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27 abril 2024
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La nueva familia de Slavik en Ciudad Real

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Slavik, con su madre Natalia, y la familia de Ciudad Real con la que vive desde junio del año pasado / Elena Rosa
Belén Rodríguez / CIUDAD REAL
Ana Sánchez y Vicente Rey, con cuatro hijos de entre 5 y 13 años han sumado un quinto a la familia: Slavik, un adolescente ucraniano al que traían en verano que les pidió ayuda cuando estalló la guerra. Su madre, con la que se vino en mayo, ha encontrado trabajo en Inglaterra y lo visita con frecuencia. Su padre y sus abuelos siguen en Ucrania

Ana Sánchez y Vicente Rey, padres de una familia numerosa de cuatro hijos de 13, 11, 8 y 5 años, han incorporado un nuevo vástago adolescente a su vida en el último año: Slavik, un chaval ucraniano de 14 años alegre y echado para adelante, al que trajeron a Ciudad Real por primera vez en el verano de 2016 con Crean (Ciudad Real en ayuda al niño).

Slavik, que traduce para su madre y su familia las conversaciones con sus padres de acogida, pidió ayuda a Vicente y Ana en cuanto empezó la guerra, una experiencia que rememora como la gran aventura de su todavía corta vida.

“Nosotros no hablamos más que español, nos comunicamos con el traductor de Google y con Slavik, que conoce el idioma cada vez mejor”. El año pasado, tras el parón de la pandemia, estaban pensando en traer de nuevo al chico en verano a Ciudad Real pero la realidad de la guerra se impuso a sus planes.

“Cuando empezó la guerra estábamos en casa, viendo la tele; fue una cosa surrealista, enseguida pensamos que por nuestra relación con Ucrania teníamos que hacer algo como asociación Crean, somos de la directiva, y contactamos con otros miembros para ver qué podíamos hacer. De ahí surgió contratar un autobús para traer a niños y familias, cuantas más, mejor”, cuentan.

En esas estaban cuando Slavik, “no recuerdo bien si fue él primero el que nos llamó o nosotros”, les pidió ayuda, comenta el padre, “nos dijo que si se podía venir la familia con nosotros y le contestamos que sí, que ya veríamos cómo nos apañábamos”.

Pero la cosa no fue tan fácil. La familia de Slavik, hijo único, vive en Kiev. Ni ellos podían creer que Rusia estaba bombardeando la capital. Reaccionaron pensando en abandonar la ciudad pero ¿dónde ir? Al principio decidieron viajar a España en su coche por Odesa, pero no podían acceder al combustible, no había gasolina, y lo tuvieron que descartar.

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Slavik y Natalia, su madre. Vinieron a Ciudad Real por su cuenta a finales de mayo. Ella vive ahora en Inglaterra y él en Ciudad Real / Elena Rosa

Los primeros meses, en el pueblo de sus abuelos

De esa primera noche de guerra el menor recuerda “las bombas”, que no podían dormir ni encender la luz, y toda su familia alterada pensando dónde huir. Al final decidieron marcharse al pueblo de sus abuelos, un lugar menos castigado por la ofensiva rusa, en el que pasó tres meses, hasta que sus padres decidieron con más calma qué hacer.

En los planes de esta familia ucraniana siempre estuvo España por la conexión tan especial de Slavik con los Sánchez-Rey, y la voluntad de ellos ayudarles, pero ni podían ni se plantearon viajar a Ucrania

Como se fueron de Kiev en los primeros días de la guerra la familia de Slavik no pudo acceder a los autobuses de Crean en marzo por la frontera polaca y tuvieron que preparar el viaje por su cuenta. El padre, que tiene trabajo en Kiev, no podía salir del país, de modo que decidieron que viajarían la madre, Natalia, -al lado de Slavik en esta entrevista- y el menor. La organización y planificación del viaje la hicieron en el mes de mayo, en lo más crudo de los primeros meses de la guerra. A través de otros contactos su madre encontró una posibilidad de trabajo en Inglaterra pero desde el principio pensó que lo mejor para su hijo era irse a España, con Ana y Vicente, y ellos aceptaron, “nos pidió que si nos podíamos quedar con su hijo y dijimos que sí”.

En esos meses de mayo, con los papeles para salir y buscarse la vida fuera de Ucrania, Natalia y Slavik iniciaron un viaje de al menos cinco días en el que recorrieron media Europa moviéndose en transporte público (hasta julio fue gratuito para los refugiados ucranianos).

Slavik recuerda que celebró su cumpleaños en casa de sus abuelos, cómo les ayudaba en la huerta a cultivar verduras. Pese a la guerra, dice que no lo pasó especialmente mal. Su padre regresó a Kiev para trabajar “y ocuparse de nuestro gato que se quedó allí”, hasta que su madre decidió salir del país, “yo supongo que ellos pensaban que a lo mejor el conflicto se solucionaba en unos meses”, apostillan sus padres de acogida.

Mientras tanto los hijos de Ana y Vicente y ellos mismos seguían esperándoles. Llegaron al fin el 31 de mayo, en un tren desde Madrid. Pero para hasta llegar a este punto tuvieron que atravesar Polonia, Bélgica y Francia.

