El subsuelo de Alhambra, bajo el que duerme la ‘ciudad perdida’ del Guadiana, la Laminium iberorromana, una de las poblaciones más antiguas de la actual provincia de Ciudad Real, se ha convertido en un filón para la arqueología contemporánea.
En esta tercera campaña de excavación en el vertedero del Pozarrón el equipo del arqueólogo José Luis Fuentes (Oppida) espera encontrar entre un millón y medio y dos millones de restos cerámicos, muchos de gran relevancia para entender cómo asimilaron los oretanos (el pueblo íbero del lugar) el poder de Roma en torno al año 175 antes de Cristo.
Bajo capas de tierra que no se han tocado en dos mil años aparecen a diario entre 5.000 y 6.000 fragmentos de restos de vajilla oretana, tosca cerámica romana, fina terra sigillata de marmorata (la vajilla fina de mesa romana) importada de Itálica o la Galia, lucernas, dados, monedas….Todo eso desde mediados de junio, cuando empezó la intervención, en una de las pocas campañas arqueológicas del verano del Covid-19, posible por un plan de empleo de seis meses que promueve la asociación cultural Alhambra Tierra Roja y financian Junta de Comunidades y Diputación con fondos europeos.
El trabajo del laboratorio
“Estamos desbordados”, reconoce Noelia Sánchez, arqueóloga técnica de la excavación y experta en lucernas que se encarga del trabajo de laboratorio, la minuciosa tarea de limpiar, separar, clasificar y documentar cada fragmento extraído por la mañana de la parcela de seiscientos metros cuadrados que se excava en la Cuesta del Pozarrón.
En poco más de dos meses de intervención los almacenes están casi llenos de material para el estudio, “¡y estaremos hasta diciembre!”, exclama Sánchez, a salvo del sol y el polvo en un día de agosto en el que muestra a Lanza algunas de las ‘joyas’ halladas en las prospecciones de las que cada tarde hacen inventario.
“Esta es la decoración de una lucerna [lámpara de mano de aceite romana], es un tritón al que le falta la cabeza, se ve la cola; aquí está Hércules, se ve perfecto”, describe Sánchez mientras muestra algunas de las decenas de piezas cerámicas que hay esparcidas sobre las mesas del “laboratorio” -el caserón de Alhambra que utilizan para la investigación-.
Lucernas decoradas con escenas sexuales
Entre las singularidades de las piezas hay restos de lucernas decoradas con escenas eróticas, una mujer desnuda con moño y parejas en posturas sexuales, aunque para apreciarlo hay que tirar algo de imaginación. “Cuando encontramos fragmentos recurrimos a textos publicados referentes a hallazgos en otras excavaciones romanas, con obtener una parte en muchos casos sabemos cómo era el resto, porque eran elementos que se repetían”.
Estas lucernas nos dicen algo más: la existencia de prostíbulos asociados a la presencia de soldados en un asentamiento que tras la ocupación romana adquirió más importancia que en sus tiempos de oppidum (poblado) ibérico.
“En los contextos en los que excavamos el Ejército está constantemente presente, desde ámbito republicano, hasta época altoimperial; la vajilla fina de mesa, los elementos de defensa, de armas, toda la panoplia militar nos habla de este gran componente militar que tuvo Alhambra en época romana, nos habla de una importante milicia asentada aquí consumiendo grandes recursos”, afirma el director de la excavación.
La experiencia de Olaya, estudiante asturiana en Granada
Si ya es impresionante para un neófito encontrar retos arqueológicos de tanto valor casi a diario, más lo es para los alumnos de historia y arqueología de diferentes universidades que han pasado unas semanas de este verano excavando en Alhambra, como Olaya, estudiante de arqueología de la Universidad de Granada, asturiana, pero con experiencia en excavaciones arqueológicas en la provincia. “El año pasado excavé en el yacimiento prehistórico de Albalá (Poblete), fue una experiencia diferente, allí el trabajo es muy fino, de brocha y pincel, aquí es más duro hay que utilizar pico y pala pero recompensa porque sale muchísimo material”.
