A unos doce kilómetros del municipio de Abenójar se halla la finca ”Las Terceras”, entre los montes, pero en los límites de su término poblacional, existe una cueva casi ignorada y totalmente abandonada, muy abundante de estalactitas y estalagmitas, popularmente conocida como “La cueva de los Muñecos”. Tiene ésta grandiosa gruta una longitud aproximada de 800 metros, de los cuales casi 250 han sido explorados y visitados por diversas expediciones de espeleólogos. No resulta fácil llegar al lugar, ya que al desvio de la carretera a Saceruela debe continuarse por caminos tortuosos a pie, de unos 5 o 6 kilómetros.
Sabemos de buena tinta que el propietario de la finca instaló una puerta provista de un candado por la década de los 40 del s. XX con el fin de evitar el expolio ya iniciado del interior de la sima. Pero alguien destrozó el candado, y durante un tiempo ninguna institución local o provincial se interesó por esta valiosísima gruta, dejando mano libre a los desalmados de la más bella gruta de nuestra provincia. En efecto, al visitarla, aun hoy, llama la atención la gran cantidad de estalactitas y estalagmitas que aparecen destrozadas por los suelos.
Y así, en otro orden de cosas y en un estudio de la fauna de la gruta, en diversas campañas de espeleología, se identificó como perteneciente al último periodo interglacial Riss-Wurm. Pero el dato aún más interesante del yacimiento fue el descubrimiento de restos del Equus hiddrunthynus Regalia, un extinguido equino salvaje y de cuya existencia no se poseían datos. También del Rhinoceros merkki Lamk (referencias recogidas en el Boletín Geológico y Minero de España, de 1971), que describe toda la rica fauna fósil, de la cueva.
Abenójar fue llamada con el nombre de Ad Turres en época romana, debido a la multitud de torres de vigilancia que rodeaban de paso hacia Sisapo (La Bienvenida). Los pequeños núcleos aislados que rodeaban la zona fueron pequeños grupos habitados junto al arroyo de los Pradillos llamados: Venóxar, Aben Oja, Benoja, Abenóxa, etcétera, evolucionando finalmente a Abenójar de Calatrava.
La colonización de la Dehesa de Abenójar y su término quedó cedido en 1183 por Alfonso VIII a la Orden Militar de Calatrava. Los árabes abandonaron esta zona tras la derrota las Navas (1212). En febrero de 1217 el Papa Honorio III concede al Arzobispo D. Rodrigo “…las casas, viñas, molinos, hornos, sernas de Zuferola hasta Abenoja. En 1846, Abenójar tenía 724 habitantes, 168 casas de una sola planta y 8 calles, la cárcel y la escuela, y la mayoría de los habitantes se dedicaban a la labranza. En el año 1900, Abenójar constaba de 553 edificios y 2.251 habitantes, muchos de los cuales vivían en los poblados de las minas, ya que en el término existían minas de plomo argentífero y canteras de mármol.
Así, a través de la tradición oral de algunos naturales del lugar, nadie recuerda la fecha que fue descubierta la gruta. No obstante, ya a finales del siglo XIX un tal Emilio Manuel penetraba habitualmente en la cueva para recoger excremento de murciélago. También se decía, que fue descubierto el sitio por un cazador, que había perdido su perro al penetrar al interior de la gruta.
La gruta posee una gran sala con cuatro ramificaciones, que es la parte más viable de los bárbaros visitantes que destrozaron especialmente estalactitas e incluso fantásticas columnas completas. Hay una parte de la cueva de unos 10 metros de altura, y luego otra galería desemboca a una gran colada denominada “El Tobogán” que debió establecerse por una corriente de agua durante siglos. Al final de esta galería parece que termina la cueva. En efecto, un paso muy estrecho conduce a una zona casi escabrosa para los visitantes. “La cueva de los Muñecos” de Abenójar, pudo constituir para la zona, con accesos aptos, un gran atractivo regional, o posiblemente nacional, pero por desgracia, fue perdida y olvidada. No obstante, no se perdió para ciertos grupos de espeleólogos con visitas periódicas y también de numerosos aficionados y curiosos.
NOTA DEL AUTOR.- Parte del texto ha sido reproducido, corregido y ampliado de un viejo documento de autor anónimo.