La Hermandad del Silencio, cuya conmovedora procesión del Jueves Santo es santo y seña de la Semana Santa ciudarrealeña, cumple ochenta años, representados en el óleo sobre lienzo que como cartel conmemorativo ha creado Óscar Patón, quien ha buscado plasmar en esta obra lo que “entraña” esta cofradía como es “su antigüedad, sobriedad, calidad artística de las imágenes y, sobre todo, su piedad”.
En el antiguo Casino, se procedió este jueves a la presentación de esta obra inspirada en los carteles de Semana Santa de los años cuarenta y cincuenta, como “guiño” a los orígenes de la Hermandad, siendo el protagonista el Cristo de la Buena Muerte en “el momento que ha exhalado su espíritu” manando de su costado, tras la herida de Longinos, sangre como símbolo de la Eucaristía y agua del bautismo. A su derecha, describió Patón, la Virgen del Mayor Dolor como “Madre nuestra y de la Iglesia”, y en el fondo se advierte la Cruz de Jerusalén, escudo de la Hermandad, “y aportando movimiento con un aire gótico el rosetón del templo parroquial de San Pedro”.
La luna de la negra noche en la procesión que más cofrades saca a la calle también está presente en una obra que busca transmitir el “sentir del silencio, un rasgo distintivo de nuestra Semana Santa y un acento propio y particular de esta Hermandad”.
Si obras artísticas como las de Patón son “ventanas abiertas a Dios”, la palabra hecha música a través de “canciones del pueblo sencillo” son plegarias y oportunidades de búsqueda, indicó, por su parte, el Hermano Mayor del Silencio, Ángel Ruiz Moyano, que recordó que “quien canta reza dos veces”, antes de dar paso a la actuación de Mazantini, grupo folclórico que se creó en 1941, apenas dos años antes que esta Cofradía cuyos orígenes se remontan al 7 de marzo de 1943.
Jesús Carlos Cantero, presidente de Mazantini, fue el encargado de describir el programa de ‘Canciones de Semana Santa’ que propició un interesante recorrido etnográfico-musical por cómo se vive la Semana de Pasión en distintas latitudes de la geografía española partiendo de las raíces de la devoción y el folclore.
El Grupo Mazantini, con cinco voces masculinas y siete femeninas, abrió el programa con la ‘Esquila y Petitorio de Ánimas’ que se canta todos los días de Cuaresma en la localidad salmantina de La Alberca, para continuar, siguiendo la senda del recogido silencio de la Semana de Pasión en Castilla y León, con el imponente ‘Bolero de Algodre’, tal y como se interpreta en esta localidad zamorana con dulzaina, tambor y voces.
Del también salmantino pueblo de Cespedosa de Tormes, llegó la siguiente canción, ‘Los Mandamientos’, con los que se relata la Pasión de Cristo, adentrándose luego en tierras aragonesas con la melancolía de las ancestrales canciones de ‘Las Velambres’ y extremeñas con las plegarias del Viernes Santo de ‘El Romero’.
El emotivo torrente que brota de las entrañas de las Saetas andaluzas, capaces de detener el tiempo y que abrase el hielo del silencio, tomó el testigo, culminando el recital con los cánticos de esperanza de ‘El Encuentro’ en la Resurrección, canción de los Montes de Toledo.