Miguel Lorente, el médico forense especializado en el análisis de la violencia machista, ha valorado esta mañana en Ciudad Real la necesidad de formar y sensibilizar a los profesionales sanitarios, a la hora de atender y diagnosticar a las mujeres violentadas por su género.
Se trata de un ámbito en el que las víctimas suelen acudir con frecuencia, por sufrir no sólo golpes o traumatismos, sino “muchas patologías, aparentemente producidas por cualquier otra causa”.
Son habituales en las consultas de Primaria, ha señalado, las visitas de mujeres con dolores crónicos de cabeza o de espalda, alteraciones neurológicas centrales como parestesias, pérdida de conocimiento, mareos, hasta ataques epileptiformes o infecciones de repetición, causadas “por el impacto” de la violencia de género en su salud, que no siempre se identifican como tal.
Según la OMS, estas mujeres acuden a los consultorios un 20% más, y tal y como apunta un estudio publicado en la revista americana de alteraciones cardíacas en febrero de 2020, tienen hasta un 40% más de riesgo de muerte, por enfermedades metabólicas, como la diabetes tipo 2, o por enfermedades cardiovasculares.
“Están pidiendo a voces que intentes ayudarlas”, pero en muchas ocasiones hay quienes piensan “que son unas neuróticas”, ha subrayado quien fue delegado del Gobierno contra la Violencia de Género (2008-2011) minutos antes de participar en la jornada ‘Actuaciones socio-sanitarias con víctimas de violencia de género y otras violencias sobre la mujer’, celebrada en la Facultad de Medicina, organizada por la Delegación del Rector para Políticas de Igualdad y la Delegación del Gobierno de Castilla-La Mancha, con motivo del 25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
“Hay que preparar a los futuros profesionales de la sanidad para detectar estos casos”, ha reiterado, dado el contexto “de confianza donde pueden hablar de temas de intimidad”.
Afortunadamente, los sanitarios están cada vez más concienciados, tal y como está comprobando el propio Lorente en la Facultad de Medicina en Granada, donde desarrolla su línea de investigación en la violencia de género desde hace más de 30 años.
“Entienden que es una responsabilidad, no una opción o una opinión”, ha dicho, antes de subrayar el interés de las nuevas generaciones de médicos, ante “el aumento del número de trabajos fin de grado sobre esta materia”. “Hay un interés en conocer esta realidad social y en abordarla desde su responsabilidad, como es la medicina”, ha abundado, al igual que “el resto de profesiones sanitarias”.
Es una actitud “proactiva”, vital a la hora de “llevar un cambio en la violencia estructural”, tal y como argumentó en el debate del Pacto de Estado en la Comisión del Senado y del Congreso.
La lucha contra la normalidad de la desigualdad en sus grados máximos de violencia, en su opinión, no se arregla sólo con las denuncias, sino con una conciencia y un conocimiento social sobre la realidad de la lacra. Es más, si las maltratadas denunciaran en cuotas del 70% pondría de manifiesto, ha relatado, la eficacia de la visión crítica de la sociedad, a la hora de “aislar al agresor”. Previamente, se habrían identificado las etapas “de alejamiento de las fuentes de apoyo externo, como la familia, las amistades o el trabajo” a las que la mujer es sometida en el ciclo de la violencia.
Habría, ha insistido, “una conciencia previa de lo que significa el control, el aislamiento y la culpabilización”.
Lamentablemente, las denuncias representan un 25% de la cifra de afectadas estimada, después de 19 años de Ley Integral contra la Violencia de Género (2004)”, antes de advertir que es un ámbito donde el tiempo “pasa en vidas, no en días”, y son muchas las mujeres que están quedando bien emocionalmente y socialmente apartadas”, incluso llegan a desaparecer como son las 60 asesinadas de media cada año.
Y eso es “porque estamos hablando de una violencia estructural, cultural y normalizada que lleva a las mujeres a decir ‘mi marido me pega lo normal, pero hoy se ha pasado’”. Es más, esta relación es contemplada “como una posibilidad dentro de la pareja”.
El negacionismo en mensaje institucional
La clave está, ha reiterado Lorente, en “romper con esa construcción cultural” y avanzar hacia “una transformación social”, un proceso “muy largo” y costoso, en gran medida por las “reacciones contra la igualdad”, ahora “reducidas a un mensaje institucional”.
En la actualidad, son las propias instituciones las que practican “el negacionismo”, hasta ahora “encabezado por determinados grupos de hombres que se consideran atacados por la ley”. “Se está planteando como necesidad de desarrollar otro tipo de políticas”, ha explicado el forense especialista, lo que “demuestra que el cambio social va a ser demasiado largo y demasiado lento”.