Al llegar a este punto del calendario se supone que los ciudadanos habremos formado una opinión afinada de las distintas opciones políticas que se nos ofrecen. Pero quizá no todos, porque dicen los politólogos que algunos de los que dicen que NS/NC y que lo decidirán en el último momento, probablemente no decidirán nada porque no irán a votar. Y que para apoyar a un candidato no basta con saber lo que promete y lo que piensa, sino que es necesario caer en la cuenta de aquello de lo que no habla ni promete.
Un colectivo especialmente pudoroso con sus preferencias políticas son los cristianos tanto particular como colectivamente. En términos generales las homilías se centraban hasta hace poco en oponerse frontalmente a la ley de interrupción del embarazo, sin apenas o nula alusión a las mejoras sociales que la propia sociedad, creyentes y no creyentes, consiguen para los pobres, los necesitados, los vulnerables, etc. todos aquellos cuya lista unos la sacamos del evangelio y otros de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Tan es así, que las distintas corrientes políticas tradicionales se solían diferenciar más por el énfasis con que trataban de responder a las necesidades y sus protagonistas (más énfasis los de izquierdas y menos los de derechas) que por excluir a nadie expresamente.
La ultraderecha política, sin embargo, ha introducido la novedad de que su lista de personas a las que “servir” es más pequeña que la de los demás: faltan los emigrantes, las mujeres maltratadas, el mundo que habitamos (que para unos es obra de Dios y para otros el hábitat que hemos de legar a nuestros descendientes. Carencias que se completan con la merma de derechos y se adornan con el culto a la identidad y a las tradiciones.
Ni los cristianos ni los ciudadanos responsables nos podemos permitir el lujo de merodear por los temas y dejarlos a medias. Todavía no he oído a nadie decir que La ley de interrupción del embarazo protege a las mujeres pobres de que mueran por una intervención clandestina, y no a las que tienen dinero porque van a otro país con toda clase de garantías, incluso la del anonimato garantizado. No es que en España no se cuide ésto, sino que si te cruzas con un conocido en determinados pasillos, puede sacar conclusiones y divulgarlas. Tampoco he oído a nadie decir Varones, sed responsables que los embarazos no deseados también son cosa vuestra ¿o no?
Que al meter la papeleta en la urna pensemos que no queremos que se desprecie a los emigrantes, que queremos que tengan futuro los que huyen de las guerras, o de la pobreza, o de las catástrofes naturales. Que vemos aumentar los actos xenófobos y queremos que nuestra papeleta ayude a pararlos.
Las elecciones no son solo recontar votos, sino reflexionar íntimamente para saber ¿soy mejor ciudadano que la última vez?