Los venezolanos, un pueblo que ha sufrido una verdadera diáspora en los últimos veinticinco años de chavismo y crisis económica (casi el 25% de la población ha huido del país), han llegado más tarde a Ciudad Real pero su presencia cada vez es más visible con asociación propia (Asociación de Venezolanos en Ciudad Real), que fundaron hace cuatro años el matrimonio formado por Tania Rimer y Rafael Mourad.
Ellos dejaron Venezuela hace seis años con su hijo de diez -aquí ha cumplido los 16- por persecución política. “En Venezuela teníamos una vida política primero contra el Gobierno de Chaves y luego contra Maduro muy fuerte. Se estaba cerrando el círculo ese 2017 cuando decidimos salir, no sin dificultades”.
Tania era profesora de educación especial en una escuela pública en Venezuela y su marido tenía su empresa. Con edades más próximas a la jubilación que a emprender una nueva vida en otro país cuentan que no les quedó más remedio que salir con sus ahorros y pedir asilo político en España.
En Ciudad Real, que ni sabían dónde estaba (muchos amigos, incluso españoles, les preguntan curiosos por el lugar en el que viven) terminaron por casualidad y ONG como Cepaim, “a la que estamos, muy, muy agradecidos”.
Aterrizaron en Madrid un 5 de diciembre. Comprobaron que era imposible alquilar algo para vivir, pero a través de una cuarta persona de las pocas que conocían aquí aceptaron un alquiler a un precio asequible en Santa Olalla, un pueblo de Toledo (no necesitaban ningún contrato ni papeles). Meses después recurrieron a Cepaim y acabaron mudándose a Ciudad Real donde empezaron con un programa de apoyo, “hasta que nos independizamos”.
“El apoyo de Cepaim ha sido fabuloso”
“El apoyo con Cepaim ha sido fabuloso, de verdad que estas ONG hacen muy buen trabajo; y aquí nos hemos quedado. Ya tenemos la nacionalidad, primero conseguimos el permiso de residencia por razones humanitarias que se concede a los venezolanos”. En este contexto de empezar de nuevo Rimer y Mourad no han dejado de celebrar Navidad a la manera venezolana.
“Venezuela es un país muy bonito, lamentablemente son los gobernantes los que dañan a las naciones”, apostilla Mourad. De su primera Navidad en España recuerdan una cena de Nochebuena en el salón parroquial de la iglesia de Santiago, “nos juntamos setenta venezolanos”. Ahora la comunidad de venezolanos en Ciudad Real está más fortalecida, con unos mil residentes en la provincia y trescientas familias vinculadas a la asociación que utiliza un espacio para reunirse en la Casa de la Ciudad.
A Tania y Rafael se les ilumina la cara cuando rememoran cómo son las Navidades en Venezuela. “La celebración es muy alegre en todo el país, con luces que iluminan tanto el exterior de las casas como el interior”.
Las ‘gaitas’ y la Virgen de la Chiquinquirá
El comienzo oficioso de las fiestas navideñas es el 18 de noviembre, fiesta de la Virgen de la Chiquinquirá (Virgen Chinita), del Estado de Zulia, desde entonces y hasta Año Nuevo suena una música peculiar y característica de Zulia (conocido por su capital es Maracaibo), las ‘gaitas’, que no, no son gaitas al estilo asturiano, sino un tipo de música que mezcla influencias españolas, indígenas y afrocaribeñas, con letras que hablan del Niño Jesús, la Virgen o las parrandas de diciembre.
La iluminación es otra clave de las fiestas, “no hay edificio que no tenga árbol o pesebre [belén]”, aseguran. Y todo pese a las duras condiciones de vida en un país en que el que “el sueldo medio equivale a seis o siete euros y un cartón de huevos cuesta cuatro dólares. El problema ahora no el desabastecimiento de etapas anteriores, el problema es pagarlos”.
Con todo, la gente no pierde la alegría en Navidad y la costumbre de juntarse en familia para adornar las casas o preparar la cena de Nochebuena, un plato tradicional, siempre el mismo, que se elabora varios días antes.
“En las Navidades en Venezuela las familias se juntan en las casas de los papás, aunque se viva lejos. Y todo, desde la decoración hasta la elaboración de la comida se hace en familia”.
El suculento plato navideño venezolano
El plato navideño venezolano consta de hallaca, pernil, ensalada de gallina y pan de jamón, regado con una bebida típica, el ponche crema. “Elaborar las hallacas cada año se vuelve una fiesta, todo el mundo puede participar”, comentan.
La hallaca es como un tamal, preparado con masa harina de maíz y relleno de un guiso de carne de vacuno, cerdo, gallina o pollo, aderezado con verduras y especias. Luego se adorna con aceitunas, pasas, tiras de pimiento rojo y cebolla, y se envuelve en hoja de plátano, amarrada con un hilo especial, el pabilo. Todo eso se cuece durante horas, dependiendo de la región, si los ingredientes del relleno están cocinados previamente o no. “Lo bueno de elaborar este plato es que incluso los que no tienen conocimientos de cocina pueden ayudar a lavar las hojas, cortar el hijo o amarrar las hallacas. Lo habitual es hacer muchas hallacas, cincuenta, cien, luego hacemos intercambio con los vecinos o familiares”, puntualiza Mourad.
El pernil es pierna de cerdo adobada que se hornea hasta lograr una textura crujiente y se sirve en rodajas. El pan de jamón es otro componente del plato (masa de pan semidulce rellena de jamón ahumado o braseado, baicon, uvas pasas y aceitunas). La ensalada de gallina es parecida a la ensaladilla rusa española con carne de pollo desmechado, papas y zanahoria aderezada con mayonesa. Como decoración, cuadritos de manzana, perejil y tiras de pimiento rojo.
Y por supuesto mientras se cocina todo “no falta tener de fondo musical unas gaitas navideñas en la casa”.
Doce uvas para recibir al año nuevo y fuegos artificiales
El 31 de diciembre, Nochevieja, los venezolanos reciben el nuevo año tomando las doce uvas (lo hace toda América Latina), y la gente sale a la calle a felicitar a sus vecinos o ver los fuegos artificiales que iluminan los cielos de todas las ciudades venezolanas esa noche.
“La diferencia notoria que veo con España es que en estas fiestas somos más de familia y unión con los vecinos. Estos días es para tener las puertas de la casa abiertas e intercambiar comida con los vecinos, e incluso regalos. Y si no hay pues se junta la gente para aportar algo y festejar en comunidad”, afirma Rimel.
A esta pareja también les gusta el tiempo de Navidad en Ciudad Real, “la diferencia nos hace encantadores a cada uno, si todo fuera igual el mundo sería aburrido”, opina Tania. “En Venezuela por lo general no se sale a un restaurante o un bar como veo que hacen aquí. Y si estás solo y no te puedes reunir con tu familia, el vecino te acoge”.