La paja de cereal está viviendo un inicio de campaña con bajas cotizaciones, debido a la gran cantidad de producto disponible ante el importante aumento de cosecha de los cultivos herbáceos, ahora en pleno desarrollo. Las buenas condiciones climatológicas, con temperaturas suaves y precipitaciones frondosas de la primavera, han favorecido un óptimo crecimiento del trigo, la avena o las cebadas.
El escenario de mayor producción ha propiciado grandes volúmenes de este forraje y una numerosa presencia de pacas en las extensiones de cereales que se van cosechando en zonas tradicionales como es la propia provincia de Ciudad Real.
En los mercados, la demanda de la ganadería, principal consumidora de este subproducto, ha bajado considerablemente porque el tiempo también han favorecido el desarrollo de los pastos que comen las ovejas en extensivo.
La situación se ha invertido respecto al año pasado cuando los rendimientos de los cereales de secano fueron dispares y variaron entre los 1.000 y los 3.000 kilos por hectárea.
Existencias en los almiares
Rafael Díaz, presidente de la cooperativa Quesería Río Cañamares, de la localidad de Villahermosa, habla de una subida de volumen en la cosecha de cereales y por tanto, de paja. Advierte de las muchas existencias que hay en los almiares porque las champiñoneras, que también consumen, “han estado paradas y tampoco han tirado”.
Apenas hay cotización (sólo la lonja de Palencia), según refiere el ganadero, mientras que hace un año la paja de primera (cebada) de nueva campaña se pagaba a 60 euros la tonelada, por la escasez que hubo arrastrada por la sequía.
La paja más apreciada es la de trigo o cebada, aunque también opera el heno, a partir de avena y veza, según el socio ganadero de la cooperativa villahermoseña, que gestiona 4.000 cabezas de ovino.
La demanda ha caído, sostiene, y la gran oferta está protagonizando la falta de rentabilidad, sobre todo por las calidades del forraje que dan los diferentes niveles de humedad.
La que se ha empacado con poco secado “tiene más calidad” y la más seca, “menos calidad”.
“Como hay mucha producción, bajan los precios”, resume Díaz, pero sólo “cuando se la compramos a los agricultores”. En el caso de los cerealistas, “la diferencia es menor”.
Un respiro para los ganaderos
En la misma línea, Pilar Ramírez, ganadera de Tomelloso, reconoce la “buena campaña” de paja, con el campo “lleno de paquetes”.
Una oferta positiva para su sociedad porque las parcelas donde pasta el ganado “tiene mucha comida” al aire libre y necesita menos alimentación en la cuadra. “Por ese lado es un respiro”, señala.
Según sus datos, este año las operaciones de compra de paja se cerrarán a la mitad del precio registrado la campaña pasada. Ahora es de 0,042 céntimos el kilo (siete pesetas), frente a los 0,07 euros de 2019.
“El campo nos ha ayudado en comida y los precios de forrajes y paja son más baratos”, concluye.
Más comida de pastos
José Miguel Romero, ganadero de Agudo, coincide en que “no hay precio” de la paja porque el campo “tiene mucha broza” y el consumo de este alimento “será menor”. augura que al menos se alargará la ingesta mayoritaria de pastos por el ganado, como es su caso con unas 500 ovejas en extensivo. Sin embargo “paja hay que comprar” para el invierno, a unos precios por fijar”, pues el producto tiene por ahora poco valor.
Las temperaturas de primavera, recuerda el ganadero, han favorecido, tanto en el agua para los abrevadores del ganado como en pastos.
Al aprovechamientos de la paja como fuente de celulosa en la alimentación de rumiantes se suman, tal y como recoge el Ministerio de Agricultura, su utilización para cama del ganado, acolchado de suelos como cubierta vegetal inerte en cultivos leñosos como olivar y frutales, y otros aprovechamientos energéticos, como biomasa.