El día 22 de febrero del pasado año, muy de mañana, y de acuerdo con el párroco D. Juan Carlos Torres y los vecinos de la Barriada, la imagen de San Antón era trasladada desde su ermita almodovareña al convento de los Padres Carmelitas Descalzos de Toledo, adonde el P. Ricardo Plaza, Carmelita Descalzo –Licenciado en restauración por la Universidad de Granada y licenciado en BB.AA. escultura por la Universidad de Salamanca– realizó una magnífica intervención de restauración a la imagen del nuestro querido San Antón.
A tal fin, llevaba a cabo una limpieza general de la imagen y reintegración de la policromía de las partes desgastadas por el paso de los años y de la devoción popular, devolviéndolo así al estado original de la misma, con sus pátinas originales de los años 40, década del pasado siglo en que posiblemente fue adquirida la sagrada imagen.
Hay que destacar que el P. Ricardo Plaza, OCD, había ya realizado otras obras análogas en nuestra localidad de Almodóvar, como pueden ser la restauración del Cristo yacente de la Hermandad del Santo Entierro; la limpieza y restauración de la imagen de Santa Brígida; la intervención sobre la imagen de la Inmaculada Concepción y restauración del pequeño cuadro con la efigie del entonces Beato Juan Bautista de la Concepción, ambas ubicadas en la Casa Natal de S. Juan de Ávila; entre otras obras restauradas, como algunos lienzos de la Iglesia Parroquial.
La imagen del patrono de los animales, como popularmente es conocido, permaneció en la ciudad imperial durante cinco meses para su tratamiento, pasando allí el tiempo de confinamiento que vivimos el pasado año a causa de la pandemia que estamos sufriendo de la Covid-19.
Finalmente, el sábado 18 de julio llegaba de nuevo a las 21:45 horas, desde Toledo, la imagen de San Antón a su ermita, donde un grupo considerable de vecinos y devotos esperaba expectante el retorno de su Vecino más querido, al son del repique de la graciosa campana de la ermita y de varios aplausos. Junto con algunas lágrimas de emoción, el santo fue introducido en su templo para ser contemplado por los presentes, los cuales agradecían la intervención realizada por el P. Ricardo sobre la imagen.
Se aprovechó la ocasión de la restauración del gran anacoreta Antón, para que el padre carmelita restaurara también la pequeña imagen devocional -de unos 50 centímetros- de San Roque que se encuentra en la ermita, al cual en el siglo XVI se le profesaba una gran devoción en nuestro pueblo, junto a otros santos. A todos ellos se invocaba en nuestra localidad para ser librados de algunas pestes y epidemias ocurridas en diferentes etapas de la historia.
San Antonio Abad y las epidemias
Por todos es conocida la vida de San Antón o San Antonio Abad, cuya devoción está extendida por todo el orbe cristiano desde hace siglos, profesándole una gran veneración tanto en Oriente como en Occidente; aunque no está demás que recordemos algunos datos biográficos del Santo anacoreta, entresacados de estudios realizados por algunos autores que he seleccionado:
“San Antonio Abad, según la Vita Antonii de San Atanasio, nació hacia el año 251 en la aldea de Coma (hoy Quaeman-el ́Arous), al sur de Menfis (Egipto), de padres campesinos y acaudalados. Según cuenta la leyenda, en una Misa resonaron en él estas palabras de Jesús: “si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres”. Por ello, al morir sus padres vendió todos sus bienes, donó el dinero a los pobres y se consagró a la vida eremítica. De esta manera San Antonio Abad se convirtió en uno de los iniciadores de las comunidades de monjes en la historia del cristianismo, que luego se fueron extendiendo por todo el mundo y que siguen existiendo en nuestros días. Durante su vida de anacoreta, en los desiertos de Nitria y Scete (Bajo Egipto), fue atormentado y tentado por el demonio, quien le ofreció riquezas y placeres, a los que San Antonio respondió con un incremento de sus oraciones y penitencias. San Antonio Abad falleció en el año 356, probablemente a los 105 años de edad. Fue sepultado por sus discípulos en un lugar secreto, siendo su cuerpo milagrosamente hallado dos siglos más tarde. Sus restos fueron desenterrados en el año 561, durante el gobierno del emperador Justiniano… En el año 663, con motivo de la revuelta del pueblo egipcio contra el emperador Heraclio, los restos fueron trasladados a la iglesia San Juan Bautista de Constantinopla.”[1]
