La banda sonora de la película sobre este santo fue compuesta por monseñor Marco Frisina: ayer pudimos escucharla en directo en Ciudad Real, en el paraninfo Luis Arroyo de nuestra univesidad. El concierto fue el broche de oro a una jornada dedicada a la música sacra en nuestra capital.
No abundan las propuestas culturales de altura entre nosotros: por eso, son de agradaecer estas iniciativas que incentivan la sabiduría de nuestra Iglesia y nuestra tierra.
La música es un arte que llena de belleza nuestro espíritu. Debemos cuidarla, fomentarla y ponerla en diálogo con todo lo que somos y vivimos.
Me parece de especial importancia la intención de custodiar nuestro patrimonio musical: mirar al pasado para aprender la belleza de la que venimos, la altura humana que nos ha precedido. Conservar vivo este pasado nos llena de dignidad y nos hace más cultivados, más humanos, más capaces de paz y de relaciones profundas.
La música es también ámbito privilegiado para el diálogo: es lenguaje universal, más allá de las diferencias de idiomas y los deseos de particularismo. La música tiene que ver con el Espíritu que, desde Pentecostés, se derrama para vencer la dinámica de Babel, que es ruptura y división. Diálogo con el pasado, diálogo con los que hablan otros idiomas, diálogo entre la fe y la cultura, diálogo entre las generaciones, diálogo interno entre nuestra alma más profunda y los latidos más externos de nuestro cuerpo. La música unifica.
Posibilidad de expresión
Pero la música es también posibilidad de expresión que mira hacia el futuro: lo ha dicho monseñor Frisina antes del concierto de ayer, en la conferencia que pudimos escuchar en la universidad. La música tiene mucho que decir en la nueva evangelización.
El cristianismo está llamado a portar un misterio inefable que es para todos y que nos invita a la comunión. ¿No es la música uno de los mejores medios para ello? La música sabe de misterio, puede hablar allá donde las palabras callan, es interioridad compartida, hondura que habla, belleza que se ofrece con ternura y respeto.
Además, como hemos dicho, la música es lenguaje universal; por eso, es capaz de catolicidad, de hablar a todos en nombre de quien a todos ha creado. El Evangelio no se ofrece a unos pocos, no es creador de grupos de iniciados, sino generador de catolicidad abierta: por eso la música está llamada a ser fiel compañera de la propuesta evangelizadora. Junto al Logos, la Palabra, el Hijo, la Iglesia ofrece la Música, la Belleza, el Espíritu: con letra y armonía se construye el mundo y se alaba a Dios.
Cauce para crear comunión
Y la música, por esto mismo, es también privilegiado cauce para crear comunión. Evangelizar no es enseñar una doctrina que se aprende ni unas normas de vida que se cumplen, sino invitar a una comunión que ya existe: Dios quire que entremos en diálogo de amor con él. La música invita a que nos unamos a su melodía y acompañemos con nuestro cuerpo el ritmo que se nos propone. Creer es empezar a cantar la melodía que Jesús de Nazaret ha compuesto para toda la humanidad, unirnos al coro de voces que él dirige y que construye una humanidad nueva desde la belleza y el amor.
¡Enhorabuena a los organizadores de este primer Congreso de Música Sacra! ¡Enhorabuena a los que hacen buena música y humanizan nuestro día a día! ¡Enhorabuena a los que evangelizan cantando y sonriendo, llenos solo de belleza y alegría, sin ninguna imposición!