El adolescente recuerda cómo fue su llegada a uno de los centros de refugiados de Polonia, cuando lograron salir de Ucrania. Coger un autobús allí no fue fácil, “solo había tres y estábamos esperando muchas personas”.

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Slavik y Natalia, su madre, y el resto de miembros de su familia de acogida en Ciudad Real / Elena Rosa

“Llegamos a un sitio como E.leclerc”

De su llegada a Polonia recuerda haber entrado “en un edificio como E.Leclerc, con muchas camas, mucha ropa, chuches para los niños y sitios con colores y banderas de cada país. En cuanto llegué dije tenemos ir a España y conté en el mostrador que había una familia aquí esperándonos [la madre no habla español]”. Pero no encontraron transporte directo, el viaje lo hicieron pasando por Bruselas, con llegada a otro lugar de refugiados, de allí a París, de la capital francesa a Madrid y de allí a Ciudad Real.

Natalia y Slavik consiguieron su objetivo: el 31 de mayo estaban en Ciudad Real sin tener que pagar por los billetes. La madre estuvo un mes en Ciudad Real, hasta que se marchó a Inglaterra a trabajar. Desde entonces viene a ver a su hijo, con el que sigue en contacto como con el resto de su familia, cuando puede, para hacerle “las comidas ucranianas que echa de menos”, comenta ‘su madre’ española Ana.

Esta familia numerosa vive en un piso modesto, tuvieron que reorganizarse para dormir, “pero eso es lo más sencillo”, dicen. Slavik no venía mal psicológicamente pese a la dura experiencia de la guerra en su país. Es un chico muy extrovertido y enseguida recuperó el nivel de español que había perdido.

Va al instituto y está integrado

La escolarización no fue inmediata, hablaron con los futuros profesores y aprovecharon el verano para que se fuera poniendo las pilas con el español, que habla y entiende muy bien. Desde septiembre está escolarizado en el instituto Hernán Pérez del Pulgar, cerca de la casa de Ana y Vicente.

Como niño está viviendo su primer año en España muy contento según dice. “Cuando llegué fuimos a la piscina, a la feria y en verano a Fernán Caballero [el pueblo del que procede Vicente Rey]”. Natalia tuvo que esperar un mes en España hasta que consiguió el visado para trabajar en el Reino Unido.

“Con esta familia estoy muy bien”, cuenta. También se siente a gusto en el instituto, dice que “los profesores son buenos, no como en Ucrania. Aquí he encontrado muchos amigos, sé cómo hablar y cómo escribir”.

La reorganización doméstica de los Sánchez-Rey ha experimentado alguna variación, pero ahora todo está engrasado. “Cuando llegaron les dejamos la habitación de mi hijo a los dos y nosotros nos arreglamos, Ana con las niñas y yo durmiendo en otra habitación con mi hijo”; ahora los dos chicos comparten habitación y las niñas otra, “no nos sobra el dinero pero nos arreglamos bien”, “como la casa es pequeña se recoge pronto”, bromea Ana. No han tenido problemas ni para escolarizar a Slavik ni para conseguir tarjeta sanitaria.

Excepto que no come pescado Slavik se ha adaptado bien a las comidas y al ritmo de vida de su familia de acogida, aunque echa de menos comidas de su país. Para eso están las visitas de su madre, “cuando viene, como ahora [ha pasado en Ciudad Real unos días de febrero] le deja platos preparados para que se sienta como en casa”.

El adolescente mantiene contacto con sus abuelos y su padre en Ucrania, “mi padre me dice que allí no hay niños en el parque”, y también con sus amigos de allí y con su tía en Polonia. La guerra lo ha descompuesto todo pero aún así está familia intenta recomponer su vida y salir adelante.

“Nosotros también estamos contentos; parece que haces algo importante, dentro de lo poco que podemos hacer en una situación tan terrible como es una guerra”. Nunca han viajado a Ucrania, nos hubiera gustado ir Kiev, pero ya no la vamos a ver igual”, dicen los Sánchez-Rey.

“Los refugiados se han ido porque no hay trabajo”

“Yo esperaba que esto terminara pronto, que en un mes se solucionaría, pero no ha sido así”. Miembro de la directiva de Crean confirma lo que otras fuentes, “bastantes refugiados de los que vinieron a España se han ido de Ciudad Real, sobre todo porque no hay trabajo”.

Hace quince días se marchó a Francia una familia de cuatro miembros. Antes se marchó otra familia a la que una persona le cedió una vivienda en Villarrubia de los Ojos, “llamaron a la madre, que trabajaba en una farmacia, para incorporarse a su trabajo allí y si no lo perdía. Se fueron”.

El apoyo institucional a esta familia de acogida voluntaria ha sido que les han facilitado las cosas para documentación, sobre todo en el colegio. “Los profesores no aconsejaron que primero aprendiera más español antes de tener más base de Matemáticas, Inglés o Historia, asignaturas complicadas en otro idioma”.

 

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