Tras esta a modo de breve presentación, o entradilla, utilizando el término periodístico, a la vez de pedirte perdón por no haberte dado el último adiós, -tenía conocimiento de tu muerte el día treinta y uno pasado casi a las cinco de la tarde-, quiero compartir no sé con cuantas personas una reflexión sobre quién fuiste para mí, Emilio.
Dieciséis, o diecisiete años tenía quien suscribe cundo inicié mi andadura como colaborador de LANZA. Con artículos de opinión, con crónicas de fútbol, con alguna que otra reseña de procesiones u otros actos litúrgicos, o al menos de carácter religioso,… “Escribes más que el Tostao”, era la frase típica, y cariñosa, tuya, y de don Cecilio, y de don Carlos,… cuando llegaba a la redacción, -por entonces en la calle del Comandante López Guerrero, antes y luego llamada Libertad-, con mis cuartillas a máquina, porque no había, por supuesto, los adelantos de hoy en día. Y allí estabas tú, los lunes por la mañana, -y casi a todas horas, todos los días-, en tu puesto de redactor, a la vez que de responsable de “Lanza Deportivo”, que aparecía los martes.
¡Con qué cariño me corregías lo que escribía, con qué amabilidad me presentaste, en su momento, al malogrado Diego González Ayllón, con qué desinteresado interés me fuiste enseñando, -junto con los referidos don Cecilio y don Carlos, especialmente-, lo poco que hoy sé de cómo escribir en un periódico!, ¿Lo recuerdas desde dónde estés?
Yo, sí. Y también recuerdo tu valiosa ayuda, posteriormente, a la hora de facilitarme datos con los que enriquecer algunos de mis artículos, ¡perdona, Emilio, que se me haya escapado el decirlo!; y también recuerdo tu agradable compañía, tu sapiencia,… al compartir la experiencia de alguna excursión organizada por la Asociación Cultural “Quijote 2000”, bajo la presidencia de Pepe Romagosa; y también,… ¡son tantos los recuerdos, y tan hermosos!
Creo que, -cómo ya han hecho muchos más-, puedo decir en nombre de otros tantos que, de acuerdo con distintas vertientes de la vida, Emilio, ha sido la tuya la pérdida de un excelente amigo; la de un extraordinario “compañero de viaje” en las labores periodísticas; la de un auténtico hombre bueno; la de una valiosa “enciclopedia andante”;… ¡Hasta siempre, (don Emilio) Emilio!