Hasta aquí hemos podido repasar la pequeña reseña biográfica sobre Antonio, el Santo anacoreta del desierto, escrita por San Atanasio y de cómo fue trasladado su cuerpo a Oriente, por las revueltas acontecidas en Egipto. A continuación, el mismo autor nos aporta datos de cómo llegó la devoción del ermitaño S. Antón, hasta Europa; veamos lo que nos dice:
“En el 1070, las reliquias del Santo Ermitaño, procedentes de Oriente, son trasladadas desde Bizancio a Francia a manos de un caballero francés llamado Jocelyn, Señor de Castronovo, Albenciano y la Mota de San Desiderio, quien había estado luchando como cruzado en Constantinopla, allí las recibió de manos del emperador como regalo por los servicios prestados tras su viaje a Tierra Santa. El interés de este caballero francés por conseguir las reliquias de Antonio el Ermitaño, es debido a la curación del mismo, al parecer por intercesión directa del Santo tras ser gravemente herido durante una batalla. Dichas reliquias se colocaron inicialmente en la Iglesia Parroquial de Santa María, localizada en la Villa de San Desiderio. En el 1074, las reliquias del Santo se trasladaron a la nueva Iglesia de Mota “Motte Saint-Didier” (Vienne, Francia), construida para este fin, y donde se conservan hasta la fecha.” [2]
Hay que destacar que la figura de San Antonio Abad, fue muy importante como hemos podido leer anteriormente, ya que él fue el iniciador de la vida cenobítica-monástica en la cristiandad. Después de una vida ejemplar, solitaria y penitente, muchos siguieron su estilo de vida de ermitaño. Pero además debemos subrayar que su fama y devoción se extendió y popularizó durante la Edad Media, sobre todo en Europa, como abogado para las epidemias y pestes, junto a San Sebastián o finales de la Edad Media a San Roque.
San Antonio Abad fue invocado en toda Europa ante una misteriosa epidemia que se desató en el siglo XI, llamado “Ignis sacer” o “fuego sagrado”, “Dicha epidemia fue descrita por las crónicas como una extraña enfermedad, concebida como castigo divino por sus profundos estados alterados de conciencia y cuyos síntomas, similares a la lepra en su fase más avanzada, consistían en fuertes dolores en brazos y piernas. Los afectados acudían a la iglesia donde se veneraban las reliquias de San Antonio Abad invocando su intercesión, pues la popularidad de este Santo taumaturgo era conocida de Oriente a Occidente por la Vita Antonii.”[3]
A raíz de esta enfermedad creció la devoción en el pueblo cristiano por la fama milagrosa de este Santo anacoreta, ya que “La primera noticia fehaciente que se tiene de esta epidemia está fechada en el año 1039, en la ciudad francesa de Dauphiné donde está enterrado San Antonio, famoso por sus visiones demoníacas, y por la protección que siempre ha prestado frente a enfermedades como la epilepsia, el fuego o las infecciones”[4], de ahí el nombre de “fuego o fiebre de San Antonio” para esta enfermedad provocada por el centeno, un cereal contaminado.
Cuentan las crónicas que en dicha localidad el santo obró un milagro a un devoto suyo, el cual le pidió que curara a su hijo aquejado del “fuego ardiente”, siendo curado milagrosamente por el santo. El padre, que hizo la promesa de fundar un hospital, si su hijo se curaba, lo fundó al lado de iglesia donde se veneraban las reliquias del San Antón en Dauphiné, Francia, para que fueran atendidos aquellos infectados por este mal. En este lugar nacería la Orden Hospitalaria de San Antonio Abad o Antoninos, los cuales se fueron extendiendo por toda Europa fundando más de 400 hospitales.
“En el siglo XII aparecen en España los primeros focos del Mal de San Antón o Fuego sagrado. En el año 1214 vino a España la Orden de San Antón o Antoninos, precisamente para atender a estos enfermos, que sufrían brotes de ergotismo producidos por el cornezuelo del centeno, a los que dada la aparición en focos se les consideró contagiosos. La primera casa para estos enfermos se estableció en Castrogeriz (Burgos)”[5] Como podemos observar la epidemia también afectó a España en la Edad Media, y con ella llegaría también la devoción a San Antón a nuestro país, por la Orden de los Antoninos, que difundieron su figura.