El libro de Sennet, ‘Construir y habitar’, hace acercamientos a lo urbano desde perspectivas muy diferentes. Visiones diversas en las que se entremezclan experiencias personales y propuestas muy concretas, a veces excesivamente centradas en análisis locales. Pero propuestas que van dando una visión diferente de la ciudad y del urbanismo.
El peso de los otros
Dice Sennet que se puede representar la ética de una ciudad teniendo en cuenta cómo trata la diferencia cultural. Una ciudad cerrada es hostil a las personas cuya religión, raza o sexualidad las distingue de la mayoría, mientras que una ciudad abierta las acepta. Y desde sus experiencias como asesor de la ONU analiza la llegada de inmigrantes a Europa y se pregunta ¿Cómo se vive en un lugar al que no se pertenece? El Prójimo como Extraño tiene que ver con el ámbito mundano prosaico de la ciudad. La conciencia de los otros, los encuentros con ellos y el dirigirse a ellos de otra manera que, a uno mismo, todo eso constituye la ética civilizadora.
Y la manera de evitar a los extraños se realiza de dos maneras: huir de ellos o aislarlos. Como ejemplo de huida de la ciudad cuenta el caso de Heidegger y la construcción de su cabaña donde había una búsqueda romántica de la soledad, pero también una huida del mundo. La exclusión resulta más complicada cuando se necesita a aquellos a quienes se desprecia. Y pone para ello el ejemplo del guetto judío de Venecia en una posición aislada de la ciudad pero que permite la entrada de la comunidad para trabajar siempre que aceptasen su marginalidad.
El proceso moderno del guetto llega con la gentrificación que transforma lugares de la ciudad apetecidos ahora por clases adineradas y provoca la expulsión de sus moradores originales. Procesos repetidos en zonas periféricas, en espacios centrales degradados, en bordes industriales de ciudad. Las diferencias de clase siguen presentes en la ciudad. Y la experiencia de clase combina experiencias personales cercanas de desigualdad y una creciente experiencia de distancia y segregación física. Se está empezando a vivir la clase como un tipo de muerte de la distancia en la cité, aun cuando la ville está compuesta cada vez más por guettos de clase.
La tecnópolis
Una solución para aligerar el peso de los otros es hacer la vida más fácil para todos gracias a la tecnología moderna. Y surgen dos modelos de ciudades tecnológicas. El contraste se inscribe en nuestro marco más amplio: la ciudad inteligente prescriptiva es cerrada, la ciudad inteligente coordinadora es abierta. Tocqueville decía en 1835: Al igual que la multitud de la calle, la mayoría, una vez democráticamente instalada en los despachos del Estado, no se contenta con gobernar de manera moderada a la minoría, por el contrario, la colma la pasión por universalizar su voluntad de manera que el cincuenta y uno por ciento no presta la menor atención a la opinión del cuarenta y nueve por ciento. Y aquí analiza las ciudades inteligentes con los dos ejemplos especiales de Songdo en China y Masdar en Abu Dabi, ciudad planificada por Foster.
Pero frente a las ciudades tecnológicas estudia las ciudades tradicionales que se trasforman. Y un ejemplo singular lo lleva a Medellín (Colombia). En el barrio de santo Domingo se ha instalado una excelente biblioteca comunitaria formada por tres modernos y elegantes bloques de color negro proyectados por Giancarlo Mazzantini. La biblioteca llamada Parque Biblioteca España, está en lo alto de una ladera cubierta de chabolas en las que viven decenas de miles de pobres, mayoritariamente refugiados de las guerras civiles del país. El alcalde de Medellín Sergio Fajardo decidió que para que la gente se “apoderase” de su comunidad era preciso edificar algo que mereciera la pena poseer. Y para ello construyó excelentes bibliotecas y un funicular que permite a la gente de las chabolas llegar a otras zonas de la ciudad con facilidad para trabajar y poder acceder a sus servicios. Dice Sennet comentando esta actividad: Era un buen alcalde. La realidad, sin embargo, es dura y los edificios se han deteriorado rápidamente y sus efectos en la comunidad son más bien reducidos. Más eficaz ha sido el funicular como forma de comunicar fácilmente los diferentes espacios de la ciudad y hacerlos más permeables y relacionados.
La ciudad abierta
Una ville abierta está marcada por cinco formas que hacen posible la complejidad de una ciudad. El espacio público promueve actividades sincrónicas. La ville privilegia el linde a la frontera y tiende a hacer porosas las relaciones entre las diferentes partes de la ciudad. Marca con modestia la ciudad con materiales simples y la colocación de marcadores a fin de destacar lugares anodinos. Utiliza las formas-tipo en su edificación para crear lo que en música es el tema con variaciones. Por último, a través de la planificación seminal se permite que los temas- donde ubicar escuelas, viviendas, tiendas, parques, se desarrollen de modo independiente en toda la ciudad, lo que produce una imagen compleja del conjunto urbano. Una ville abierta evitará cometer los pecados de repetición y de forma estática, creará las condiciones materiales en las que la gente pueda enriquecer y profundizar su experiencia de vida colectiva.
Y para ello es esencial la coproducción, el trabajo abierto a la comunidad. Y Sennet estudia los procesos de participación, en muchas ocasiones falsificados como mero trámite, para implicar a toda la sociedad en el diseño de la ciudad, La coproducción tiende a que el compromiso sea de ambos lados y que los planes sean generados tanto por el urbanista con su formación técnica como por el habitante con su experiencia. Y aquí recupera el valor clásico de la ciudad: Necesitamos estar con otros para hacer lo que no podemos hacer solos. En ocasiones entra en detalles de sus modos de incentivar la participación con experiencias personales y vitales que parecen distraer el discurso del libro pero que llenan de un carácter próximo sus argumentos y sus razonamientos que van de forma difusa abordando los diferentes aspectos de la ciudad. Un urbanismo que quiere más próximo a las experiencias vitales y a las realidades de la gente que vive en las ciudades que a lo procesos técnicos de su concepción y desarrollo.
El problema del urbanismo ha sido más bien poner el énfasis autodestructivo en el control y el orden. La conexión ética entre el urbanista y el urbanita reside en la práctica de cierto tipo de modestia, en vivir entre muchos asumiendo el compromiso con un mundo que no es el espejo de uno mismo. Vivir entre muchos hace posible en palabras de Robert Venturi la riqueza de significado antes que la claridad de significado. Esta es la ética de una ciudad abierta. Una ciudad capaz de acoger las diferencias culturales y sociales, de hacer llegar la calidad de sus instalaciones a todos los rincones de esta y de promover un crecimiento sostenible.
