La nebulosa de esta quincena está en la constelación de Cefeo y se conoce como “iris”, dicen que por semejanza con la flor… En realidad, es la mezcla de una zona nebulosa de gas y polvo, más un cúmulo de estrellas que la iluminan. Es de las que se llaman “de reflexión” porque las estrellas del cúmulo no tienen suficiente energía como para calentar los gases de la región y hacerlos brillar por sí solos, como sí ocurre en otras. Dentro de esta nebulosa se generó una estrella gigante azul, la SAO 19158, cuya luz es principalmente la que esparce la nebulosa. También se aprecian regiones oscuras, sin estrellas ni brillo de ningún tipo, que se deben a gas frío que tapa la luz de estrellas de detrás, y no emite ni esparce luz cercana.
Mirar al Universo sin anteojeras
Es frecuente ver que los caballos que tiran de carros lleven unas anteojeras o viseras en los ojos para que sólo vean el camino frente a ellos, y así evitar que se distraigan o asusten. Hasta el siglo pasado, hemos tenido unas anteojeras puestas cuando mirábamos al cielo nocturno, pues sólo analizábamos la luz en la zona que detectan nuestros ojos, la región visible. El espectro de ondas luminosas es muchísimo más amplio, e incluye ondas de radio, microondas, infrarrojo, ultravioleta, rayos X e incluso rayos gamma. Todo esto es también “luz”, aunque nuestros ojos no la detecten, y llevan importante información de los objetos cósmicos. Lo que distingue estas regiones del espectro electromagnético es la energía que porta cada partícula de luz, y por ello su presencia se asocia a procesos en ese rango de energía. Las menos energéticas son las de radio, y necesitamos gigantescas antenas parabólicas en la Tierra para captar su débil señal, y hasta a veces varias de estas parabólicas funcionando coordinadamente desde puntos separados en la Tierra muchos kilómetros. Las más intensas, las de rayos gamma, se generan en procesos nucleares dentro de las estrellas o durante su explosión. Cada una nos da un punto de vista nuevo sobre un mismo objeto estudiado, y ya no se entiende la astronomía sin toda esta información complementaria.
Hay dos razones principales de que se haya prescindido del estudio de la luz en estas otras regiones: una es que los instrumentos necesarios para recogerla son totalmente diferentes unos de otros, así que hay que inventarlos… El telescopio de Newton es estupendo para luz visible, pero inútil para recoger ondas de radio o microondas. La segunda y principal razón de la tardanza de la humanidad en abrir sus ventanas al Universo, es que muchas de estas radiaciones luminosas son absorbidas por la atmósfera: de hecho, salvo el visible y parte de las ondas de radio las demás no la atraviesan. Muchas de ellas serían muy perjudiciales para la vida, pues crearían mutaciones y alteraciones genéticas en las células, así que en ese sentido estamos agradecidos, pero por otro lado nos obliga a tener que lanzar los telescopios al espacio para poder recogerlas. La tecnología para lanzar telescopios al espacio no se logró hasta 1968 en que se puso en órbita el telescopio Stargazer, que se centró en el estudio del ultravioleta. Miembros más conocidos de esta familia fueron posteriormente el telescopio espacial Hubble, lanzado en 1990 y que sigue dando hoy en día muchísima información de interés. Más recientemente, desde 2021, el telescopio James Webb estudia el infrarrojo.
Moléculas complejas de Carbono en la nebulosa Iris
Lanzado en 2003, el telescopio espacial Spitzer se ha dedicado durante 6 años a estudiar el infrarrojo. La razón de su corta vida es que necesitaba Helio líquido para refrigerar el espejo, y cuando agotó las reservas que se incluyeron a lanzarlo dejó de ser útil. Durante su vida estudió entre otras cosas la nebulosa Iris, ya que se encontraron indicios de sustancias interesantes en esas nubes de gas azulado. El infrarrojo permite conocer la composición química de los gases, y se han encontrado moléculas complejas de carbono (hidrocarburos aromáticos policíclicos) que para algunos son un paso intermedio en la escalera de complejidad química que conduce a la vida. Como vemos, las moléculas orgánicas complejas no son algo que sólo haya aparecido en la Tierra, sino también en muchos otros lugares del Universo. No obstante, cómo apareció la Vida es algo desconocido incluso en la Tierra, de modo que no podemos aún saber si es fácil o difícil que se dé en otros lugares del Cosmos.