La Audiencia Provincial de Ciudad Real ha condenado a 22 años y ocho meses de cárcel al sacerdote apartado del seminario de Ciudad Real por presuntos abusos sexuales, al que considera culpable de una veintena de delitos de abuso con prevalimiento de nueve niños de entre 11 y 14 años de los que fue tutor en el seminario.
La sección primera de la Audiencia, que juzgó el caso en ocho sesiones a puerta cerrada el pasado diciembre, impone multas que suman en total 68.040 euros y fija una indemnización por daños morales de 18.000 euros (2.000 para cada menor).
La sentencia, muy contundente aunque inferior en penas a lo solicitado por las acusaciones (sumaban 40 años), considera probado prácticamente todo el relato de hechos que hicieron fiscalía y acusación particular, en base al testimonio de los menores, principal prueba de cargo en este caso.
Se valora el testimonio de los menores
La sala valora “la persistencia en la incriminación” del relato de los chicos, muchos incluso reconocieron que la primera vez que les pasó ni siquiera fueron conscientes de que estaban siendo víctimas de abusos.
El tribunal considera probado que P.J.A., de 35 años, mantuvo un contacto muy estrecho con los menores que lo acusan, todos ellos alumnos de la ESO del seminario en los cursos 2013-2014 y 2014-2015.
El joven sacerdote era su tutor y por tanto la persona que los acompañaba en el día a día tanto en lo académico como en lo personal, incluido su cuidado y vigilancia entre las ocho de la mañana y las once de la noche.
Tocamientos y ahogadillas en la piscina
Fruto de ese trato tan personal los menores denuncian tocamientos y contactos de carácter sexual: ahogadillas en la piscina pública y otros momentos en los que el sacerdote les tocó los genitales o se rozó con ellos. Con dos de los menores el contacto sexual fue más grave y directo (siempre tocamientos), en el cuarto del cura o de los chavales.
El “efecto reparador” de la sentencia
Rodrigo García, el abogado que ha ejercido la acusación particular en nombre de tres de los chavales, asegura sus familias sienten este martes “una absoluta satisfacción porque el relato de los menores ha sido suficientemente valorado como darlo por probado”, “para cualquier persona que sufre un abuso sexual el hecho de que la justicia crea su testimonio produce un efecto reparador y es así como se sienten una vez conocido el fallo”, ha añadido.
El primer cura juzgado antes por la Iglesia
P.J.A., el primer cura apartado de la Iglesia en España por presuntos abusos antes de haber sido juzgado por la justicia ordinaria, ha mantenido su inocencia todo este tiempo, actitud que mantuvo al final del juicio a mediados de diciembre. El 18 de ese mes, tras la última sesión, se sinceró con la prensa que ha seguido el caso: “Soy inocente, la Iglesia se ha precipitado en mi caso”, dijo entonces.
Lo particular de este caso es que fue el Obispado de Ciudad Real el que informó a las familias de los chicos de lo que pasaba, después de abrir una investigación interna.
Fue también el Obispado el que puso en conocimiento de la fiscalía el presunto caso de abusos sexuales en el mes de febrero del año 2016, tras cerrar la investigación interna y apartar al sacerdote del seminario. Del presunto proceder de este cura se informó también a la Congregación para la Doctrina de la Fe en Roma.
Expulsado por decreto papal
El proceso canónigo culminó en mayo de este 2019 con una resolución del Papa Francisco que decretó por oficio la dimisión del sacerdote “por el bien de la iglesia”, si bien el acusado se negó a cumplir la medida que incluía retirarse a un convento y recibir ayuda psicológica y espiritual.
“Es incoherente que la propia Iglesia diga en el comunicado que hace el 31 de marzo de 2016 que pone esto en manos de la fiscalía por si hay delito o no, y se adelantan a que la propia Audiencia Provincial tome una resolución, ¡si lo traen para ver si es delito, por lo menos que esperen!”, declaró el ya condenado a los medios de comunicación al final del juicio.
La sentencia que se ha notificado este martes a las partes todavía no es firme. Es previsible que el procesado recurra.