Y eso que a ella no le ha sonreído la Fortuna romana, “yo he encontrado cerámica y un cachito de lucerna; no he tenido tanta suerte como mis compañeros”, comenta sonriendo con el pico entre las manos en la zona que le toca excavar de este vertedero milenario.
“Una experiencia increíble”
Poco importa el sol, que no corra el aire en el solar de la excavación, en una ladera del empinado casco urbano de Alhambra colindante con una pared encalada que atrae más los rayos del sol, “esta es una experiencia a nivel personal increíble para alguien que quiere dedicarse a la arqueología, es la única manera que tienes de aprender a excavar. Es la primera vez que excavo romano y me está gustando, la verdad”, remata la alumna.
Bajo la coordinación de Eduardo Vera, el otro arqueólogo técnico del vertedero de Laminium, la patrulla de estudiantes que excava en el Pozarrón en la tercera semana de agosto ha tenido que lidiar con un calor extremo que se nota en sus pieles bronceadas por el sol. En este tipo de campañas su trabajo es voluntario, a cambio del alojamiento, la manutención y la formación práctica.
Una joya: nada se ha movido en 2.000 años
“Este vertedero es una joya para la investigación porque los materiales que aparecen aquí los hallamos en el momento en el que son amortizados, no se han movido en dos mil años, los encontramos tal y como se desecharon en su momento”, remarca Fuentes, mientras uno de los estudiantes llama su atención con el enésimo “oh, mira”, de la mañana por el hallazgo de una pieza de algún artilugio militar o un trozo de cerámica grande y reconocible, la rutina en el vertedero.
Las modas, el comercio, la convivencia de fragmentos de vasos y ánforas naranjas y rojizos, importados de talleres centro-itálicos con otros de menor calidad fabricados en Hispania, toda esa información está en los desechos cerámicos, el hallazgo arqueológico más relevante de una campaña en la que además de José Luis Fuentes y los arqueólogos técnicos, Noelia Sánchez y Eduardo Vera, participan siete trabajadores de Alhambra contratados mediante el plan de empleo, y unos cuarenta estudiantes (hasta el 30 de septiembre, desde mediados de julio), distribuidos en cinco turnos de siete u ocho personas para evitar contagios por coronavirus.
Aparte de la ‘legión’ humana en esta campaña es importante la cuestión técnica de excavar en área, algo que se hace por primera vez desde la primera intervención de urgencia en el año 2017.
De modo que los vertidos de época de Augusto, marcada por el rojo de las decoraciones, aparecen en su contexto histórico, encima de lo negro asociado a la República romana; los vertidos de los convulsos tiempos de Nerón, los restos del año de los tres emperadores (69 d.C.), uno de los más sangrientos de la historia de Roma, hasta que se asienta la dinastía Flavia.
“Estamos en disposición de realizar nuevos descubrimientos que irán en sintonía con un mejor conocimiento de la forma y estilo de vida de las clases sociales en las que se estructuraba la sociedad de Laminium en el siglo I d.C. El análisis de los restos óseos de la fauna animal cuyos desperdicios se encuentran mezclados con las vajillas rotas, posibilitan conocer la fauna, la flora y la base alimenticia de la población desde los tiempos de César hasta la época de los emperadores hispanos Trajano y Adriano”, argumenta Fuentes.
El museo histórico de Alhambra
El destino de esos objetos (al menos los más relevantes) es la sala de Antigüedad de la colección arqueológica de Alhambra, un museo localizado en dependencias municipales que fue fundado por el actual presidente de la asociación Tierra Roja, Francisco Gómez, que sigue de cerca el trabajo de estudiantes y trabajadores que tienen revolucionada una de las localidades de la provincia de mayor riqueza histórica y patrimonial, y no demasiado conocida fuera de la fascinante comarca del Campo de Montiel.
Luchar por el patrimonio en un pueblo pequeño
“Como grupo que lucha por preservar y divulgar la riqueza del patrimonio de Alhambra llevamos 35 años, algo muy difícil en un pueblo pequeño, la arqueología aquí genera conflictividad. Desde 2007 tenemos que cumplir con la Ley de Patrimonio y todas las obras que se hacen tienen que tener ese control arqueológico, algo que los vecinos no ven que sea una cosa buena”, se sincera el presidente de la asociación responsable de todo este movimiento en torno al patrimonio.
