La experiencia rural de Juana Marín (Valdepeñas, 1976), una mujer de origen valdepeñero que media la década de los 40, es también positiva. Con una trayectoria laboral en Madrid de más de una década, principalmente en el mundo de la integración comunitaria, decidió hace cinco años apostar por la que ya es una “pasión”, la apicultura.
Inició la actividad en la sierra madrileña, en concreto en Rascafría, donde instaló las primeras colmenas. Allí también empezó a formarse sobre la crianza de las abeja y la obtención de productos como miel, jalea real, propóleo, cera y polen. De vuelta a la ciudad del vino, que compagina con estancias en la capital de España, trasladó su explotación, denominada ‘Las campanillas’ – http://lascampanillas.com/-, a varias ubicaciones del Campo de Montiel. Así, ha diversificado el negocio y ha soslayado la práctica de la trashumancia, que es más costosa.
Son cinco asentamientos localizados en un escenario “fabuloso” de monte bajo, con el fin, así, de aprovechar las floraciones del ecosistema. Con el paso de los años, los enjambres se han multiplicado “progresivamente”, si bien la actividad apicultora no representa la principal actividad económica de Marín porque aún no ha iniciado la línea de la comercialización.
Es un modelo productivo “complicado” a la hora de obtener ganancias con los enjambres, por diversos factores, apunta la apicultora. En concreto, hay inestabilidad al entrar en juego el propio manejo de las instalaciones, los cambios climáticos y enfermedades como la varroa, el parásito que se ha convertido en endémico en la zona por su resistencia, y que “está haciendo mucho daño”.
También afectan decisiones como la que Marín ha tomado este año ante los efectos de la sequía a las propias abejas: “he preferido extraer menos miel y dejarles alimento para que puedan pasar el invierno con energía”.
Como oportunidad laboral en un entorno más rural, la también poetisa opina que su apuesta apícola es un paso hacia la “descentralización” de la actividad económica pero también de su vida personal, porque, igualmente, “me gusta la ciudad”.
Por ello, no deja de aprender conocimientos sobre la apicultura, flora apícola y sanidad apícola, con los cursos de la Asociación de apicultores de Madrid (APISCAM) y de la Asociación de apicultores de Guadalajara (APAG), que, a su vez, ella traslada a otros auditorios más principiantes.
También es una forma de sembrar semillas de futuro en un ámbito productivo que es esencial para la vida y la preservación de los ecosistemas. No en vano, desde ‘Las Campanillas’ Marín contribuye “a mantener la sostenibilidad de la zona, a prestar asesoramiento a quienes quieran iniciarse y a colaborar con otros apicultores amigos”.
De hecho, la apicultora valdepeñera mantiene su explotación como “un bien social”, aunque todavía se encuentra en una etapa inicial de expansión. El objetivo es “seguir creciendo para prestar servicios divulgativos, polinizadores y productivos”.
Cinco libros
Pero Juana Marín, que ha estudiado y ejercido de higienista dental e integradora social, también cultiva la poesía desde hace años. La escritura es “una necesidad” para responder “a preguntas vitales” y pone de manifiesto una sensibilidad que ya empezó a manifestar desde joven, con su involucración en el tejido asociativo de Valdepeñas.
Al voluntariado activo desde la asociación infantil y juvenil ‘Castillos de Papel’ le han seguido en los últimos ocho años cinco títulos publicados en varias editoriales: ‘Algunas casas, algunas horas’, Pizarra Blanca Producciones, 2014; ‘El Vertedero’, Lastura Ediciones, 2018; ‘Insumisas. Poesía crítica contemporánea de mujeres’, selección y edición de Alberto García-Teresa. Baile del Sol, 2019; ‘Tristopías’, con Marta de la Aldea, Lastura Ediciones, 2020, y ‘Yo Tú Ello’, Lastura Ediciones, 2021.
En ese ámbito también ha participado entre los años 2008 y 2014 en los encuentros poéticos ‘Suburbia’ en Valdepeñas y en Ciudad Real, con una periodicidad bienal.