Aníbal B. C.
Benigno Gutiérrez Gómez se convirtió ayer en centenario y para festejarlo, su pueblo natal, Arroba de los Montes, le rindió un afectuoso homenaje en el que recordaron sus vivencias a lo largo de estos cien años de vida que, en su caso, estuvieron marcados por el recuerdo de Antonio Machado.
Un tres de abril de 1914 nacía en plenos Montes de Toledo Benigno Gutiérrez, y su vida, a partir de entonces, quedaría íntimamente ligada a su tierra, que únicamente abandonaría durante la dura etapa de la Guerra Civil.
Este hombre, de carácter afable, que le ha hecho ser muy querido en su pueblo natal, mantiene su memoria intacta para recordar aún los pasajes más importantes de su vida.
Uno de estos recuerdos, sin lugar a dudas, se detiene en el 22 de febrero de 1939, día en el que junto a sus compañeros de unidad militar, formó parte del cortejo fúnebre que acompañó el féretro del poeta Antonio Machado en su último y postrero viaje.
El destino, como él recuerda, le llevó a vivir un momento histórico, el entierro en Collioure del gran poeta, que, como él, entonces vivía exiliado.
A pesar de que su visión hoy está disminuida por el paso del tiempo, a través de su memoria vislumbra con certeza su vida y recuerda sus primeros años de trabajo como cartero antes de que llegara la guerra. Eran tiempos en los que se dedicaba a llevar el correo desde Arroba de los Montes a Alcoba de los Montes o Puebla de Don Rodrigo.
Después, el conflicto bélico le dejó en el bando republicano y de ahí comenzó un camino que le llevó a pasar por los frentes de Badajoz, Madrid, Teruel y Cataluña, hasta que su Unidad tuvo que cruzar a Francia, donde comenzaría su exilio. Benigno, después de vivir algunos meses en Francia y de estar presente en el entierro de Antonio Machado, acabó internado en un campo de concentración, donde vivió momentos muy duros y del que logró escaparse para volver a cruzar a España.
En cuanto pudo, acabó regresando a casa, y en los años de postguerra su trabajo giró en torno al cereal al ser encargado responsable de controlar el almacén de cereales de Arroba de los Montes que el entonces Servicio Nacional de Productos Agrarios (Sempa) tenía en este pequeño pueblo ciudarrealeño.
Pueblo de sus amores
Arroba de los Montes ha sido el pueblo de sus amores, aunque, ahora, por lógicas cuestiones, durante el invierno, se traslada a vivir con su hija a la población cercana de Navalpino.
La llegada del buen tiempo para él es el momento más deseado, porque suele volver a su pueblo, a su casa, a su calle, a su plaza, donde sus amigos le esperan para compartir largas e interminables charlas.
Ayer volvió de nuevo a Arroba, pero, no lo hizo para quedarse, a pesar de que la primavera ya ha llegado. Lo hizo porque sus vecinos, porque su Ayuntamiento quería darle una gran fiesta y celebrar con él una fecha tan redonda y señalada, como son cien años.