debe ser la base y el objetivo de nuestro sistema.
La política de los partidos
La política se ejerce en un marco de relaciones entre personas que coinciden en ideas y propuestas comunes. Y ello es lo que deberían representar las diferentes opciones de los partidos políticos. Lo cual supone en primer lugar que, desde el interior de estos, hay que aunar voluntades y definir actitudes comunes.
El protagonismo personalista que adquieren determinadas figuras en los partidos políticos es un camino condenado al fracaso como hemos podido comprobar recientemente con partidos como Ciudadanos, Podemos y algunos otros. La voluntad común que une a los miembros de los diferentes partidos debe asumir las diferencias, las discrepancias, la capacidad interna de crítica y también la unidad una vez acordadas las decisiones comunes. Pero no por el protagonismo de personas que asumen la representación de lo común como pura presencia individual con más voluntad de protagonismo mediático en ocasiones que de asumir la voluntad de la colectividad a la que representan.
Las decisiones difíciles
En ocasiones los acuerdos y las necesarias unidades aún con diferentes planteamientos llevan a la asunción de decisiones difíciles de asumir por todos. Cuando los filósofos hablan de las condiciones para saber si una norma es justa presentan la ética del diálogo como condición necesaria. Una teoría que dice que para que una norma sea justa debe tener en cuenta a todos los afectados por ella que entablen diálogo en las condiciones más próximas a la simetría. Debe también contemplar si los afectados por ella podrían aceptarla porque satisface sus intereses.
Y, en muchos casos, es esencial saber cuáles son los objetivos que cumple esa norma que se quiere convertir en ley. La Ley de amnistía fiscal propiciada por el Partido Popular pretendía incrementar la recaudación y regular la situación de personas que habían defraudado a la Hacienda pública. No parece un objetivo nada loable a pesar de que no suscitó encendidas opiniones en contra por parte de los representantes del poder judicial.
Ahora discutimos una ley de amnistía que se justifica en aras de la convivencia ciudadana. Probablemente hay muchos a los que no nos gusta por razones de justicia, de igualdad, de conveniencia y de oportunidad. Se puede argumentar y razonar sobre ello. Y es bueno que tanto los que la aprueban como aquellos a los que no nos gusta argumentemos sobre ello y podamos debatir.
Dice Ignacio González Cuenca que: las amnistías, en España y en otros muchos países democráticos en las que se aprueban, por los motivos más variados, no suponen el hundimiento ni de la democracia ni del Estado de derecho. Quienes promueven aquí la amnistía no son unos golpistas, sino las fuerzas parlamentarias que conforman un bloque mayoritario en el Congreso. En ningún país avanzado, cuando se aprueba una amnistía, se entiende esta como una injerencia en el poder judicial. Pero pueden existir razones por la que no la consideremos políticamente adecuada.
Pero los que están promoviendo un enfrentamiento ente los que pensamos de diferente manera recurriendo a grandes afirmaciones y a manifestaciones agresivas están dificultando la convivencia que debería ser objetivo esencial de nuestra democracia.