Hoy, una nueva generación, nacida en los años de la Transición, desempeña los principales puestos de responsabilidad del país. Como decía Benedeto Croce: “Todo presente elige su pasado” y hoy la generación de la democracia debemos elegir y homenajear el pasado de la Transición, especialmente de todas aquellas personas anónimas que sufrieron represalias, exilio o cárcel por defender la democracia, las libertades públicas y los derechos sociales.
La Constitución es un valor común a preservar. El símbolo del mejor patriotismo que España puede darse. Hoy la mejor forma de defender España es defender la Constitución. Un patriotismo constitucional que garantiza un espacio común de convivencia, que tiene como propósito el desarrollo de los derechos de la ciudadanía, vivan donde vivan. Un espacio donde se reconoce y respeta la pluralidad.
Defendemos un patriotismo constitucional que se encuentra en las antípodas de cualquier esencialismo nacionalista, de cualquier relato excluyente. En la Constitución podemos ver representada esa idea de país que somos hoy en día: un país avanzado, que progresa y que busca que nadie se quede atrás.
Por eso es tan importante, hoy y todos los días, ser conscientes de aquellas palabras del filósofo Jurgen Habermas, que después de la barbarie fascista nos recordaba el valor de la constitución como aquello que “Entre otras cosas, debe suponer el orgullo de superar duraderamente el fascismo, establecer un Estado de Derecho y anclar una cultura política, más o menos, liberal”.
Conmemoramos la Constitución por los valores que nos unen, lo hacemos con respeto y responsabilidad. Cuidándonos de aquellos que la utilizan sin conocer su verdadero legado social, de aquellos que la instrumentalizan como arma arrojadiza. Una Carta Magna que reconoce derechos y obligaciones y que nosotros tenemos la obligación de preservar, cuidar y respetar.