Con alrededor de cien socios de Alhambra y la comarca, la prioridad de esta asociación es la protección del patrimonio, “hasta ahora los resultados que vamos consiguiendo con nuestros recursos son bastante buenos, y es lo que intentamos hacer ver sobre todo a la administración local y a otras: esta población necesita un gran impulso por el valor patrimonial que tiene”.
“Este es uno de los planes de empleo más largos que vamos a tener, seis meses y siete personas. Lo importante de estos proyectos es que se consiguen tres objetivos, la conservación y protección del patrimonio; la investigación que genera puestos de trabajo, y una vez que esa investigación se da a la luz el turismo, la opción de que vengan personas interesadas a conocer nuestra historia. En estos pueblos que no tienen más recursos el patrimonio es importantísimo”, subraya.
Ahora mismo según Gómez la administración que más está apostando por el patrimonio alhambreño es la Junta de Comunidades, “subvencionando este proyecto de empleo arqueológico, algo que es muy de agradecer en estos tiempos”. Por contra reprocha a la administración local, con independencia del signo político, “que no ponga toda la carne en el asador y apueste más por el legado de Alhambra”.
Las estatuas del foro del Laminium
Llegar a Alhambra por primera vez sorprende. Enclavada en un cerro de 800 metros de altitud que se eleva sobre la planicie manchega de sus vecinas Ruidera y La Solana, su característica tierra roja (del árabe alhamrah, la roja) te impide dejar de mirar desde la carretera. En la plaza de nuevo otra sorpresa: dos pedestales con bustos de estatuas togadas romanas que estarían en el foro, representando por un lado un militar y por otro lo que según José Luis Fuentes sería una sacerdotisa de algún culto local, similares a los de otras grandes villas romanas como Mérida o Tarragona, algo que llama la atención en un pueblo de un millar de habitantes.
Estas estatuas, que aparecieron cerca de la iglesia cristiana sobre lo que debió ser el foro de Laminium, dan idea de la importancia comercial que tuvo una población por la que no han dejado de pasar civilizaciones desde la prehistoria, aunque es con Roma cuando vive su momento culminante.
La importancia del ‘flumen Anas’ en Laminium
Los romanos, como otros pueblos, apreciaron de Alhambra su piedra moliz (piedra de afilar) que explotaron en minas, aparte de su importancia estratégica, en el cerro más elevado de la zona y cerca del nacimiento del Guadiana (Lagunas de Ruidera), un río nombrado ya por los íberos: Anas, que luego pasó a ser el romano flumen-Anas (río de patos o río río, no está claro el origen etimológico de ‘Anas’) y por último el árabe Wâdi (río) Anas.
La Lavini ibérica fue sometida por las legiones romanas en el 175 a.C., “cuando Tiberio Sempronio Graco toma esta provincia y somete a tres ciudades al régimen estipendiario [pagan tributos de guerra a Roma] por su riqueza, una de ellas es Orisia, la actual Oretum (Granátula de Calatrava), la otra es Mentesa (Villanueva de la Fuente) y la tercera es Laminium. Se sabe que pagaban unos treinta talentos de plata”, explica Fuentes.
Además estaba en un nudo importante de comunicación que conectaba la Lusitania romana con las actuales, Tarragona, Cartagena y Toledo.
Jornada de puertas abiertas un verano más
Como en todos los veranos en los que se excava en Laminium Alhambra Tierra Roja ha celebrado los tres últimos sábados de agosto visitas guiadas al yacimiento (vertedero altoimperial) con los arqueólogos. Un éxito de nuevo pese a las limitaciones de aforo que impone la pandemia.
Los estudiantes universitarios se marchan a finales de este mes pero la excavación sigue hasta diciembre. Lo complicado en esta ocasión será procesar, seleccionar, investigar y publicar el ingente material que está apareciendo.
