La fortuna ha hecho que este año pase el mes de julio en mi casa familiar de Torralba de Calatrava, a pocos kilómetros de Almagro. Tantos pueblos se llaman de Calatrava, la poderosa orden militar (mitad monje, mitad guerrero, se decía).
Aprendí de pequeña la retahíla escrita en un rótulo a la llegada de Almagro, que ha desaparecido: “Almagro cabeza de la Orden y del Campo de Calatrava”.
Nací en la llanura, entre las ruinas de imponentes castillos: Calatrava la Vieja, Calatrava la Nueva y otros, felizmente restaurados hoy.
Me crié en La Nava, un oasis de hermosura inefable, al lado de las Tablas de Daimiel. Quien lo conoció, no lo olvida. Tal vez, de todo ello, tanta ruina y tanta agua y verdor, provenga la odisea de mi espíritu romántico.
En esta llanura manchega y en esta circunstancia del estío, ¡qué mejor cosa que ir todos los atardeceres al grandioso Festival de Teatro de Almagro.
Sí, grandiosa y magnífica cosa es ver brillar a esta ciudad, con sus Casas Palacio convertidas en escenarios teatrales.
Sí, entusiasmante ambiente cosmopolita y culto, con gente de todas las edades, llenando las representaciones teatrales.
Sí, preciosa agenda de cultura, que por la mañana se llena de conferencias de alto nivel sobre nuestro Siglo de Oro. No hay tiempo que perder.
Sí, no solo teatro sino música también. Cómo no recordar la hermosa obra En la selva de amor de María Huertas, una sobresaliente artista almagreña. Músicas del Barroco y del folclore iberoamericano.
Sí, un éxito total, apoyado por una excelente infraestructura organizativa. Deseo citar a jóvenes que, en dilatadísimo horario de taquilla, atienden con gentileza y eficacia (Santi, Olga, y otros más).
Sí, Almagro lugar de encuentro y alimento estético y cultural. De este modo, me encontré con muchos actores, entre otros con Daniel Migueláñez, que me ha regalado este texto y lo pongo:
«El Festival de Almagro se convierte cada año en uno de esos refugios para teatreros sin complejos; un espacio de libertad y sosiego, donde el carro de Tespis hace un alto en el camino para sacudirse el polvo de los senderos y disfrutar de unas cervezas en su plaza. Confluyen, en mi caso, dos eventos que marcan mi calendario estival: la celebración teatral por excelencia, junto al encuentro académico de las Jornadas de Teatro Clásico que tan brillantemente dirige mi buen amigo Rafael González Cañal. Este año, con Calderón como padrino, hemos ido saltando de los tablados a la Academia para charlar, debatir, poner en común y compartir experiencias entre actores, investigadores, dramaturgos, filólogos y demás devotos de Talía. “Lo que pasa en Almagro se queda en Almagro”, reza la voz popular, remedando unas Vegas de telones y tramoyas. Ah, de la vida ¡cuánto tienen que contar esas vigas teñidas de verde, esos patios con sinsabor a despedida! Un año más parte el alma escrita en verso.» (Daniel Migueláñez, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, actor).
Sí, Almagro sumado a la historia y sumado a nuestra actualidad. Me ha emocionado la proclama pacifista en pancarta colgada del balcón del Ayuntamiento, en voz del inigualable Francisco de Quevedo: “Es tan noble y tan ilustre la paz, que tiene por solar el cielo”.
Sí, Almagro conectado con las mujeres, con el feminismo, tanto en representaciones teatrales, como en pintura, y tomándonos por iconos del festival. Cómo no recordar la maravillosa exposición del pintor portugués José Manuel Castanheira, en el Palacio Juan Jedler.
Sí, Almagro con el esplendor de su Museo Nacional de Teatro, y este año con su exposición temporal de Gil Vicente, “no tiene quien le aventaje en la Europa de su tiempo” (Marcelino Menéndez Pelayo).
Sí, Almagro trenzando relaciones de fraternidad con Portugal, con el mundo hispano, con toda Iberoamérica, más con el ancho y largo universo de la cultura.
Sí, Almagro suma a todo este esfuerzo, la actividad cultural de su famoso Ateneo, y del interesante espacio poético-musical llamado Almagro íntimo, que coordina la escritora almagreña Nieves Fernández.
Sí, no hay que perderse este Festival de Teatro, que ya va por su cuadragésima quinta edición.
Sí, siempre nos quedará Almagro en julio.
Viva Almagro y su teatro. ¡Viva!